Hirokazu Kore-eda firma De tal padre tal hijo, un film lleno de matices y con una gran profundidad del análisis social, que os recomendamos desde su paso por Cannes’13.
¿Qué haríamos si al cabo de seis años descubrimos que nuestro hijo fue intercambiado al nacer y amamos al hijo de dos desconocidos? Aparentemente la respuesta parece inmediata y simple. Pero después aparece la reflexión, el pensamiento racional y la presión social. El director japonés Hirokazu Kore-eda, Nadie sabe (2004), Still walking (2008), nos propone en esta ocasión una minuciosa aproximación al tormento íntimo de dos familias que se ven obligadas a decidir y aceptar una renuncia en lo más irrenunciable del ser humano.
Una nueva exploración de las relaciones familiares
Es una constante en su cine la profundización en las relaciones familiares para desnudarlas de la máscara social y de los convencionalismos y llegar a las emociones más profundas. Busca en ellas una verdad que el hábito y la tradición han ido escondiendo hasta anular y nos lo muestra como una búsqueda solitaria, dolorosa pero necesaria. Kore-eda encuentra en la inocencia y sencillez de los niños un vehículo nítido para expresarnos esos sentimientos auténticos, esa clarividencia emocional que con los años y la presión social acabamos por olvidar y que le sirve para acentuar la confusión de los adultos. Así lo demostró en Kiseki (2011), hermosa historia de búsqueda y encuentro protagonizada por dos hermanos, y vuelve a recurrir a los niños en De tal padre tal hijo. Sorprende la profundidad del personaje de Keita, uno de los niños intercambiados; su desconcierto y aceptación de lo que vive como un rechazo que no entiende son sobrecogedores.
Pero en esta ocasión el objeto de análisis más minucioso se centra en la figura de uno de los padres, víctima extrema de tres grandes pilares de la cultura japonesa que se ponen en jaque: el concepto de trabajo, el sistema educativo y la importancia de los lazos de sangre. Frente a los demás progenitores que, aunque dolorosamente, saben lo que tienen que hacer porque aceptan el sentimiento por encima del convencionalismo, el padre de Keita, que cuenta con una posición privilegiada, deberá mantener una lucha consigo mismo para conseguir liberarse de la presión de su entorno.
La expresividad de la imagen y el silencio para una película que se narra desde las emociones
Con una narrativa pausada en la que las imágenes hablan por encima de los diálogos y los silencios aumentan la expresividad, expone las emociones con una sensibilidad y detalle que llena de matices un complejo mensaje psicológico. Es una historia interior que transcurre en el rostro de cada uno de sus protagonistas pero se potencia con un encuadre y una ambientación que previamente predispone e intensifica el mensaje (todo eso gracias a una fotografía espectacularmente cuidada).
Para exponer mayores matices emocionales las dos familias elegidas se sitúan en posiciones muy diferentes en la escala social. Y esta diferencia le sirve para mostrar una sociedad fuertemente jerarquizada que evidencia una desigualdad con sólidos cimientos culturales. Los Saiki (Lily Franky y Yoko Maki Yukari) son humildes, sin apenas educación y sin ambiciones pero esa sencillez les dota de una naturalidad que les da libertad y les facilita ser felices. Los Ryoata (Masaharu Fukuyama y Machiko Ono), pareja tratada con mayor profundidad, son unos privilegiados, pero sus privilegios les someten a una vida predeterminada de la que no pueden escapar, no tienen libertad.
El trabajo, la educación y los lazos de sangre en Japón puestos en jaque
Será a través de los Ryoata donde nos muestra esos tres factores en los que se librará la lucha de los sentimientos frente a esa imposición cultural. Las fuertes tradiciones japonesas crean un contexto idóneo para analizar una lucha interna frente a la convención que obliga a actuar en contra de lo que se quiere. Los intangibles lazos de sangre cuestionan el verdadero amor a un hijo. Para ello Kore-eda evidencia en la película una exagerada proximidad física y temperamental entre los padres e hijos naturales, Ryoata se reconoce en su hijo biológico, es tal y como él hubiera querido que fuera Keita, pero Keita es el hijo al que ama. Esa lucha entre ambos sentimientos destrozará su mundo y le hará cuestionarse todo el sistema.
Se cuestionará su dedicación absoluta al trabajo, que a nuestros ojos puede parecer egoísmo o vanidad, pero que es fruto de la imposición en Japón del sistema nenko. Tras duras barreras académicas, si se consigue acceder a un buen empleo en una corporación, se irá ascendiendo anualmente con los de su grupo de edad. Pero llegará un momento en que los puestos a ocupar sean inferiores a sus aspirantes, sometiéndoles a una evaluación permanente. Es una presión cultural que abarca dimensiones distintas a la ambición para convertirse en una cuestión de honor cuyos dañinos efectos aparecen expuestos en la película desde la comprensión.
Evidencia también una sutil crítica al sistema educativo japonés que, bajo una aparente igualdad en la que la enseñanza está garantizada a través de colegios públicos, sólo los más capaces (o los que tengan dinero para preparar a sus hijos de forma paralela en academias privadas) accederán a los centros de secundaria que preparan para el ingreso en la Universidad de donde saldrá la futura elite empresarial y burocrática. Los demás estudiarán en centros que forman a los integrantes de la clase trabajadora. Los Ryoata viven esa obsesión por garantizar ese futuro a su hijo desde la edad más temprana y lo hacen con preocupación porque no es todo lo brillante que esperan; la genética aparece como cruel explicación.
Spielberg realizará una versión adaptada al público estadounidense. Esperemos que no prime el aspecto más sensiblero frente a esa calidad de matices y la profundidad del análisis social que realiza Kore-eda con respecto a la sociedad japonesa y que no le vendría mal a la estadounidense o a cualquiera. De tal padre tal hijo se estrenará en España el 29 de noviembre.
Frases destacadas de De tal padre tal hijo:
Ryoata Nonomiya:» Tú y yo nunca hemos ido de acampada ¿no?»
Keita: «No»
Ryoata Nonomiya: «¿Y por qué lo has dicho'»
Keita: «En la academia me dijeron que estaría bien que lo dijera»
Ryoata Nonomiya: «Has aprendido mucho en la academia»
Midori: Keita «¿Qué te parece si nos escapamos?»
Kita: «¿Dónde?»
Midori: «Muy lejos, donde no nos conozca nadie»
Yudai Saiki: «Para los niños el tiempo es todo»
Esa película esta muy bonita:-D
Es preciosa y tierna. Muy, muy recomendable