Mar. Mar 19th, 2024

Evolución de una relación disfuncional a través de diversos lapsos temporales que aborda la sociedad rumana, la enfermedad, la religión y el psicoanálisis

El cineasta rumano Călin Peter Netzer se hizo con el Oso de oro en 2013 por su cruda cinta «Madre e hijo». Con tan solo cuatro largometrajes a lo largo de una carrera de catorce años, el cineasta ha vuelto a ser premiado en el festival berlinés con su nuevo trabajo «Ana, mon amour», el cua logró ser galardonado por su innovación técnica gracias a su montaje.

Evolución de pareja

La cinta que hoy nos atañe se abre haciendo gala de un estilo acorde a la tónica reinante del cine de autor rumano de festivales. En sintonía con la dirección de directores como Cristian Mungiu o Cristi Puiu, el estilo hiperrealista se acerca a los personajes hasta tocarles físicamente manteniéndose en continuo movimiento buscando una constante sensación de verosimilitud. A partir de este enfoque, se nos introduce a los dos personajes de la cinta, el joven Toma y su compañera universitaria Maria. Vivimos un romance físico y sexual que en el algunos momentos nos puede rememorar levemente a «La vida de Adèle« (Abdellatif Kechiche, 2013). No obstante, en seguida comprendemos que el cineasta rumano opta por no seguir una narrativa cronológica clásica sino que interrumpe la evolución de la pareja mezclando situaciones presentes, pasadas y futuras para explicar el funcionamiento de este romance. Un ejercicio, el de contrastar los inicios esperanzadores y felices de una relación con la angustia y crudeza de sus momentos finales, que se antoja poco original y ya explorado en otras cintas de los últimos años como «Blue Valentine» (Derek Cianfrance, 2010),  «Alabama Monroe»  (Felix Van Groeningen, 2012) o «Mi amor» (Maïwenn Le Besco, 2015). Además, el hecho de que el espectador pueda identificar el momento temporal de la secuencia a juzgar por la pérdida de cabello del protagonista demuestra cierta falta de pericia a la hora de lograr transmitir como se desgasta ese amor que relata.

Peter Netzer peca además de querer abordar demasiadas temáticas dentro de su filme, yendo demasiado deprisa a la hora de presentar las distintas acciones y no dejando tiempo para que sus personajes respiren y evolucionen de una manera más fluida. La comida con los padres de ambos, que vienen a anunciar la disfuncionalidad de la familia de la que surgen los dos protagonistas, se antojan demasiado recargadas e histriónicas, traicionando el halo de realismo que desea impregnar el estilo de la dirección. Del mismo modo se suceden todas las secuencias que buscan marcar un punto de inflexión en la vida de ambos. Ahí está lo simplista y sencillo que resulta la justificación en la que Toma deja su trabajo debido a su idealismo literario en la burda comparación entre la calidad artística y el beneficio económico las obras. Más interesante resulta por su lado el refugio del confesor religioso como vía de escape a los males de la vida en sociedad y su evolución lógica hacia el psiconálisis. Del mismo modo, se vive de manera coherente el vuelco de la personalidad de ambos hacia el final del filme, justificando sus decisiones del pasado aunque presentado de una manera algo abrupta como el que busca generar cierto impacto.

Desde luego no nos encontramos ante un filme reposado o tranquilo, sino que más bien busca la manera de impresionar y abordar distintos males de la sociedad rumana y de las relaciones humanas dejando un resultado irregular debido a sus propias pretensiones.

Frases destacadas:

  • Ana: «¿No pensaste en que podías estar alimentando mi enfermedad?»
  • Toma: «Ese hombre durmió con ella hasta que tuvo 14 años»

Tráiler de «Ana, mon amour»:

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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