Mar. Mar 19th, 2024
Denis Villeneuve dirige esta secuela

Villeneuve lleva su cine al imaginario de «Blade Runner» con una secuela cargada de potencial visual e intriga.

Cuando nos disponemos a escribir la crítica de un filme lo hacemos siempre bajo la premisa de que nuestro lector no desea conocer demasiados detalles argumentales con el fin de no perjudicar el posterior visionado. Un contrato implícito entre el crítico/escritor y el receptor del texto que, aunque la mayoría tiene presente y pensará que no es necesario mencionar, en la crítica de este largometraje puede resultar destacable.

 Hampton Fancher y Michael Green son los guionistas del filme

Los que asistimos el pasado miércoles al pase de prensa de «Blade Runner 2049» vimos, previo a la proyección, un mensaje en pantalla firmado (en teoría) por el director de la película, Denis Villeneuve, en el que se pedía al público no revelar detalle alguno acerca de la trama del filme a aquellos que todavía no lo habían visto. Un comunicado cuanto menos curioso, pero indispensable en cierto sentido para entender la obra del cineasta canadiense, pues si por algo destaca su filmografía es por la construcción de sus relatos. Relatos cuya estructura, con frecuencia, juega con la información para, al final, dar sentido al conjunto de imágenes que configuran la narración. Ya sea dentro de atmósferas propias del thriller («Prisioneros«, 2013), el drama (Incendies, 2010) o la ciencia ficción («La llegada«, 2016), el director ha dotado sus producciones de un sentido intrigante con el que mantener en vilo al espectador. Y, en ese aspecto, «Blade Runner 2049» no es una excepción.

El largometraje hace uso de los acontecimientos sucedidos en el filme de 1982 dirigido por Ridley Scott (basados a su vez en la novela de Philip K. Dick) para dar vida a una nueva historia que tiene como protagonista a K. (Ryan Gosling), un blade runner inmerso en una empresa similar a la que llevó a cabo Rick Deckard (Harrison Ford) treinta años antes. No obstante, esta vez el protagonista se verá envuelto en una trama que le llevará más allá de su objetivo principal, dando al filme un enfoque diferente a su predecesor. Enfoque del que, por respeto al mensaje mencionado anteriormente, no daremos más detalles.

 Harrison Ford, Ryan Gosling, Ana de Armas protagoniszan el filme

Lo que sí podemos mencionar acerca de este filme es la capacidad del director a la hora de reinterpretar un universo ya creado, llevando el imaginario hacia los recursos temáticos y narrativos habituales de su filmografía para hacer de la secuela un relato renovado, cuyo objetivo no peca en recrear un filme ya existente con una tecnología más avanzada con la que seducir al espectador. Villeneuve ha construido una historia afín a sus habituales producciones («Incendies», sin ir más lejos) haciendo uso de un imaginario ya existente dadas las posibilidades narrativas que le ofrecía. Respecto a esa cuestión, el filme se muestra respetuoso y fiel a los valores del primero, pues aunque las tramas de ambos no operen de la misma forma, el entramado ideológico de esta secuela remite a la de 1982 al exhibir una sociedad futurista de tinte decadente que muestra al espectador la problemática del avance tecnológico en relación al desarrollo humano. Un largometraje, en definitiva, cuya temática propone reflexiones de carácter existencial ante la consumación de una sociedad en la que lo artificial impera sobre lo auténtico; reflejo, al fin y al cabo, de cómo la tecnología se ha apoderado gradualmente de la vida humana (un motivo habitual del subgénero cyberpunk en el que se enmarcan tanto este filme como la cinta original).

A pesar de que la trama posee parte de las virtudes del filme, en la faceta visual se puede apreciar un trabajo de recreación de imaginario que explota sus posibilidades iconográficas con una estética cuidada que, no obstante, se mantiene dentro de las convenciones del filme predecesor. Teniendo en cuenta que Villeneuve hace uso de una fotografía de carácter espectacular (dirigida por Roger Deankins) a la hora representar determinados espacios (véase el retrato de la ciudad que lleva a cabo en «Enemy»), en un universo como el que ofrece Blade Runner ha encontrado la posibilidad de dar rienda suelta a su dirección artística. Villeneuve se nutre de la visualidad que ofrece una ciudad futurista de atmósfera lúgubre con imágenes de una edificación masificada y de minuciosa organización, una luz pobre y triste a causa de la contaminación durante el día y, de la misma forma icónica que en el largometraje previo, una noche que destaca por el uso de una colorida iluminación que refleja el triunfo de lo artificial sobre lo natural. Todo ello junto a una banda sonora (de la mano de Hans Zimmer y Benjamin Wallfisch) amenazante, que combina melodías propias tanto de la ciencia ficción como del thriller y que convierte la ciudad en un personaje más, reflejo de la psicología de la sociedad en la que viven los protagonistas del filme.

De esta forma, el espectador de «Blade Runner 2049» no asiste a una secuela al uso, ni a una nueva oportunidad de revivir el filme de Ridley Scott con mejores efectos especiales, sino a una apropiación del imaginario por parte de Denis Villeneuve con el fin de conseguir una producción que respete el filme predecesor a la vez que se mantenga fiel a la fisionomía de su propia filmografía. Un hecho, por último, destacable dados los diversos remakes y secuelas con aire de revival que han aparecido durante los últimos años.

Trailer oficial de «Blade Runner 2049»

Un comentario en ««Blade Runner 2049»: un relato renovado»

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