Los primeros minutos de «La maldición de Rookford« se asemejan peligrosamente al comienzo de ese tramposo thriller sobrenatural que Rodrigo Cortés tituló «Luces Rojas«. Dos mujeres escépticas pretenden desenmascarar a todos aquellos farsantes que se lucran de las ignorantes creencias de algunos hombres y mujeres. Rebecca Hall hace de Sigouney Weaver a principios del siglo XX, mucho más dulce y frágil que la veterana actriz Hall se sumerge entre las paredes de un tétrico internado para investigar la presencia de un espectro infantil.
Aunque el filme de Nick Murphy se acerca más a las películas de mansiones encantadas como «El orfanato«, «Los otros« o «El espinazo del diablo« (y solo nombro material español), el retorcido final y las pistas que nos llevan a él tienen bastante que ver con la película de Cortés.
Murphy ha escrito una película donde sólo salen a flote algunos momentos de agonizante tensión, por lo demás a maldición de Roockford es bastante regular. El guión se sostiene con dificultad – varios personajes forzados transitando algunos lugares comunes- y la cámara pierde la partida con el espectador que a pesar de acabar confuso (demasiados clímax atropellándose unos a otros) es capaz de adelantarse a ciertos movimientos.
El hombre que trastocará la frialdad inglesa de Rebeca Hall es un tipo trastornado, pero quién se puede resistir al careto de Dominic West, ese talentoso actor que nunca dejará de ser McNulty. West que ofrece uno de los desnudos masculinos más suculentos del año -y no estoy obviando a Fassbender- realiza un trabajo soberbio, su personaje crece con suave naturalidad a medida que avanza el metraje. Como en toda mansión encantada que se precie siempre debe de haber un ama de llaves, Imelda Staunton y su recto semblante es la encargada de dar vida a uno de los personajes más excéntricos del filme. Como siempre Staunton está correcta y sobrevive a numerosos clichés. La mirada infantil se centra en la de Isaac Hempstead Wright, un joven que ya mostró al mundo su insulsa forma de actuar, todos le recordaréis por interpretar a Brandon Stark en Juego de Tronos.
En un filme así los sobresaltos son imprescindibles y eso es algo que al menos hay que reconocerle a Murphy, no hay muchos pero los que hay son suficientes para que las pulsaciones suban. Nunca una casa de muñecas fue tan espeluznante. Por otro lado, la enmarañada intriga del tercer acto entorpece un final que podría haber sido apoteósico. El error es que nada resulta creíble. La confusión de la que Murphy dota a los últimos instantes guarda pretensiones de crear una angustia en el subconsciente del espectador que realmente acaba siendo mera desidia.
Frases destacadas:
Florence: “No se puede cazar lo que no existe”.
Robert: “A estos niños no les preocupa oir ruidos por la noche”.
Maud: “Creo que no hay mejor lugar en la tierra para que la gente entienda lo que es la soledad”.
Robert: “Necesitas ver fantasmas más que nadie”.
Calificación: 5,5