Mar. Mar 19th, 2024
ALANIS es una película urgente, callejera, carnal, amorosa y política.

Aproximación cruda y directa a la marginalidad argentina desde la prostitución y la maternidad.

Existe cierta tendencia durante los últimos años a galardonar en certámenes cinematográficos y galas de premios a cintas cuya esencia radica en la denuncia social. Una muestra de que la línea que dicta que el cine debe ser un mecanismo para reflejar (no siempre de manera honesta) la realidad, y cambiar el mundo en el que vivimos, está cobrando fuerza. Un ejemplo claro de ello sería la Palma de Oro que se le otorgó a Ken Loach por «Yo, Daniel Blake» (2016), quien realizó una película simplista, maniquea y repleta de planos obvios y un guion carente de cualquier atisbo de verosimilitud. Mucho peor sería el caso de «Godless» (Ralitza Petrova), Leopardo de Oro en Locarno ese mismo año, un filme abyecto que busca impactar al espectador desde un prisma pornomiserabilista sobre la situación social de Bulgaría. No obstante, esta temática no está reñida con el buen hacer fílmico. Premios a películas como la oscarizada «Moonlight»(Barry Jenkins) así lo atestiguan, pues deja patente que es posible denunciar la marginalidad afroamericana, la homofobia o el bullyng, sin caer en trampas que busquen la manipulación emocional del público a la vez de saber transmitir unas ideas claras a través de las herramientas puramente cinematográficas. La argentina «Alanis», quinto largometraje de la realizadora Anahí Bernari, ganadora del premio a mejor directora en San Sebastián y a mejor actriz por el papel de Sofia Gala, por desgracia, sin llegar al nivel, ni mucho menos, de las obras de Loach y Petrova, estaría más cerca de estos dos que de Jenkins.

Alanis es La película más premiada del Festival de San Sebastián 2017, siendo la Primera doble Concha femenina en la historia del Zinemaldia

Frontal

Bernari apuesta desde su primera escena por ofrecer una mirada frontal y directa de la feminidad de su protagonista. Así pues, el primer plano que vemos es el de Maria, también conocida como Alanis, a quien la dirección no perderá de vista durante sus 82 minutos de duración. En primera instancia la observamos desnuda,  siendo conocedores del medio con el que ella se gana la vida. En segunda, amamantando a su hijo, motivo por el cual ella desempeña ese trabajo. O al menos eso es lo que se nos hace creer para después sorprendernos con algunas de las decisiones pasadas y futuras de su personaje principal. Asentada en un domicilio en el que poder ejercer con cierta tranquilidad la prostitución, asistimos a su expulsión de ésta primeramente por la irrupción de la policia en una escena que, de manera no intencional, se antoja extraña rozando el ridículo. Esto se debe a que la cineasta intenta metaforizar el peso de la fuerza estatal oprimiendo a la joven desamparada asaltando la casa por la fuerza jugando torpemente con la espacialidad que ofrece la fotografía del plano. Además, la escena posterior donde el casero le cierra la puerta de su casa se vive de manera efectista, aunque bien es cierto sabe dotar de cierta realidad a la reacción confusa de ésta. A partir de entonces esta mujer vivirá un periplo que le llevará a refugiarse en la tienda de ropa de su tía, quien vive con un hombre que resultará por su honestidad y entereza el único personaje meramente positivo de la cinta, así como el mejor construido por su cercanía y verosmilitud. Seremos testigos más adelante de la desgana de Alanis por ejercer otro trabajo que se no sea la prostitución, algo quizás demasiado reincidente en los planos donde se muestra la actividad de otras prostitutas a sus espaldas. También la desgana con la que realiza su profesión en una escena sexual donde busca proyectar en el espejo, un elemento recurrente en distintos puntos de inflexión dentro del filme que juegan un papel de transición bastante acertado, aunque no sea el caso de esta última secuencia en cuestión. Una escena que busca ser en cierto modo catártica, que refleja su sufrimiento, pero que acaba recreándose en la miseria moral de ella al acercar el plano a su rostro. Un acercamiento deshonesto y perverso que humilla al personaje no solo ante ella misma, sino delante del morbo del espectador. No ayuda tampoco el subrayado final, donde es apalizada por otras protitutas por haber violado su territorio.

Alanis está dirigida por Arahí Berneri y protagonizada por Sofia Gala Castiglione.

«Alanis», a modo de cinta neorrealista, consta de una estructura circular, con un final sugerente y ambiguo. Su regreso a la tranquilidad, a la opción de ejercer la prostitución sin miedos y ataduras, plantea ciertas cuestiones al espectador. Preguntas sin respuesta que se le podrían hacer al personaje principal, pero también a la misma sociedad  argentina. Y es en este epílogo donde el filme recobra fuerzas y se distancia de los defectos anteriormente mencionados. El no juzgar a un personaje que antepone la prostitución a la limpieza es una decisión valiente y también honesta. Una propuesta que podría haber sido de lo más atrayente y que se pierde por los subrayados y el enfoque miserabilista que caracteriza la dirección de casi todo el largometraje.

Frases destacadas:

  • Alanis: «Los hombres te miran las tetas, no la panza»
  • Tía: «No vuelvas a coger dinero de la caja sin mi permiso. Por el niño, si no te ibas ahora mismo»
  • Cliente: «¿Te gustó putita?»

Tráiler de «Alanis»:

 

 

 

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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