Pese a que el trailer de la película nos la vende como un thriller de ciencia ficción, lo cierto es que estamos ante una obra profunda y reflexiva, pero en ocasiones fallida, que usa el espacio como mcguffin para hablar de la pérdida, la soledad y la ausencia del padre en un entorno de colonización espacial.
Preguntas universales y duelo interior
James Gray plantea varias preguntas para las que cada uno deberá encontrar su propia respuesta, en este viaje al espacio exterior que, de forma paradójica es más bien un viaje interior. «Ad Astra» falla en muchas cosas, pero no en la de presentar como tesis este aspecto reflexivo de nuestro papel como especie y de nuestro propio duelo interior individualizado. La ausencia del padre y cómo afrontar el duelo cerrándolo y pasando página, sin olvidar a la persona ausente, es la idea principal del largometraje. En el trayecto, Gray, que también realiza el guión junto con Ethan Gross, es donde más falla y «Ad Astra» tiene más de melodrama genérico que de obra magna de ciencia ficción.
James Gray hace que tanto Brad Pitt como el resto de personajes destaquen sobremanera. La excepción es Donad Sutherland, su personaje es ciertamente prescindible en el desarrollo de la acción. «Ad Astra» es una obra puramente especulativa, se lanza sin ambages y sin ataduras hacia una visión realista del futuro y de la colonización del sistema solar por parte de nuestra especie en un «y sí» en el que se pregunta como será nuestro futuro. Es aquí donde las reflexiones y las preguntas interiores cobran mayor relevancia y están en total conexión con las imágenes y la narración, acompañada de una estupendísima banda sonora a cargo de Max Richter. James Gray nos presenta un futuro en el que en vez de convertir a la Luna o a Marte en paraísos donde enmendar nuestros errores como especie, los hemos transformado en versiones en miniatura de lo mismo que tenemos aquí. Versiones de frontera como eran los pueblos del Lejano Oeste, con la misma esencia más agreste, endurecida y cínica. Gray nos muestra el planeta Tierra como paraíso a preservar, tal y como nos da a entender la multitud de planos aéreos y espaciales del mismo, sobre todo en la secuencia inicial del filme.
Brad Pitt en estado de gracia
Brad Pitt se transmuta aquí en héroe de western, espacial, pero western. Un tipo duro, impertérrito, que hace lo que debe hacer porque es su trabajo y es el mejor en lo que hace, como Lobezno, pero con un amargo poso interior. Como Gary Cooper, como James Stewart, como John Wayne en «Centauros del Desierto» (John Ford, 1956), de la que «Ad Astra» bebe más de lo que reconoce. Mucho más que de «2001» o «Interestellar« como otros han querido ver. Y lo hace dotado de una naturalidad tremenda, tanto para mostrar los momentos de frialdad como cuándo finalmente se rompe y cierra el duelo. Brad Pitt parece estar en estado de gracia tanto por lo mostrado en «Once Upon a Time in Hollywood« como aquí, en donde está solo en un gran número de planos y en que, pese a la a veces excesiva voz en off interior, se enfrenta narrativamente a las acciones de forma actoral y no verbalizada. Pitt encarna a Roy Mcbride en el viaje por encontrar a su padre, héroe sideral y posible causante de una serie de anomalías que están provocando un apocalipsis tecnólogico en la Tierra. No hace falta explicar más de la trama porque esta no es lo importante.
Pero lo dicho, el largometraje también falla, y falla bastante, aunque no lo suficiente como para hacerla una película fallida pero sí como para no hacerla la obra maestra de Gray que muchos esperaban(mos). Como hemos comentado anteriormente el personaje de Sutherland aparece de la misma forma que desaparece sin aportar demasiado más allá de su mera presencia, por ejemplo. Por otro lado, la búsqueda del padre, un solvente Tommy Lee Jones, y la resolución apresurada de la misma, no deja de ser una excusa narrativa pero que acaba haciendo que la película se divida en dos partes, la de ciencia ficción y la de melodrama genérico de relación paterno-filial de los que tanto abundan en Hollywood. Pero los aciertos son muy grandes y narrativamente tiene momentos de gran epicidad y de magnificiencia cósmica. No a la altura de lo vendido en las promos, pero sí como para mantenernos asombrados y con la boca abierta en muchos momentos. En definitiva, «Ad Astra» se queda a medio camino de la reflexión interior de «Solaris», de la ciencia ficción especulativa que sí ha sabido dar una serie como «The Expanse» o del western cósmico de «Atmósfera Cero» (Peter Hyams, 1981).
Tráiler oficial de «Ad Astra»
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