Ryan Coogler devuelve la gloria al legado de Rocky con «Creed». Un drama deportivo añejo, sensible, contundente, y rebosante de una genial épica desmesurada.
Controvertido, apasionante, violento, sobrecogedor… Sin lugar a dudas, podría considerarse al boxeo como el más cinematográfico de los deportes, ya no sólo por el gran valor estético de la sordidez y espectacularidad de los escenarios que el imaginario colectivo asocia al mundo pugilístico, sino por la proclividad a la hora de construir drama en torno a los desmesurados niveles de exigencia y sacrificio necesarios para labrarse un nombre en un entorno tan hostil y complicado. No son pocos los boxeadores que, a base de sudor, sangre y huesos rotos, han trascendido la figura del deportista para convertirse en iconos de la cultura popular y ser considerados auténticas leyendas capaces de inspirar a cineastas de la talla de Martin Scorsese, como el Jake LaMotta de “Toro Salvaje” (1980), o Chuck Wepner, cuyo combate contra el eterno Muhhamad Ali en la primavera del 75 iluminó a Sylvester Stallone para escribir en tres días el libreto de la que probablemente sea la cinta más célebre sobre el universo boxístico de la historia: “Rocky” (John G. Avildsen, 1976).
Muchos son los críticos y espectadores que caen en el menosprecio infundado hacia la primera entrega de la franquicia, recordándola como una parodia de si misma, olvidando que, entre muchos otros premios, se alzó vencedora de los Oscars de la Academia a mejor película y mejor director frente a filmes como “Taxi Driver” (Martin Scorsese, 1976) o “Todos los hombres del presidente” (Alan J. Pakula, 1976) y pesos pesados de la talla de Sidney Lumet o Ingmar Bergman; si bien es cierto que las aventuras de Balboa cayeron en una espiral de pérdida de calidad progresiva conforme iban apareciendo nuevas entregas hasta la debacle absoluta de la quinta parte.
Ahora, treinta años después de que comenzase a forjarse la leyenda, y tras una nostálgica, efectiva y correcta “Rocky Balboa” (Sylvester Stallone, 2006), es el turno de Ryan Coogler de coger las riendas de la saga y capitanear un relevo generacional y espiritual de la misma que, sin resultar rupturista en absoluto, insufla el suficiente aire fresco para convertir a “Creed” en la mejor película de la serie desde la original y, por increíble que pueda llegar a parecer, en uno de los mejores largos del año.
No nos engañemos: “Creed” no destaca precisamente por su originalidad, ni tampoco aspira a ello. La historia de Adonis Creed –hijo del malogrado Apollo Creed, fallecido a manos del infame Ivan Drago— bebe de las mismas fuentes y funciona mediante las mismas rutinas, fórmulas y engranajes, para nada oxidados, que sus predecesoras. De este modo, las aventuras y desventuras de un personaje luchando contra los elementos desde lo más bajo para cumplir un sueño, la moralina que tanto gusta al estadounidense sobre el hombre hecho a si mismo que besa la luna una y mil veces para volver a incorporarse, y un sentido desmedido y casi absurdo de la épica se convierten en las armas más básicas de “Creed” para levantarte del asiento, celebrar cada golpe conectado y encajar los directos a la mandíbula como si estuviésemos en el cuadrilátero peleando durante las espectaculares y vibrantes secuencias de combate.
Si el boxeador perfecto muestra un equilibro entre potencia, velocidad e inteligencia, es Coogler el que consigue que “Creed” sobresalga entre sus congéneres balanceando ese espíritu macarra propio de los gimnasios de los suburbios de Filadelfia, duro, sucio, repleto de beats hiphoperos y púgiles con cara de pocos amigos, con una sensibilidad y delicadeza heredadas de su primer largometraje “Fruitvale Station” (2013). Este acertado contrapeso queda reflejado en las escenas más intimistas del filme, propulsadas por unas carismáticas interpretaciones llenas de matices de Michael B. Jordan —que se redime del desastre de “Cuatro Fantásticos” (Josh Trank, 2015)— y, especialmente, de un entrañable Sylvester Stallone que ofrece el mejor trabajo actoral de su carrera, inundando de carisma la pantalla al volver a meterse en la piel del personaje que le llevó a la fama.
“Creed” es suave y agresiva, grandilocuente e intimista, actual y nostálgica. Un fantástico amasijo de contradicciones que conduce a ampliar un repertorio de golpes diseñado única y exclusivamente para dejarte noqueado en la butaca con una sonrisa en los labios y ganas de comerte el mundo tras sus dos horas de diversión, drama y epicidad.
Puede que no sea un KO en el segundo asalto, pero secuencia a secuencia se gana una contundente victoria a los puntos que bien podría haberle otorgado un mayor y absolutamente merecido reconocimiento en las nominaciones a las categorías principales de esta temporada de premios.
Frases destacadas
- Rocky Balboa: «Time takes everybody out; time’s undefeated.»
- Rocky Balboa: «That’s the toughest opponent you’re ever going to have to face.»
- Rocky Balboa: «Women weaken legs.»
- Rocky Balboa: «Apollo? Yeah, he was great. Perfect fighter. Ain’t nobody ever better.»
- Adonis Johnson: «We got one Rock!»