Mar. Mar 19th, 2024

La polémica no-película del youtuber Wismichu, que desató furias tras su paso por el Festival de Sitges, ya está disponible en su canal y en Filmin… para aquellos que se atrevan.

Partamos de la base de que la que esto escribe no tiene apenas conocimiento previo de de la trayectoria del humorista y pseudo-artista Ismael Prego «Wismichu», por lo que la intención de este texto no es contextualizar su ópera prima dentro de su universo ni del mundo youtuber en general, sino como una obra que, dentro del ámbito de un festival cinematográfico, vuelve a abrir el debate sobre qué debería entrar y qué no en de las programaciones de los mismos, así como algo ya tan clásico y propio de la escena contemporánea como es la fina línea entre el arte y la tomadura de pelo.

Antiarte

Ismael es un joven vegetariano que un día cualquiera va a un bar a tomarse un bocadillo vegetal. Pero lo que parece una tarea de lo más sencilla se transformará en una odisea casi kafkiana cuando el camarero se niegue a entender su pedido, insistiéndole en que le diga si lo quiere con pollo o con atún, en un bucle de apariencia infinita. La extrañeza que esto puede provocar, es decir, un sketch televisivo con un escaso o nulo interés sacado de su contexto y proyectado en una sala de cine, que se desarrolla durante más de una hora poniendo a prueba la paciencia del espectador más benevolente, lo emparenta, ya sea de forma consciente o no, con el concepto del antiarte que ya se planteaba el dadaísmo. Sin ánimo de calificar a Wismichu como un dotado artista de vanguardia, «Bocadillo» sí que tiene esa capacidad de enfurecer por romper los esquemas: la gente, debido al engañoso trailer y a su presentación en un certamente de reconocido prestigio como es Sitges, quizás esperaba una película «mala», y se encuentran con algo que ni siquiera es una película. No es sin embargo este aspecto el que nos molesta aquí, sino el hecho de que, una vez pasados los primeros momentos de confusión, que pueden tener su gracia, e incluso el intercambio de personajes o algún «giro inesperado» de la trama (el momento del café), no se logre sacar todo el partido que un experimento tan dequiciante podría tener, limitándose a repetir secuencias ya mostradas con anterioridad.

El presente y el futuro

Hace unas semanas, saltaba la noticia de que una obra del famoso artista urbano Banksy se autodestruyó tras ser vendida en una subasta. Las comparaciones entre el británico y Wismichu pueden escocer, pero no han faltado voces que se han alzado calificando de estupideces e incluso estafas los actos de ambos creadores. Banksy además ya estableció en su falso documental «Exit through the gift shop» (2010) un panorama en el cualquiera, al margen del talento, podía convertirse en artista; no como algo malo, pero sí inevitable. Ocho año después, Wismichu parece recoger ese testigo haciendo de «Bocadillo» una experiencia performativa a través de la cual se interesa por lo que ocurre al otro lado de la pantalla: las reacciones del público serán la base de un futuro documental, del cual todavía no tenemos muchos más datos. De modo lo que vemos forma parte de un conjunto más grande (algo por otro lado muy típico del arte contemporáneo) que quizás nos permita juzgar en el futuro este producto con un criterio más amplio.

Probablemente lo más polémico de «Bocadillo» no sea la «película» en sí, sino la noticia de que el Festival de Sitges la programó no porque confiara en la singuralidad o la controversia de la propuesta, sino que lo hizo sin verla. Es por ello que el peso de la crítica (negativa) debería caer sobre esta decisión, y no sobre un pseudo-filme que, pese a sus limitaciones estéticas y creativas, ha conseguido lo que buscaba: que se hable de ella. Aquellos indignados que culpan a Wismichu de reírse del público quizás olvidan que, desde siempre, el arte ha sido una maquinaria de la que todos forman parte, los autores, pero también los marchantes y los compradores. Dar visibilidad a una obra, ya sea pagando o hablando de ella sin parar, consigue hacer que ésta, lejos de desaparecer, se haga más grande y viral. Y no olvidemos nunca la época en la que estamos: si entendemos el arte contemporáneo como aquel que refleja la sociedad del momento, entonces «Bocadillo» sería quizás el perfecto ejemplo de la misma, de una irreverente generación Z que tiene como objetivo crear la mayor polémica en las redes sociales. No tiene por qué gustarnos, simplemente es lo que hay.

Frases destacadas:

  • ¡Vegetal de pollo!
  • ¡Vegetal de atún!
  • Café cortado con leche de soja, con hielo, con nata, con un poquito de stevia, con canela, un chorrito de licor
  • ¡Oye, que el bucle es mío!

«Bocadillo» completa en YouTube:

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