Luca Guadagnino nos sumerge con encanto y belleza en el despertar amoroso y sexual juvenil
Tratar la visceralidad del despertar sexual o la incomprensión del amor secreto y la frustración emocional es algo complejo de transmitir. Mucho más cuando desde el medio cinematográfico se busca abordarlo de manera naturalista, pero al mismo modo elegante de cara al espectador. En ese aspecto, es digno de admirar el complejo equilibrio con el que se plasma estas emociones propias del melodrama más exacerbado desde un prisma totalmente contenido apostando por la belleza formal de lo sugerido con el poder evocador de sus imágenes. Una imágenes que se antojan como auténticas estampas veraniegas. Porque Luca Guadagnino nos lleva con su «Call Me by Your Name» al calor italiano de una zona rural para mostrar con acierto los tiempos muertos y los sentimientos adolescentes en este espacio. Algo que puede rememorar en cierta medida, aunque guardando las distancias, con la autenticidad que irradiaban las primeras secuencias de «Mes petites amoureuses» (Jean Eustache, 1974).
La dirección en favor de los personajes
La filmografía de Luca Guadagnino se caracteriza por su radiografía de las clases altas. No obstante, ante el riesgo de parecer reiteativo, el cineasta logra adaptar la puesta en escena en favor del carácter y las emociones que sienten sus protagonistas. En este aspecto, en su penúltimo filme, la absorvente «Cegados por el sol» (2015), la trama podía antojarse similar a la de «Call Me by Your Name». Sin embargo, en su cinta anterior la dirección se sustentaba sobre el poderío estético de una propuesta visual y auditiva pasada por el filtro del videoclip. Algo fresco y dinámico que resultaba totalmente justificado a juzgar por la profesión y el modo de vida de sus personajes. En esta nueva propuesta, los protagonistas no pertenecen al mundo del rock o la producción audiovisual. Tenemos por un lado a un joven hijo de un catedrático universitario y por otro a un alumno del padre que viaja desde USA hasta Italia para disfrutar de una beca con él. La película se recrea en los tiempos muertos, en las miradas perdidas y en los instintos sexuales que no pueden ser dichos en voz alta. La educación y el estatus cultural de ambos protagonistas les llevan a mantener sus pulsiones de manera calmada, así como el resto de su plácida estancia en el pequeño pueblo del norte de Italia. La cámara se adapta tanto al espacio como a sus personalidades. Y de hecho, en tanto que avanza el relato, tanto Elio como Oliver empezarán a descubrir sus verdaderos deseos, de forma serena, pero también visceral emocionalmente hablando. La mirada de Guadagnino se mantendrá siempre a su lado, sin escondernos en ningún momento lo que realmente ocurre, retratando la viveza del despertar sexual de manera tan natural como certera. Se sustentará eso sí en la música extradiegética, normalmente en temas musicales de aire indie, para conglomerar las transiciones de forma elegante en sintonía con el tono de la película.
Frases destacadas:
- Elio: «Elio, Elio, Elio…»
- Oliver: «Oliver…»
- Marzia: «Entonces, ¿soy tu chica?»
- Oliver: «No juegues al buen anfritrión conmigo»