Philippe Van Leeuw limita el espacio fílmico para construir un filme sobre la incomunicación en la guerra de Siria.
«Alma Mater» («Insyriated», en versión original), el segundo largometraje del director belga Philippe Van Leeuw, se inserta en el panorama actual de Siria para construir un relato que retrata la vida de un grupo de personas que se ven obligadas a permanecer en el interior de un bloque de pisos a causa de un exterior amenazante dada la presencia de francotiradores. Oum (Hiam Abbass), la mujer que lidera al grupo, vela por los miembros de esa pequeña comunidad para mantenerles con vida, haciendo del filme un drama que, a su vez, trabaja constantemente con la tensión generada por un espacio reducido que deviene inseguro.
Teniendo en cuenta que el primer largometraje de Van Leeuw («Le jour ou dieu est parti en voyage», 2009) revisaba el genocidio de Ruanda, «Alma Mater» aparece como un indicio más de que el cine del director belga no es sino un instrumento de comunicación con el que dar vida a episodios históricos que bien pueden caer en el olvido, sirviendo tanto como medio de memoria histórica, como un ejercicio de crítica sobre la misma que hace uso del género dramático de una forma similar a la de realizadores europeos como Michael Haneke. Para ello, Philippe Van Leeuw construye un espacio fílmico que actúa como símbolo de la situación actual de Síria y que, al mismo tiempo, deviene un mecanismo narrativo que pone de relieve la tensión vivida por los personajes. El apartamento en el que se refugia el grupo (único espacio realmente palpable en el filme) refleja una comunidad incomunicada e incapaz de relacionarse con el exterior a causa de unos francotiradores que podrían acabar con sus vidas. Dentro son seres invisibles, prácticamente inexistentes, pero fuera pueden dejar de existir totalmente. El espacio fílmico representa un conflicto falto de cobertura, ignorado más allá de los territorios colindantes y, por lo tanto, limitado a la hora de tener impacto alguno en el resto del mundo. Van Leeuw, por lo tanto, hace uso de un espacio simbólico que articula un discurso sobre la situación actual siria en relación a la falta de conocimiento del resto del mundo sobre la misma. Por otro lado, en un sentido cinematográfico, el espacio es también el encargado de crear la tensión necesaria para transmitir una sensación de amenaza constante que pone de relieve la fragilidad de los personajes, propiciando la aparición de situaciones dramáticas con las que estremecer al espectador. El espacio, entonces, se reitera constantemente a través de unas imágenes que sugieren que no hay nada más allá de las paredes que rodean a los personajes, concentrando la acción en un espacio único que deviene asfixiante para el espectador.
Alma Mater es un largometraje sobre la incomunicación y la fragilidad humana en un contexto bélico, sobre la supervivencia de unos personajes que ven limitada su existencia psicológica y físicamente. Y en ese sentido, Philippe Van Leeuw ha sabido construir un filme sólido que acierta en sus propósitos a la hora de hacer uso del medio como vía de manifestación de lo invisible, lo ignorado, lo olvidado. Oum, la protagonista, resulta imperceptible para el exterior pero el filme la convierte en alguien reconocible a través de un relato que la configura como heroína. Siguiendo la tradición de géneros como el western o el cine negro, el director convierte a la mujer en una agente de purificación que vela por acabar con la violencia que rodea a sus seres queridos. Pero a pesar de ello, la reclusión a la que se ve sometida, así como la imposibilidad de controlar los peligros que amenazan desde el exterior, sugieren que la violencia de nuestro tiempo no tiene vía de escape más allá de la protección que puede otorgar el simulacro de la propia inexistencia.