Un fallido intento de atentado contra Hitler contrasta la vida pacífica y la barbarie nazi
Juego de contrastes
“13 minutos para matar a Hitler” es un juego de contrastes, una historia basada en hechos verídicos que desea enfrentar la vocación artística, la sensibilidad y el pacifismo, con la hermética frialdad de quien coarta la libertad de manera organizada. Es por eso que se inicia el fracaso de una última acción violenta impulsada por la necesidad para mostrarnos a modo de flashback las motivaciones que llevaron a un hombre tranquilo como George Elser a tramar en solitario acabar con la vida del führer en 1939. Encerrado por la Gestapo en unas salas de interrogatorio grisáceas y una maltrecha celda, la crudeza de los que se podrían considerar el poli malo, y el poli menos malo, insulta, veja y tortura a un joven peculiar que no decide seguirles el juego. Recuerda pues, respetando las distancias, a “El experimento”, un filme del propio Oliver Hirschbiegel de 2001 donde los carceleros se las veían con un joven rebelde de conducta extraña que no pretendía dejarse achacar por éstos. Y al igual que esa cinta, nos sumergimos en el pasado de su protagonista para que su director se desenvuelva en unos tonos totalmente distintos. Los recuerdos que se inician en 1932 nos muestran a un músico que se mueve por un idílico entorno rural con ecos poéticos del romanticismo alemán, algo que se contaminará en el futuro con el auge del nacionalsocialismo recordando incluso cierta escena a la que pudimos ver en la convención nazi al aire libre en “Cabaret” (Bob Fosse, 1972). Así pues, a los pocos minutos de metraje, el realizador alemán nos deja entrever sus cartas, apostando por la confrontación del espacio, el claustrofóbico reprimido y el abierto y libre, superponiendo en este último los sentimientos más humanos como el amor por encima de quien inicia una campaña de represión y violencia.
“13 minutos para matar a Hitler”, sus estereotipos y maniqueísmos
Si bien el postulado representado en el colorido de los exteriores y las emociones, y el encierro de lo impersonal y decadente, se puede antojar lícito e incluso interesante, la fórmula acaba cayendo por el lastre de una visión demasiado sencilla a la hora de trazar las líneas que construyen a sus personajes. En la celebrada “El hundimiento” (2004), Hirschbiegel ya se descantó por hacer un acercamiento a Hitler que en ocasiones se intuía caricaturesco, evidenciando las maquiavélicas divagaciones de un enloquecido tirano casi como quien se excusa por aproximarse a tan detestable personaje histórico. Algunas frases del guion parecían casi un grito de perdón o un subrayado hacia la disidencia y poca empatía que él pudiera sentir por la figura sobre la cual organizaba un relato. Y en esta ocasión, parece volver a pecar de lo mismo, de presentar una diferenciación maniquea entre el héroe y los verdugos, enfatizando su innegable falta de sensibilidad estereotipando el fanatismo nazi e incluso llevándolo al costado comunista, cuyos integrantes en la trifulca en la taberna parecen salidos de un cartel satírico de la época.
La puesta en escena, el arraigo vitalista del protagonista y su interés más puesto en la sensibilidad artística que en la política, aunque sin llegar al visto en la inmensa “Heimat” (Edgar Rietz, 2013), así como su deseo de frenar la sinrazón acelerada del ascenso nacionalsocialista, hubiese representado un relato interesante que sin embargo se desvanece a la hora de trazar unos personajes que en el caso de los malvados resulta casi imposible separarlos del mero arquetipo.
Frases destacadas:
- Bauen: “Han atentado contra el führer. Una bomba”
- Nebe: “¿Sabe cómo ha acabado su atentado? Con la muerte de siete personas inocentes”.
- Elser: “¡Bésame el culo!”
- Nebe: “Me pregunto por qué un compatriota odia tanto al führer y atenta así contra él”.
- Comunista: “Mierda de pacifista”
- Elser: “De acuerdo, lo confieso. En el pueblo solo hay dos teléfonos. Churchill me llamó a la lechería porque, claro, en el Ayuntamiento no iba a poder ser. Me dijo que pusiera una bomba, que ellos solos no podían”.
- Madre: “No debes tontear con mujeres casadas”.
- Müller: “Purificamos el pueblo”.
- Elsa: “No se trata de sueños, se trata de la vida”.