Antonio de la Torre interpreta a un caníbal que devora mujeres. El respetado sastre granadino recupera parte de su humanidad al conocer a la joven rumana Nina.Carlos (Antonio de la Torre) es un reputado sastre que vive y trabaja en Granada. Todo es normal en su vida, excepto un pequeño detalle: tan sólo se alimenta de carne de mujeres. Asesina a sus víctimas sin establecer ningún tipo de vínculo afectivo con ellas y las cocina como a un filete más. Pero todo cambia cuando conoce a Nina (Olimpia Melinte), una joven rumana que llega a su vida en busca de su hermana gemela desaparecida. La relación entre ambos hace aflorar ese arrepentimiento del que Carlos carecía previamente, cambiando por completo la vida de los protagonistas.
Las gemelas rumanas que revolucionan al caníbal
Alexandra es una joven masajista rusa que se muda al edificio de Carlos. Pese a las reticencias iniciales del sastre a relacionarse con ella, acaban cruzando más de dos palabras seguidas, todo un logro para un personaje masculino bastante parco en palabras. Un día aparece en su vida Nina, la hermana gemela de Alexandra, que anuncia que esta ha desaparecido. En ese momento, la vida de Carlos se ve trastocada por esta chica a la que decide ayudar sin esperar nada a cambio.
«El amor es la gran redención que hace posible que un mundo mejor pueda llegar. En ese sentido, hay algo hermoso en la película. Cómo algo tan malvado, tan atroz, tan contranatura como es el matar a alguien de tu especie e incluso alimentarte de él y cómo el amor puede sacarte de ahí, de esa oscuridad». Con esta reflexión, Antonio de la Torre explica la clave de su personaje, capaz de cambiar por una mujer, de mostrar sus sentimientos por primera vez y, quién sabe, si de reformarse y dejar a un lado sus costumbres caníbales.
Nadie mejor que su director, Manuel Martín Cuenca, para explicar este fenómeno. «No tiene sentimiento de culpa, no se siente un asesino, no se juzga a sí mismo. Y cuando encuentra ese otro sentimiento, lo vive con asombro». Ese asombro casi infantil del que habla Martín Cuenca aparece en la vida de Carlos como salido de la nada y le da un giro de 180 grados.
El silencio, protagonista indiscutible
El director del film opta por omitir las palabras a la hora de mostrar todo tipo de sentimientos. Los silencios son los reyes de la película de principio a fin.
Esto se ve reflejado en los primeros quince minutos de la película, donde las únicas palabras que se escuchan son saludos, poco más que un par de «buenos días». Las miradas entre Alexandra y Carlos lo dicen todo. Una película que apuesta por la tan repetida frase «una imagen vale más que mil palabras» y la multiplica por mil. Esta escasez de conversaciones es quizás la característica principal de Caníbal.
No obstante, el recortar tanto las palabras hace que algunas escenas parezcan interminables y, en consecuencia, soporíferas. Los silencios son buenos, pero en el punto medio está la virtud.
Frases de Caníbal:
Alexandra: ¿Por qué sólo tienes carne en la nevera?
Carlos: Cierra la nevera.
Nina: ¿Qué ganarás?
Carlos: Nada.
Nina: Todo el mundo quiere algo.
Carlos: ¿Crees que el mundo funciona así?
Nina: Todo el mundo funciona así.