Cinta croata que explora el amor durante dos décadas en el contexto de la guerra de los Balcanes
En 2005, el taiwanés Hou Hsiao-hsien presentó «Three times (Tiempos de amor, juventud y libertad)». En ella, mostraba tres historias prolongadas en el tiempo, una en 1966, una segunda en 1911 y una última en 2005. Con una apuesta estética que se fundía con lo narrado en su periodo, resultaba curioso que los tres relatos estuvieran protagonizados por la misma pareja, Shu Qi y Chang Chen. Algo similar ocurre en esta cinta croata titulada «Bajo el sol». Dirigida por Dalibor Matanic, se llevó el Premio Especial del Jurado en «Un Certain Regard» en el Cannes de 2015. Dividida en tres episodios que abarcan 1991, 2001 y 2011, nos narra tres historias de amor que de algún u otro modo están prohibidas. No obstante, lo que busca en última intancia el realizador es sumergirse a partir de este acercamiento personal en la historia reciente del país. Algo así como lo que logró Jia Zhang-ke en «Más allá de las montañas» (2015) mostrando el pasado abriéndose a la nueva economía capitalista, el presente del país y un futuro no muy lejano donde el individuo autóctono se ha desarraigado de su cultura debido a su nueva posición social.
Tiempos de amor y de guerra
Con la inmediatez de un conflicto anunciado como es la guerra de los Balcanes, se inicia el primero de los episodios que abarca el filme. En pleno 1991, una pareja feliz se mantiene al margen de un conflicto cargado de odio que lucha por dividir e intimidar. Con la cámara siempre siguiendo de cerca, se empeñan en lidiar ante la crudeza de lo presente. No obstante, no viven en la ignorancia, el espacio y la familia juegan un papel dominante de la situación. Ante tal panorama, la única vía es desobedecer en pos de llevar a cabo sus propios objetivos. Se origina pues un conflicto que nos deja un amor romántico, prohibido, que lucha contra el elemento externo de la guerra. Nos encontramos finalmente ante las más melodramática de las historias, la que da el pistoletazo de salida a un futuro incierto y cuyas soluciones formales optando por el histerismo acaban sobresaturando al espectador.
Tras una transición musical en cuyo montaje nos muestran las casas derruidas por el conflicto de manera poco armónica y reiterativa, nos encontramos ya en 2001. Una nueva historia en una zona rural destruida. Las rencillas están presentes. Tenemos de nuevo a los mismos actores interpretando roles diferentes. Una mujer que ha perdido a su hermano, un hombre cuyo padre ha sido asesinado. No pueden olvidar que el culpable de la muerte de un ser querido fue el bando contrario. En este contexto, Matanic elabora una metáfora sobre la reconstrucción física y moral del espacio devastado por la guerra. Ambos personajes personifican este arduo trabajo, pero con la desconfianza intrínseca en sus corazones. Aquí ya no hablamos de amor romántico, sino que la interdependencia se respira de manera instintiva. Estamos pues ante la irremediable atracción sexual como relación física inevitable. Ambos buscan construir, necesitan trabajar juntos, y sus cuerpos no pueden evitar traicionar su propia naturaleza. No obstante, el peso de la memoria, las heridas aun abiertas, no dejan evolucionar esta relación estancándola en el rechazo y el odio. Estamos pues ante el más visceral y veraz de los relatos del filme.
Finalmente, después de una nueva elipsis que utiliza los mismos recursos que la anterior para mostrar las nuevas edificaciones, llegamos a 2011 acompañados de los mismos intérpretes. La juventud es ahora mostrada como alienada, marcada por el ritmo frenético de los tiempos modernos. La diversión, el sexo, las drogas, todo ello forma un modo de vida despreocupado que el cineasta croata trata de subrayar en demasía durante todo el metraje del capítulo. La huída a la ciudad se antoja casi necesaria, pero al mismo tiempo se increpa el abandono. Una contradicción bien llevada y culminada en un silencioso último plano que no logra levantar el lastre del histerismo de su primera parte ni el descenso a los infiernos excesivamente señalado en su último tercio.