Cuento deslavazado que bucea entre la comedia y el drama en la posguerra alemana desde el punto de vista judío
¿Se puede hacer una comedia sobre el holocausto? Esto parece interrogarse el filme que hoy nos atañe, la alemana «Bye Bye Germany» de Sam Garbarski. Aunque bien es cierto que no desde una forma totalmente directa. Es decir, la película se ubica justo un año después del fin de la II Guerra Mundial. Los judíos han sido liberados de los campos de concetración por parte de las tropas estadounidenses y los que se han quedado en Alemania tienen que volver a hacer vida normal rodeados de aquellos que exterminaron a sus familias. A partir de este contexto, la cinta quiere investigar el pasado para explicar el comportamiento judío del presente, pero siempre desde una vis cómica que sabe variar el tono perfectamente en sus secuencias más dramáticas sin perder su propia razón de ser.
Distintas historias que se bifurcan
El título original de la cinta, «Érase una vez en Alemania», guarda mucho más sentido que el internacional, que hace tan solo referencia a la interrogación final de los protagonistas. Y esto es porque toda la película guarda una apariencia de cuento. El atrezzo, la construcción de edificios derruidos tras la guerra y la iluminación en distintos colores de los interiores, evidencian ese halo de artificiosidad sobre el que se mueve la cinta. No hay atisbo de verosimilitud, ni es en ningún momento lo que busca. A partir de este cuento, un cuento que abraza distintos caminos y posibilidades, Garbarski se enfrenta a un tema complejo y muy duro sin miedo a poder caer en la banalidad. Así pues, con un aire de comedia europea de un estilo bastante francés, observamos como un seguido de judíos que han sobrevivido al holocausto se enfrentan a su nueva vida en sociedad organizando su particular venganza. Rodeados de alemanes que aseguran no saber nada que los que les ocurrió, con familiares muertos en la guerra o antiguos nazis que intentan llevar una vida nueva disimulando su pasado, deciden recurrir al engaño para efectuar diversos timos con tal de conseguir dinero. No obstante, tras este inicio, la historia se vuelca ante David, organizador de esta estafa y que se ve obligado a declarar ante los militares norteamericanos. Pero no por algo relacionado con su actividad presente, sino pasada. Acusado de colaboracionista nazi, es interrogado por parte de una atractiva militar. Empieza aquí quizás los pasajes más divertidos de la cinta. La historia que cuenta David se muestra cinematográficamente ante el espectador, pero siempre desde su narración subjetiva. Juega aquí el director con un narrador no fiable para confeccionar un relato que nos habla sobre la relación de un judío que se gana, pese a su hastío, el papel de bufón nazi por su gracia a la hora de contar chistes. Una historia delirante que llega a implicar al mismo Hitler. Es interesante pues ver como avanza esta declaración de manera episódica, y como su desencadenante se muestra en la manera en la que el director decide dejar de reflejar con imágenes lo explicado. Una secuencia esta última cuya guinda final de la narración, decide el cineasta intercalar de manera visual con tal potencia el carácter cómico de ésta.
«Bye Bye Germany», gracias a su aire artificioso, logra confluir como comedia, que además se muestra crítica y ácida con la situación social vivida en aquel momento. Del mismo modo, consigue resultar respetuosa y seria con los sentimientos de aquellos que tuvieron que sufrir aquella catástrofe, planteándose un debate certero y veraz que tuvieron que disputar tanto con las acusaciones foráneas como para con ellos mismos acerca de la culpabilidad de seguir vivos en lugar de muchos otros que murieron.
Frases destacadas:
- «¿Los alemanes pueden sentir culpa?»
- «Hitler ha muerto, nosotros estamos vivos»
- «¿Me tengo que sentir culpable porque yo haya sobrevivido y otros no?»
Tráiler de «Bye Bye Germany»:
«Otra ronda»: una fábula (¿de amor?) sobre el alcoholismo
“La nube”: Mamá y sus bichos
«El rey de Zamunda»: el (sufrido) regreso de Murphy
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La crítica deja bastante que desear, poca chicha. Y «Deslabazado» es con V. Por favor…