Mar. Mar 19th, 2024

Los años pasan y una actividad poco prolífica puede inducir al olvido, pero pese a todo una cosa se mantiene: Sam Mendes es (casi) siempre una garantía.

A escasos minutos de la medianoche, en una carrera llena de poderosos y lustrosos contendientes, ha entrado en liza una aventura bélica de exaltación británica que está acaparando muchas miradas. Y ha supuesto, ante todo, una nueva ocasión para el reencuentro plácido y adulador entre la prensa y el ya veterano realizador Sam Mendes. Un Mendes que siempre tuvo el favor de la cinefilia, pero cuya reducida filmografía se ha visto aún más dilatada durante esta década. Década en la que, no debemos negarlo, perdió el interés de parte de la bancada por su periplo Bondiano.

El tránsito tecnicista

Un periplo que, sin embargo, ha sido fructífero en el estilo de realización de Mendes, pues muchas de las ideas visuales de «1917» ya estaban presentes en ambos filmes con Daniel Craig (la manera en la que Deakins plantea algunos encuadres, el concepto del plano secuencia). Si el cine de Sam Mendes era antaño un cine más teatral, un cine de retratos críticos de la sociedad americana, ahora ha devenido en un cineasta de exhibición técnica. Y un director que, en sus últimos filmes, emula a un compañero de profesión que claramente admira: Christopher Nolan. Si «Skyfall» bebía hasta la última gota de «El caballero Oscuro«, en «1917» se percibe con claridad la sombra de «Dunkerque«. Pero en esta ocasión, Mendes ha superado con holgura su referente, deleitándonos con un filme muy rico en varios aspectos.

Durante la Primera Guerra Mundial, dos soldados británicos deben transmitir un mensaje a un destacamento cercano en una misión cuasi suicida en menos de un día, atravesando el páramo francés desolado por el conflicto y anegado de peligros. Una carrera de obstáculos en un escenario infernal, un paisaje despojado de vida y luz que pone en escena el desgarrador absurdo de la rutina del soldado de a pie en grandes confrontaciones armadas, destinada en la mayoría de los casos al fallecimiento más fútil. En esta recreación humanista se captura con excelencia el clima de la guerra sin suavizar en absoluto la barbarie de la misma, en un ejemplo encomiable de narrativa visual, pues recibimos oleadas de información y contexto en un largometraje con escasas líneas de diálogo.

Abrumadora inmersión

Una experiencia sensorial inmersiva, ejercicio de seguimiento constante similar a la narrativa de un videojuego, resuelto a nivel audiovisual de una manera admirable. Si bien es la película en supuesto plano secuencia que peor camufla sus cortes, sería un desperdicio que esto nublase múltiples instantes de excelencia visual, con secuencias de tensión apabullante. Excelente es también el diseño sonoro, y aunque su labor es secundaria con respecto al envoltorio audiovisual, la labor interpretativa de George MacKay debe ser aplaudida. El filme, en contra de lo que vaticinaban los escépticos, es también efectivo en el plano emocional.

La elegancia formal no siempre halla relación en el entramado argumental. La puntual descripción que se hace del bando alemán resulta tristemente caricaturesca, y a nivel tonal el filme se abandona en varios instantes a una exaltación patriótica meliflua que chirría ante los ojos del respetable. Y aquellos espectadores de extrema integridad ética encontrarán que el filme presenta inconvenientes morales, pues utiliza la pérdida y desgracia de tantos inocentes como herramienta pirotécnica con tendencia al morbo (el momento en el que la mano del protagonista se apoya en un lugar indebido incita a una carcajada incómoda). Pero ello no quita de que nos encontremos ante una notable película, de visionado obligatorio por sus características formales en la mejor sala de cine que sea posible.

Frases destacadas

«No recuerdo, diantres

Tráiler oficial de «1917»

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