Mar. Mar 19th, 2024

La increíble puesta en escena del último trabajo de László Nemes se pierde en el caos de una trama que ni se entiende ni hace por querer que la entendamos

Resulta sorprendente que la segunda obra de un director que despuntó con una ópera prima tan inmersiva y poderosa como es «El hijo de Sául» (2015), utilice de nuevo la puesta en escena de la primera y la reacción del público sea tan opuesta. Si en el primer filme de László Nemes la cámara al hombro y los primeros planos nos adentraban en el horror claustrofóbico de un campo de concentración, en «Atardecer» el seguimiento continuo de una joven de Budapest no puede ser más distante. Porque los primeros planos, por mucho que nos aproximen a lo que sucede, se pierden en un caos narrativo que, no solo nos deja totalmente fuera de lo que sucede, sino que tiene la capacidad de provocar ya no rechazo, sino total indiferencia hacia la sucesión de acontecimientos.

Budapest 1913

Sería complicado elaborar una crítica no comparativa con el primer largometraje del cineasta anteriormente mencionado. Y lo sería porque ambas cintas beben de un aparato formal y una búsqueda emocional muy parecidas, por muy dispares que sean finalmente sus resultados. «Atardecer» pretende explorar la aventura de Irisz Leiter, una joven huérfana que regresa a Budapest en 1913 para conseguir un empleo de sombrerera en la antigua tienda que perdieron sus padres. A partir de aquí, el filme se funde en un caos constante, pero no como en «El hijo de Sául», pues aquí no hay podredumbre y violencia constante (aunque sí en algunas escenas), sino que aborda desde el primer plano la aristocracia y la alta burguesía húngara. Dejando en desenfoque aquello que no atañe a la protagonista, pero sin saber jugar con maestría con el fuera de campo visual y sonoro del campo de concentración de Sául. Irisz, al igual que Sául, también se mueve por este bullicio continuo motivada por sus lazos familiares, o por un resquicio que queda de ello, algo que le hace sentir que pertenece a algo. Sául y su hijo, Irisz y su hermana. Ambos emprenden un viaje que les lleva a conocer las pasiones deshumanas más cruentas, intentando permanecer fuertes ante el infortunio y anihilando su carácter hasta convertirse en seres encerrados en sus propios pensamientos.

La excelente factura técnica sustentada en un diseño de vestuario y de producción prodigioso, no consiguen por su parte que sintamos la más mínima cercanía al periodo abordado. Ni su complejo entramado social y político de preguerra ni en el raccord emocional de su protagonista. Sorteamos un sinfin de irrupciones de personajes cuya aparición se antoja harto aleatoria. El espectador pocas veces comprenderá que es exactamente lo que está pasando. Y esta abstracción del hilo conductor no sería necesariamente negativa sino fuera por la desidia y el desinterés constante que suscitan los 142 minutos del duración del metraje. Un efecto que provoca fatiga y desesperación y que condena a una película con todos los medios a manos de un genio que se dio a conocer en solitario en 2015 con un producto totalmente fallido.

Frases destacadas:

Niguna

Tráiler de «Atardecer»:

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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