Robert Aldrich reivindica un cine negro más oscuro y violento y menos estilizado con su magistral “El beso mortal”.
Tras hacerse un nombre en Hollywood con los westerns “Apache” (1954) y “Veracruz” (1954), Robert Aldrich vuelve al cine negro con “El beso mortal”. Para ello, en lugar de adaptar a novelistas clásicos del género como Dashiell Hammett o Raymond Chandler, Aldrich acepta el desafío de adaptar la obra homónima y más bien violenta y banal de Mickey Spinalle.
«El beso mortal» cuenta la historia del detective privado Mike Hammer (Ralph Meeker) que recoge a una muchacha, Christina (Cloris Leachman), que corre descalza por medio de una carretera de noche. Los gánsteres les persiguen y dan caza matando a ella. Nada tiene sentido para Mike, que sigue el hilo de las pistas de una trama donde todo el mundo parece estar involucrado, pero no sabe exactamente en que. Finalmente, Mike acaba en posesión de una maleta que contiene un arma atómica que la curiosidad acaba por hacer estallar.
Un cine negro diferente
«El beso mortal» marca el principio del fin de la época dorada del cine negro que finalmente tendrá su canto de cisne en 1958 con “Sed de mal” de Orson Welles. Es en este tramo final donde el género se desviste de todo romanticismo abierto por John Huston con “El halcón maltes” (1941) y da paso a un cine mucho más brusco y violento. Así justamente es como podríamos definir el cine de Robert Aldrich, vigoroso y violento, cargado de crítica social y políticamente incorrecto.
En “El beso mortal”, Aldrich aplica un electroshock al cine negro. El detective ya no es un pobre hombre con principios en un mundo corrupto rodeado de femmes fatales. Mike Hammer es bruto, egocéntrico y mujeriego. Ahoga su conciencia en alcohol al arrastrar a sus amigos a la muerte en lugar de buscar venganza. Se hace difícil empatizar con alguien tan horrible y por ello el visionado de la cinta puede hacerse arduo. Tampoco se justifica como consecuencia de la sociedad en la que vive, Hammer es muy consciente de cómo es. Ya no estamos frente a una historia tan simple de bueno contra malos, es mucho más complejo y la idea de lo bueno y lo malo carece de importancia y de significado.
Sin embargo, es en los personajes secundarios donde vemos la humanidad de la que carece el detective Hammer. Aldrich enfatiza esta dicotomía separándolos en las escenas por diversos elementos como una división en la luna del coche que separa a Christina de Hammer en todo momento excepto cuando la policía les para y deben aparentar ser una amada pareja, columnas, barandillas o sombras, recordando mucho al estilo de Hitchcock o Welles. La propia Christina, el mecánico de los coches de Hammer o incluso su secretaria son personajes bien construidos y de los que nos apiadamos, muchas veces por su mala fortuna al haberse topado con el protagonista. Por ello, la película nos mantiene más atentos por descubrir porque asesinaron a Christina que estar pendientes de que Hammer descubra lo que anda buscando.
Pero, ¿es esta misma preocupación la que mueve al detective a jugarse la vida para descubrir la solución al rompecabezas que empezó con la muerte de Christina? Ni mucho menos. Como de un juego de niños se tratase, es movido por la curiosidad y por la búsqueda de un beneficio propio. En el esquema clásico de guión en el cine negro, un detective se enamora de una mujer en apuros que requiere su ayuda y por la que se desvive por complacer mientras que ella le utiliza (femme fatale). Sin embargo, en «El beso mortal» Aldrich desmonta el esquema a los 10 minutos de metraje con la muerte de la posible damisela en apuros dejando claro que no estamos viendo otra clásica película del género.
Como buena película de suspense, el detective debe seguir una serie de pistas que le lleven a entender que está pasando. Sin embargo, “El beso mortal” es muy lioso y farragoso, difícil de seguir. Pero lejos de perder el hilo o resultar repetitivo o aburrido, te sientes dentro de la trama y curioso por saber que hay detrás de todo. Hitchcock suele generar el suspense dando información al espectador de la que carece el personaje y ver como se acerca poco a poco al peligro. Aquí el suspense es generado a base de la desinformación y la confusión pero con la presencia permanente de un peligro que puede aparecer en cualquier momento como en la muerte prematura de Christina.
Un Aldrich en estado de gloria
En cuanto al apartado técnico, Aldrich enfatiza el suspense y la trepidante acción de la película mediante un montaje ágil conseguido mediante una aparente aleatoria combinación de tiempos, movimientos de cámara o tipos de plano. Tiempos cortos son combinados con largos sin seguir ningún patrón. Pasos bruscos de planos a contraplanos, de fuertes picados a contrapicados, de planos estáticos a movimientos de cámara o los planos cargados de elementos que dificultan el seguimiento de la acción hace que se mantenga la intranquilidad en el espectador en todo momento. Desde el primer plano donde vemos unos pies descalzos corriendo a toda velocidad por una carretera de noche no tenemos ni un momento de descanso. Incluso en los créditos iniciales, la música que acompaña a los créditos esta entrecortada por los llantos de Christina. Ni tan siquiera en momentos donde el guión marca un descanso, como cuando Hammer está en el hospital recuperándose del accidente de coche, Aldrich no da un respiro al espectador. El empleo de planos holandeses mantiene la intensidad de la película. Aunque aparentemente quede de más e impida el visionado relajado y armónico de la película, son estos detalles lo que destacan la genialidad de la película y el estilo de un director con carácter.
No debemos olvidar que, a pesar de no ser una película del cine negro al uso, no deja de pertenecer a dicho género. Por ello, las escenas de noche y las largas sombras que todo lo cubren abundan en el filme. Este tono en low key, en combinación con un música incesante, nos deja escenas magistrales como la tortura de Christina donde no vemos más que los pies desnudos de ella a la vez que grita rodeado de pies trajeados de gánsteres. Todo ello seguido de un dramático cese de gritos y una entrada en plano de unas tenazas empuñada por uno de los torturadores. Pocas veces en el cine se ha insinuado una violencia tan grotesca sin que aparezca una sola gota de sangre. Este es un claro ejemplo de lo que encontramos en la totalidad de “El beso mortal”, una historia extremadamente violenta donde el límite de lo grotesco esta en nuestra imaginación debido a un montaje donde no se enseña, se insinúa.
El beso mortal es una de las joyas de Robert Aldrich y uno de los mejores films que se pueden ver para estudiar y comprender el cine de este gran cineasta. Un cine vigoroso y violento lleno de personajes perfectamente construidos y lejos de cualquier arquetipo explotado hasta entonces. No es una película fácil ni bonita, pero tampoco es su intención. Es un excelente ejercicio para aquellos que disfrutamos del cine.
Frases destacadas:
- Christine: “Si no lo logro, recuérdame.”
- Hammer: “Está bien, me han convencido. Soy un tipo despreciable. ¿Puedo irme ya?”
- Vickman: “Primero encuentras un hilo. Ese hilo te lleva a un cordón, ese cordón te lleva a una soga… y con esa soga te cuelgan del cuello.”
- Dr. Soberin: “La cabeza de Medusa. Eso es lo que hay en la caja, y quien la abre no se convierte en piedra sino en azufre y ceniza. Pero por supuesto usted no me creería, lo tiene que ver por usted mismo, no?”