Astérix y Obélix regresan, esta vez en 3D, con un largometraje que logra evocar a la perfección la genialidad de su época dorada animada.
Resulta improbable que, cuando en 1959, la pareja de historietistas compuesta por René Goscinny y Albert Uderzo publicaron la primera aventura de Astérix, tan siquiera imaginasen remotamente el éxito comercial y el calado en la cultura popular contemporánea que ha terminado obteniendo su obra con el paso del tiempo. Las peripecias de los habitantes de la mítica aldea poblada por irreductibles galos resistentes a la invasión del Imperio romano terminaron trascendiendo al papel, adaptándose con notoriedad al medio cinematográfico gracias a los filmes animados aparecidos entre las décadas de los 60 y los 90, cuyo cenit se alcanzó en 1976 con la genial “Las doce pruebas de Astérix”.
Las andanzas fílmicas de los, probablemente, personajes más famosos del cómic francés, tomaron un giro especialmente desafortunado cuando en 1999 se estrenó la primera adaptación live action de la franquicia “Astérix y Obelix contra el César”, a la que seguirían otros tres largometrajes, cada cual de más dudosa calidad que el anterior.
Por suerte para los que crecimos entre sus tebeos y VHS y, de igual modo, para los neófitos en el universo del Galo bigotudo y su eterno y rechoncho acompañante, Astérix y Obélix han regresado a la animación que nunca debieron abandonar con “Astérix: La residencia de los dioses”; una brillante traslación del álbum homónimo original, esta vez en un glorioso y encantador 3D.
El respeto por la obra original del que hace gala el filme resulta, cuanto menos, digno de alabanza. Pese a las licencias tomadas especialmente a la hora de reinterpretar el último tramo de la historia, la fidelidad y el respeto por el imaginario de Goscinny y Uderzo se hace evidente en todo momento, dando lugar mejor adaptación que han recibido los personajes desde hace más de tres décadas. No obstante, el mayor logro de los directores Luis Clichy y Alexandre Astier, dista mucho de la acertada similitud con el material sobre el que se han basado, siendo este la capacidad de su obra para evocar —y, sin duda, hacer añorar— esos placenteros e hilarantes momentos frente a una televisión de tubo que los aficionados más entrados en años disfrutamos en su momento, potenciando la cinta con un factor nostalgia que deriva inconscientemente en una sonrisa cómplice desde el patio de butacas.
“La residencia de los dioses”, pese a su indudable atractivo para el seguidor veterano, atesora la estimable virtud de ofrecer suficientes alicientes como para cautivar a toda clase de público.El sector infantil se verá gratificado por una comedia visual ligera, en la que el slapstick más clásico se da la mano con el humor entrañable marca de la casa, todo envuelto con una animación 3D colorida, detallista y vistosa que actualiza a la perfección la apariencia, hasta ahora plana, de los protagonistas.
Por otra parte, la inteligentísima lectura socio-política de la película hará las delicias del público adulto gracias al habitual tono satírico presente en la publicación impresa, traducido en este caso en una hilarante y punzante crítica al sistema capitalista, la lucha obrera o la especulación urbanística que, generando un anacronismo constante durante la narración, se alza como el mayor y más estimable acierto de una película que hace honor, con creces, al dúo de galos más distinguidos de la ficción dentro y fuera de la viñeta.
Frases destacadas de «Astérix: La residencia de los dioses»
- Obélix: «Yo tengo una idea, pero no te va a gustar…»
Abradacúrcix: «¡Les daremos a esos romanos una buena paliza!»
Obélix: «¡Esa, esa era mi idea!»
- Astérix: «Tenemos que librarnos de los civiles… Sin pegarles.»
- Ordenalfabetix: «¡Ya éramos tontos antes de llegar los romanos!»
- Obélix: «Están locos estos galos…»