Avalada por Quentin Tarantino, la aclamada “Big Bad Wolves” retrata la cara más gore y cómica de la venganza.
Caperucita roja en versión macabra
Al son de una música que remite al universo del género del terror, dos cándidas niñas juegan al escondite con otro chico a cámara lenta. Mientras su amigo prosigue con la cuenta atrás, las pequeñas buscan cobijo en los alrededores de un edificio abandonado. Las menores se separan para tener más posibilidades de ganar: la que viste de rojo de pies a cabeza se oculta dentro de un armario, la otra en los restos de una tubería abandonada en el mismo jardín donde se halla su compañero. Dada la proximidad entre estos dos, el chico no tarda en descubrirla. La partida se acaba con esa derrota. Sin embargo, la niña de rojo, quién debería haber ganado el juego, ha desaparecido dejando un zapato rojo de charol en el armario.
Sin diálogos, mediante la combinación entre una música aterradora e imágenes ralentizadas, Aharon Keshales y Navot Papushado plantean con majestuosidad el conflicto que se desarrollará en “Big Bad Wolves”. Se trata de un prólogo formalmente sublime que posee todos los elementos básicos para situar la trama en su contexto. Una introducción con un propósito tan estético como narrativo, de la talla del prefacio de “Melancolía” o “Anticristo”, ambas de Lars von Trier. Si en el preludio de “Melancolía” el maestro danés pregonaba el advenimiento del fin del mundo con la recreación del choque entre planetas y el patetismo de Wagner, en “Big Bad Wolves” los realizadores israelíes emplean recursos similares para focalizar el relato en una única figura que dada su tradición literaria aporta un peso iconográfico fundamental para comprender la película. Nos referimos al cuento de la caperucita roja interpretada en clave macabra.
Manifiesto estético
El lugar común de la niña secuestrada suele acogerse en los thrillers criminales o en las películas de terror. “Big Bad Wolves” posee parte de las cualidades de ambos puesto que juega a desmaterializar todos los tópicos y géneros identificados en el curso de la historia. La temática del rapto infantil es resuelta mediante la exposición del cadáver magullado en los primeros quince minutos durante la investigación policial llevada a cabo por Micki (Lior Ashkenazi). Es importante recalcar la voluntad estética de dicha exhibición. Hablamos de un manifiesto estilístico notorio en la puesta en escena, la elección de los planos y sobre todo la predilección por una música terrorífica. En este caso el cadáver se exhibe con un contrapicado de la niña descalza atada a una silla de espaldas, con las braguitas rosas bajadas, seguido de un distanciado plano aéreo casi cenital que permite advertir la decapitación de la víctima. Del mismo modo que se introducen las referencias al cuento infantil en la obertura, en esta escena se anticipan dos contenidos reiterativos de la ficción: la violación y el sadismo. Como decíamos, la puesta en escena y la utilización de ciertos planos están fríamente calculados, siempre a merced de la narración.
Reformulación de las revenge movies
Aharon Keshales y Navot Papushado son dos directores poco convencionales. Su debut cinematográfico fue “Rabies”, otro slasher que como “Big Bad Wolves” fusiona un gore asequible, de público más generalista, con un logrado humor negro, elaborado a partir del trabajo de guión. La relación entre el psicópata y sus víctimas es el eje que vertebra los dos largometrajes pero en este último la analogía se expone con un solemne dominio formal. Por otro lado “Big Bad Wolves” propone una reinvención de las revenge movies que tanto fascinan a Park Chan-wook (“Old Boy”), Nicolas Winding Refn (“Drive”) o Quentin Tarantino (“Kill Bill vol. I”). En este sentido no es de extrañar que el mismo Tarantino haya considerado “Big Bad Wolves” como la mejor película del año. El film es un claro tributo a sus referentes, en especial a “Reservoir Dogs”, largometraje al que, siguiendo los pasos de su autor, homenajea con otra escena de tortura más cómica que depravada. El peso de toda la ficción recae en el momento citado. En él Dror (Rotem Keinam), el principal sospechoso, es cazado por Giddinka (Tzachi Grad), el padre de la inmolada víctima que junto con su padre anciano (Dov Glickman) se tomarán la justicia por sus manos.
Frases destacadas de “Big Bad Wolves”
Rami: “Ahora ya no eres policía, eres un civil. Puedes hacer lo que quieras siempre y cuando no te pillen”.
Giddinka: “Antes de liberarte voy a pedirte un favor: no te pongas a gritar. Los adultos no gritan, hablan como personas civilizadas”.
Giddinka: “Ya tengo el cuerpo ahora sólo quiero que me digas dónde está la cabeza”.
Giddinka: “Los psicópatas no temen a las armas, temen a otros psicópatas”.
Giddinka: “Te convertirás en mi cómplice”
Micki: ¿Has probado con una guía telefónica? Funciona mejor.
Giddinka: Tras haberlas violado esperaba que se despertaran y entonces empezaba la auténtica pesadilla.
Giddinka: “Tienes dos opciones: morir como la escoria que eres o morir tras haberte redimido”.
Yoram: ¿No aprendiste nada en el ejército? Si algo teme el hombre, como los animales, es al fuego.
Micki: “Me gustaría dejar de romperte los dedos y que hicieras el favor de empezar a hablar”.
Dror: “Si sigues con esto no habrá vuelta atrás”.
Dror: “Cuando eres padre todo cambia. Cuando ves su sonrisa por primera vez te das cuenta de que nunca dejaras que nadie les haga daño”.
Giddinka: “Ninguna madre debería enterrar a su hija sin cabeza”.
Yoram: “¿Hueles eso? Huele a barbacoa”.
Yoram: “Perdonad que no os ofrezca un poco de tarta pero tengo que tomarme algo sólido antes de la pastilla”.
Árabe a caballo: “Por qué los judíos siempre pensáis que os queremos matar?”