After party es la ópera prima de Miguel Larraya -director bregado en los pasillos y platós televisivos- que pone oficio para firmar lo que será un entrañable filme de culto al albur del cine low cost.
Afterparty se une al desmadre del terror
Como mandan los cánones del género, la historia la protagoniza un guaperas caradura que protagoniza la sensación televisiva del momento –Campamento Terror- y está a un paso de convertirse en el sucesor de Banderas. Un amigo le convence para ir juntos a una fiesta de esas en las que nos has estado en tu vida pero que parece que te la restriegan por la cara en cada anuncio de objeto-fetiche-caro-hortera de chavalas liberales, piscina interior, instagram con flash calibrado, shorts que solo tapan el ombligo y gafas de interior nocturno. El afterparty, entonces, se convierte en la pesadilla del protagonista que, junto a un grupete de jovenzuelas y un convidado de piedra –el freak de turno- se quedan encerrados en la casa. Por no desentonar con la ortodoxia del terror adolescente, algún desalmado –enmascarado- se dedica a destripar por deporte, con el juego del mírame y no me coges y así hasta dar con el asesino de turno.
AfterParty, por tanto, es un producto para un consumo sin contraindicaciones, de metraje ajustado y muchos momentos de descanso visual que se apoya en el videoclip sensual para completar el cuadro terrorífico. Espera el tirón juvenil con el desparpajo y el atractivo de sus protagonistas que son lo que se espera de ellos, alto guapos y elegantes. Una melodía de sangre y gracia que asegura una buena tarde de risas.
Nota de After-Party: 5,21