Basada en el personaje más irreverente de Marvel, es la pieza que faltaba en el mundo de las adaptaciones cinematográficas y sube el nivel varios peldaños.
«Deadpool» o ¿el inicio de la decadencia?
A partir de «Deadpool» van a quedar claras dos cosas: si a partir de este momento empezamos a ver, del mismo modo que cuando Tarantino se convirtió en The Next Big Deal, películas que imiten al personaje y su visión más dura del humor, el sexo y la violencia dentro de las adaptaciones superheróicas convirtiéndolas en el nuevo cliché (algo que ya pasó en el mundo de los cómics en los 90), o si sin embargo se va a abrir la veda a adaptaciones de personajes que, a priori y por la visión estilizada y hasta cierto punto uniformizadora del para todos los públicos, parecían inadaptables, dándole así a cada personaje el tratamiento adecuado a su propia idiosincrasia. Y no, no es que hasta la fecha, con la excepción de «Spiderman«, «Los 4 Fantásticos» o «Lobezno«, por fallidos como largometrajes, ninguna de las adaptaciones de Marvel y la Fox no haya buscado dotar de originalidad y de su propia personalidad cada franquicia. Así no es lo mismo «Thor«, que el «Capitán América«, que «Ant-Man«, que «Guardianes de la Galaxia«, que «Iron Man«, que «Los Vengadores« y, en el caso de la Fox, finalmente han encontrado la tecla a pulsar con las adaptaciones de «X-Men« y sobre todo este «Deadpool». Es simplemente, que su propia condición de producto masivo y mainstream, acaba diluyendo ciertos aspectos que pueden tratarse de manera más adulta.
«Deadpool», el personaje creado por Rob Liefeld y Fabian NIcieza, tardó también en encontrar su sentido dentro de Marvel, hasta que el propio Nicieza y posteriormente un guionista como Joe Kelly lo convirtiera en un personaje autoconsciente, capaz de romper la cuarta pared, con un sentido del humor irreverente y con una violencia desatada, que por ese mismo concepto, no deja de ser un concepto autoparódico. De este modo consiguió convertirse en un personaje de culto a medio camino entre Punisher y Lobezno y un personaje de John Belushi. Esta era la principal dificultad de la adaptación y Tim Miller lo ha conseguido. Y para eso ha sido necesario llegar al R en la calificación por edades, porque Deadpool no es un tebeo para niños. Y, del mismo modo, no ha de ser una película para niños. No es que el resto de adaptaciones lo sean, son películas que pueden ver y disfrutar niños y adultos por igual, pero la gracia de Deadpool es no restringir nada de lo visto en los cómics y añadir las posibilidades expresivas de la nueva generación de VFX. Y para eso no podemos restringirnos a hacer algo para todos los públicos. Sí. Hay tetas, pitos, cabezas cortadas, sodomizaciones y nada de eso es gratuíto.
La autoconsciencia del frikismo y la cultura popular
Pese que nos encontramos ante la película de presentación del personaje, la película sabe hacerlo entrando en el in media res, lo que nos permite conocer la historia y al personaje de la manera ideal. Viéndole en acción. Los flashbacks sirven aquí para conocer el pasado sin caer en la literalidad de la historia y encajan a la perfección para dotar de profundidad al bocazas de Wade Wilson y conocer su trasfondo. Como también nos permiten, de manera correcta y eficaz, entender a la perfección su historia de amor con el macguffin de esta película, su novia Vanessa: una Morena Baccarin que vuelve a estar perfecta en su papel como personaje para frikis. Y Ryan Reynolds ya tiene a SU personaje. Después de naufragar entre chorradas como la fallida Green Lantern, finalmente ya tiene a su personaje franquicia. Ahora ya no nos podemos imaginar a otro Wade Wilson que no sea él.
La cultura popular, la autoreferencia paródica, y la estilización grotesca del sexo y la violencia son la seña de identidad de este «Deadpool», pero pese a ello, la historia es lo suficientemente solvente y entretenida para no limitarse únicamente a ello. Tal vez Ajax, el villano no sea lo suficientemente ominoso, pero cumple su función, igual que Angel Dust, interpretado por Gina Carano. De igual modo cumplen su propósito personajes como el bonachón Coloso y el teenage angst de Negasonic Teenage Warhead, las dos versiones por arriba y por abajo de los superhéroes como elemento icónico de la cultura popular: el superhéroe bueno sin fisuras y la rebeldía adolescente como sublimación catártica de las aventuras de superhéroes. «Deadpool» no es ni lo uno ni lo otro. Apela directamente al friki de treinta y tantos y más mayor, buen conocedor de la cultura popular y que ha desarrollado, como arma para enfrentarse al mundo, el cinismo más descarnado e irreverente. El que tiene en twitter su máxima expresión o el que es capaz de cagarse en FB o en un foro anónimo en la última versión de su personaje preferido. No hablaré aquí de la multitud de referencias comiqueras, marvelitas, o cinematográficas, porque es algo que cada espectador debe descubrir por sí mismo. Como tampoco descubriremos ahora la funcionalidad humorística de la rotura de la cuarta pared. Simplemente, con «Deadpool» lo que debemos hacer como espectadores es: sentarnos en la sala del cine, coger nuestro cubo de palomitas, reírnos con todo lo que se nos pone en pantalla y dar rienda suelta a nuestro lado más cínico e irreverente. Y aplaudir cuando toca. Y mucho y muy fuerte. Sólo espero que como dice James Gunn, «Deadpool» no sea el inicio de todo lo malo.
Frases destacadas:
Deadpool: «TODO. No hay puntada sin hilo«.