Tras su paso por la Sección Oficial del Festival de Málaga, se estrena la ópera prima del director nominado al Oscar Esteban Crespo.
Esteban Crespo se ha labrado una importante carrera dentro del cortometraje, llegando incluso a haber estado nominado al Oscar por «Aquel no era yo» (2012), cinta sobre los niños-soldado en África. En su paso al largometraje, «Amar», Crespo vuelve sin embargo a sus primeros filmes, decidiendo ampliar el punto de partida de un trabajo homónimo de 2005, sobre una joven pareja que experimentan nuevas maneras de mantener relaciones sexuales en la casa de ella. El director comienza su película de la misma manera, pasada por un filtro lumínico más estético, y, a partir de aquí, desarrollará toda una historia en torno a una clásica relación pasional adolescente. Como unos modernos Romeo y Julieta, Carlos y Laura intentan que su amor sobreviva a la toxicidad de su entorno y a una sucesión de fatalidades que inevitablemente acabarán por alcanzarles y les conducirán a un dramático final.
Comedia involuntaria
Cabría cuestionarse qué lleva a un director ya muy asentado a recurrir no solo a trabajos anteriores, sino a los de sus inicios. Crespo también convierte su primera obra, «Siempre quise trabajar en una fábrica» (2005), en una escena completa de la película, pero en sus cortos captaba cierta realidad como retazos aislados, en el conjunto de «Amar» es todo impostura, fruto en su mayor medida de un guion inverosímil que, en un filme que alude tanto a la tragedia shakespeariana (también a Otelo con la aparición protagonista de los celos y de un personaje apodado «el moro»), genera sin embargo momentos risibles de manera casi constante. No sería un problema si se tratara de un modo provocado de aligerar la tensión y el patetismo, pero no es el caso. Queda así en evidencia que quizás Crespo no tenga mucho más que contarnos de lo que ha hecho ya, algo que también se aprecia en la reiteración a nivel visual y en la manera en la que conduce la interpretación de todos los miembros del reparto. Los casi debutantes María Pedraza y Pol Monen, cuya apariencia sin duda es de lo más acertada, no logran transmitir emociones correspondientes a su edad, aunque sus actitudes tampoco les hacen más maduros, por lo que la empatía y la nostalgia son nulas. Ayuda menos aún la cuestionable labor de actores que han demostrado su valía ya sobradamente, como es el caso de Natalia Tena («10000 km»), improbable madre en medio de una ridícula subtrama familiar.
También el supuesto romanticismo queda anulado por lo mediocremente desarrollados que están los sentimientos, en favor de una evolución a nivel físico, lo cual no dejaría de tener interés, si no fuera por la insistencia de Crespo de utilizar primerísimos y casi violentos planos, más incómodos que si fuesen explícitos, impidiéndose a sí mismo y al espectador explorar la sexualidad de los jóvenes, la cual solo se verbaliza de la manera más tosca. Esto se aprecia especialmente en las conversaciones de Laura con sus amigas, forzadas y muy lejanas de la naturalidad de trabajos que le podían haber servido de referente como «Las amigas de Ágata». Solo las escenas de la mencionada apertura y del cierre dan cierta coherencia a una obra en la que, sin embargo, queda de manifiesto la falta de evolución precisamente en esas dos secuencias, muy similares, entre las que todo lo que ha sucedido parece carecer de la importancia que le había otorgado la seriedad con la que lo encara Crespo. La vocación artística de «Amar» contrasta con el caracter comercial de una propuesta híbrida, con un aire de atemporalidad que la hace tan peculiar como prescindible en cuanto a documento de su (nuestro) tiempo.
Frases destacadas:
- Carlos: Me encanta respirarte.
- Amiga: Me gustaría poder querer como tu.
- Laura: Yo estoy enamorada de mi novio.
- Laura: Te quiero, y creo que te querré siempre.
- Laura: Estar contigo es lo más bonito y romántico que me ha pasado en la vida.