Cinta danesa irregular que muestra los retazos de una guerra disputada contra el enemigo, el Estado y uno mismo
Nominada al Oscar en la categoría de mejor película de habla no inglesa hace dos años, nos llega a nuestras carteleras la cinta danesa «A War (Una guerra)». Un trabajo del danés Tobias Lindholm que nos presenta la batalla de un militar que libra un conflicto tanto en territotio enemigo, en concreto en el corazón de Afganistán combatiendo a unos talibanes que jamás vemos en pantalla, como con sus hombres, su familia, el Estado que carga contra él y en último instante para con él mismo.
Dividida en dos mitades muy diferenciadas, la primera de ellas se subdivide en dos campos espaciales distintos. El comandante Pedersen, organiza diferentes patrullas del ejército danés en territorio afgano, desactivando minas e intentando alejar al peligro talibán de la población civil. Conectado tan solo por un teléfono, su voz le une espiritualmente con su mujer y sus tres hijos que le esperan en su país. Se origina mediante el montaje paralelo un acercamiento a la ausencia de este hombre dentro de su nucleo familiar. Se suceden pues dos secuencias que vienen a evidenciar que los hijos echan de menos al padre, lo cual les lleva a desarrollar un comportamiento distendido y rebelde. Mientras que la primera, corta en su ejecuión, deja de manifiesto tanto esta actitud de los hijos como las dificultades de la madre por hacerse cargo de ellos en solitario, la segunda, mucha más prolongada, se limita a subrayar lo anteriormente mostrado no aportando nada nuevo a lo que se quiere decir e invalidando el carácter realista de la secuencia. Por otro lado, el comandante vive diferentes episodios que podrían plasmar los retazos de una guerra sin enemigos a la vista. Observamos diferentes misiones o problemáticas que debe resolver estando al mando. No obstante, mientras algunas de sus escenas, sobre todo aquellas que desempeñan una tensión narrativa en las escenas de acción, nos sumergen de lleno en el infierno de la guerra, otras, en su carácter estereotipado, exagerado u obvio, nos descolocan totalmente de cualquier aire mínimamente verosímil.
Un hombre contra el Estado y contra su propia moral
La segunda mitad se origina a partir de un giro de guion que busca cerrar el carácter episódico de la primera para enfrentarse a un último gran desafío. Abatido por una acusación de gravedad, el comandante es retirado de sus servicios y obligado a volver a Dinamarca a enfrentarse en un juicio a unos hechos acaecidos en uno de los momentos más dramáticos del filme. De vuelta a casa, el matrimonio se mantiene unido pero él demuestra una debilidad que le hace mostrarse siempre con un carácter distante y pensativo. Unos de los mayores errores de la película consiste en el hecho de que mientras el padre no está, los hijos presentan un comportamiento negativo, pero una vez regresa, pese a su estado de letargo que se aleja de su carácter habitual, los niños y la estabilidad familiar dejan de ser un problema y tan solo irrumpen para interpelar a la moralidad del padre. Pierden todo el protagonismo, empiezan a portarse bien e invalidan todas las secuencias en las que trataban de explicarnos su desarrollo. Del mismo modo, la mujer, acaba siendo un mero sustentamiento moral limitándose a hacer acto de presencia.
Mutando hacia una película de juicios, la cinta aborda en su tramo final el proceso en el que se acusa al protagonista. De nuevo, como en las pequeñas pinceladas de la guerra, donde secuencias precisas y bien planificadas constrastaban con otras ideadas de manera más burda y simple, encontramos de nuevo las mismas irregularidades. Por un lado, el juicio interpela también al espectador, quien elabora mentalmente su propio veredicto ante un caso que se mueve entre la legalidad y la moral. Un ejercicio interesante y arriesgado, que sabe generar el debate interno del propio espectador. Por otro lado, personajes estereotipados como el abogado defensor o sobre todo la fiscal, así como las incesantes notas musicales a modo de trasición o los ralentíes, evidencian la artificialidad de lo reproducido.
El resultado de todo ello es un filme ambicioso, que quiere mostrar la cotidianidad de una guerra que se libra contra un enemigo en muchos casos invisible, pero también la ausencia del soldado en su propio hogar y las decisiones críticas tomadas en batalla que cuestionan planteamientos ya no solo legales sino también éticos y morales. No obstante, pese a que la película en algunas ocasiones refleja con exactitud lo que pretende, al querer abordarlo todo opta por exagerar algunas ideas y abandonar otras ya iniciadas para poder unirlo todo dentro de un conglomerado de 115 minutos.
Frases destacadas:
- «¿Papá, es verdad que mataste a niños»
- «Lasse, te vas a ir a casa»