El amor insano y obsesivo que rodea a esos dos cuerpos manchados de barro y moldeados por las estrechas miras de una sociedad envenenada nunca se había contado de manera tan sugerente, tan viva. Los Heathcliff y Catherine recreados por Andrea Arnold son dos almas perturbadas por un amor enfermizo que nace en esa edad temprana para tener conciencia de lo que se siente. Los personajes de Emily Brontë se convierten por enésima vez en seres de carne y hueso, pero nunca habían tocado desde tan cerca la línea que separa lo real de la ficción. La adaptación de Cumbres borrascosas llevada a cabo por Arnold respira con violencia. La historia de aquella adolescente llena de rabia que vagaba por los barrios marginales de Londres buscando dosis de cariño en los lugares y en las personas menos indicadas dejó anonadado a medio mundo. Su título era Fish Tank y con ella descubrimos a un tal Michael Fassbender. La cámara de Arnold recogía de manera muy cruda los incómodos problemas de la adolescencia, la narración era exquisita y lo que contaba era complejo.
En Cumbres borrascosas el manejo de la cámara es todavía más puro, enormemente sensitivo, sin embargo la historia está por debajo de lo puramente visual. Arnold no ha conseguido contagiar la pasión de la conmovedora historia de amor pero por otro lado sí ha logrado dotar a las imágenes de una poderosísima experiencia, llamémosla, sensual. Los primerísimos planos abundan, se trata de sugerir olores, sabores y lo más difícil todavía, sentimientos. Arnold lo consigue, al menos en la primera parte de metraje, luego todo se vuelve demasiado confuso. Esa primera parte donde Heathcliff y Catherine son preadolescentes es una auténtica maravilla, en ninguna adaptación se había aguantado tanto tiempo la historia de ese amor infantil e insano. Los imberbes actores (Shannon Beer y Solomon Glave) se me antojan mejores que los adultos. Apenas hay escenas del final de la trama que superen en intensidad al martirio de ese muchacho indigente, maltratado por su hermano postizo y enamorado hasta las trancas de su otra hermana. Los dos jóvenes están consiguen una complicidad que en algunos momentos puede llegar a ser agresiva y en otros dulce e instintiva. Cuando crecen y se convierten en Kaya Scodelario y James Howson el metraje se afloja. La intensidad se diluye hasta que no quedan ni los posos.
Mientras Beer y Glave se lamen las heridas en una escena extremadamente delicada (con un delicioso punto agresivo) los maravillosos paisajes que rodean ese desolado páramo de Yorkshire se suceden en la pantalla abrumando al espectador. El motivo no es otro que la maravillosa y taciturna fotografía de Robbie Ryan. Arnold ha decidido adaptar el clásico de manera libérrima, acortándolo y deformándolo a su antojo. El experimento no es perfecto pero sí resultón. El resultado final es más irregular que Expiación, más allá de la pasión y Orgullo y prejuicio de Joe Wright pero por otro lado hay mucha más originalidad en cada plano. Cumbres borrascosas es rompedora y valiente.
Calificación: 7