Mar. Mar 19th, 2024

Afirma Eloy Enciso que la película trata de conciliar dos formatos que, por principio y por historia, parecen antagónicos. Realidad y ficción se entretejen en esta fábula costumbrista de olvido y penumbra rural.

 

Fábula realista

Por un lado, Arraianos es un documental de interrogantes donde la cámara se sitúa inteligentemente en la frontera entre  la belleza plástica y el retrato íntimo en un viaje temporal a una edad arcaica y medieval -no exento de brutalidad-. En el otro lado se coloca la ficción, basada en el texto teatral de “El bosque”, donde dos paisanas perdidas entre la espesura del monte buscan una salida espiritual y reflexiva a los dilemas del ser humano como llave para volver a la civilización. Apoyándose en actores no profesionales, naturales de la zona, el discurso altamente poético y remoto, parece suspendido en el tiempo y ofrece  pocas alternativas sugestivas en el plano emocional debido al carácter hierático impuesto a las actrices debido a sus escaseces expresivas. Estas carencias se llevan al extremo: sin movimiento, sin emotividad, como estatuas micénicas talladas a modo de árboles parlantes en la espesura. Y así, llevado al antagonismo del naturalismo interpretativo de la ficción actual, dificulta la interacción afectiva por más intencionales que puedan ser sus recursos narrativos, visuales y sonoros.

 

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 ¿Reflexión o divagación?

Los altibajos de la ficción arraiana se tratan de encofrar con el cemento de la realidad documental – como apuntaba, un viaje al pasado, mísero, aislado, tradicional, lejano-. Bien anclado en un lenguaje que parece manejarse con más oficio que genio, los fragmentos documentales se componen de diferentes escenas a modo de mosaico agrario altamente meditabundo del que se pueden extraer algunos discursos coherentes con interesantes reflexiones -admitiendo que soy víctima de la rítmica y la intención innata de formar un relato-. Entre esas divagaciones encuentro un relato místico del gusto de una sociedad presocrática, donde los elementos esenciales tierra, agua, aire y fuego determinan la esencia vital Arraiana. Por otro lado, sospecho de un canto a las manos curtidas de lo femenino, de la tradición aislada que se agarra, entre la saudade y el orgullo agrario, a unas raíces ibéricas olvidadas y denostadas. Pero puedo oir  un grito de ayuda hacia un entorno solitario y sumido en el olvido de una sociedad postindustrial que apenas ha enviado emisarios reales para anunciar la llegada del tren de vapor. También presumo que es vistazo antropológico muy del gusto del formato documental para uso de las jóvenes generaciones. En definitiva, Arrainaos es un amalgama de intenciones, de amagos, de ventanas ciegas. Una propuesta  de libre interpretación que transita por lugares ya abiertos y que, tratando de salvar el obstáculo de la reiteración tanto en la temática como en la propuesta con una original intención ficcional, no termina de romper alguna costura ni hacer herida. Arrainos es excesivamente cívica y moral aunque eso no le ha impedido llevarse el Gran Premio “Vanguardia y Género” en BAFICI, el  galardón Nuevas Olas de Sevilla  o pasearse por los festivales de Locarno o Vancuver.

Preciosismo digital

En otro plano, la película es de una buena factura técnica, con bellos momentos paisajistas donde se exprime al máximo las bondades de la brecha digital, híper-definición, colores de moda y sonido envolvente, posiblemente demasiado preciosista en un discurso de tintes ludistas o probablemente anti-tecnológicos.

 

Frase destacada de Arraianos

Paisana: «Esto va a ser el fin del mundo. En esta tierra.»

Nota de arraianos: 6.2

Un comentario en «Arraianos»

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