Cinta filipina sobre la pobreza y marginalidad urbanita
La influencia del neorrealismo italiano fue poderosa, y en cierta medida, parece comprensible que, 70 años después de “Roma ciudad abierta” de Roberto Rosellini, se siga explotando la fórmula de rodar en plena calle mostrando las miserias urbanitas de las grandes capitales. En este caso, alejados de Europa, toca adentrarse en el submundo existente en la pobreza que maltrata la sociedad filipina. Algo que ya ha sido tratado, a nivel más localista, por el internacionalizado director Brillante Mendoza, salvo que en esta propuesta de Kohki Hasei, presente en la 72 edición del Festival de Venecia, se obvia el carácter tremendista del primero, dejando una obra más contenida, pero al mismo tiempo, alejada de aromas autorales.
El puer y el senex
“Blanka”, título que da nombre a la protagonista del filme, se inicia mostrándonos la supervivencia de un niña huérfana en la salvaje jungla infantil del robo al turista. La vida en la calle, se antoja complicada para quien hace de mendigar y el engaño su forma de subsistencia, logrando unos ingresos significativos en comparación con una competencia que no tarda en usar su fuerza bruta y colectiva contra sus aspiraciones personales. En este contexto, conocemos las motivaciones de la joven, lograr ahorrar lo suficiente como para comprar el amor materno. Un pretexto que busca apelar a la sensibilidad del espectador y que a su vez se aprecia medianamente justificable a la hora de hacernos comprender la importancia del valor del dinero para quienes habitan el infierno en el que se mueve Blanka. Y una vez abiertas las intenciones de la película, se afianza la relación entre la chica y un viejo ciego cantante, aprendiendo ciertos valores del hombre mayor, siendo engañados y maltratados por el egoísmo de los demás y afianzando una relación afectuosa necesaria en circunstancias tan extremas.
Blanka en los infiernos
Una vez iniciada esta relación, “Blanka”, en su simplicidad formal, se propone destaparnos las miserias morales de los elementos más necesitados de la sociedad. Prostitutas, transexuales, huérfanos… Todos se moverán por el dinero, apartando la consideración hacia los sentimientos humanos en una trama previsible, con algunas actuaciones mejorables y con situaciones algo forzadas. La película se vuelca finalmente sobre dos vertientes, la perversa y la humana, siendo demasiado reincidente en ambas partes, revirtiendo el discurso continuamente y alargando una ficción sin fuerza para sustentar sus escasos 75 minutos de metraje. Su falta de atractivo formal y su narrativa cargada de lugares comunes nos dejan un filme descafeinado con regusto a algo ya visto, aunque no se haya visionado antes una película ocurrida en las grandes ciudades de las islas. Cabe destacar por eso, y es de agradecer, la decisión de Hasei por no enfatizar el melodrama con el uso de la música, dejando hablar tan solo a las imágenes y siendo honesto donde muchos otros cineastas, incluido también el anteriormente mentado Brillante Mendoza, no hubiesen dudado en explotar.
Frases destacadas de “Blanka”:
- Blanka: “Yo nunca conocí a mi padre. Mi madre estaba siempre borracha”.
- Peter: “Mis padres viven en mis pensamientos y sueños. Los dos eran muy buenos”.