Jean-Marc Vallée, la pedantería y las ínfulas autorales dinamitan una interpretación magistral de Jake Gyllenhaal en «Demolición».
Se alzan incontables las ocasiones en las que, al recordar o evaluar un largometraje, la imagen de su director permanece en la sombra, ausente, sin llamar la atención; empequeñecida por las alabanzas a intérpretes, guionistas, giros argumentales o apartados técnicos, trascendiendo estos más allá de la figura del narrador principal que firma la obra.
Este hecho puede percibirse en el caso del realizador Jean-Marc Vallée, especialmente durante sus últimos tres trabajos que, curiosamente, coicndien con su desembarco en la industria estadounidense y sus dos años consecutivos de nominaciones a los premios Oscar. Tanto en el caso de “Dallas Buyers Club” (2013) como en el de “Alma salvaje” (“Wild”, 2014), la inmensa mayoría de halagos vertidos sobre ambos filmes fueron recibidos por sus repartos, habiendo resultado oscarizados Matthew McConaughey y Jared Leto en la primera, y recibiendo sendas nominaciones a mejor actriz principal y secundaria Reese Witherspoon y Laura Dern por la cinta de 2014, todos ellos haciendo gala de unas interpretaciones magistrales derivadas de una construcción de personajes fabulosa.
Puede que este hecho haya sido el detonante del patinazo que Vallée ha sufrido con “Demolición” (“Demolition”, 2015), al menos en cuanto a decisiones puramente de dirección se refiere, en su constante esfuerzo por reivindicar su autoría y volcándose en que su sello sea identificable y omnipresente en todo momento, por encima del magnífico relato sobre la pérdida y el aislamiento emocional sobre el que pivota el largo. De este modo, el canadiense lleva al límite tics y rasgos ya vistos en su filmografía previa, como un movimiento de cámara incesable que en este caso se antoja exasperante y verdaderamente molesto, o una amalgama de momentos dignos de videoclip envueltos por un lenguaje que trata de evocar una falsa sensación de cotidianeidad, y que parecen pregonar a voz en grito que nos encontramos ante un filme “d’auteur”.
Todo esto, pese a determinante a la hora de enfrentarse a “Demolición”, no debe restar mérito a una obra que, al menos en cuanto a su trama principal respecta, y dejando de lado en todo momento a una trama secundaria tan necesaria para hacer avanzar la historia como notablemente forzada, cumple su cometido con creces. Porque lo nuevo de Vallée, con más de una trampa efectista de por medio, funciona; emociona, llega a tocar el corazón, a hacerte sentir pequeño en tu butaca, y te sumerge de lleno en la espiral autodestructiva y existencialista de Davis, su perdido protagonista.
Gran parte de la culpa de esta efectividad la tiene el inteligente libreto de Bryan Sipe y la forma en la que este edifica la personalidad y carácter de Davis, un exitoso trabajador de banca cuya viudedad desenmascara una conducta próxima a la sociopatía y que se erige como una suerte de antítesis del Patrick Bateman de “American Psycho” (Mary Harron, 2000) que opta por la destrucción de todo bien material que se le ponga por delante, dejando de lado el descuartizamiento de seres humanos.
No obstante es, fuera de dudas, Jake Gyllenhaal y su encarnación del personaje el que hace a “Demolición” merecedora de su visionado, regalando una interpretación antológica, capaz de resultar tierna y heladora a partes iguales; destilando de forma impensable un calor humano de lo más vívido a través de esos ojos muertos, carentes de emoción alguna, como los de un tiburón. Esto no hace más que confirmarle, tras proezas actorales como la que ofreció en “Nightcrawler” (Dan Gilroy, 2014), como uno de los mejores actores del panorama actual. Lástima que, pese a resultar ambos satisfactorios por separado, la química entre Gyllenhaal y su compañera Naomi Watts sea tan efímera, y haga flojear considerablemente sus escenas compartidas.
Es una verdadera lástima el aura de pedantería e ínfulas con las que Vallée ha regado su último trabajo en alguno de sus pasajes, ya que, por momentos, consigue hacer converger ese tono y estilo que hemos podido disfrutar con anterioridad, con elementos narrativos que recuerdan al Terrence Malick más poético, logrando llegar directamente al corazón del espectador. Pero cuando al fin estás sumergido en las densas aguas de “Demolición” de la mano de Davis, su director aparece para romper la burbuja y recordarte que, después de todo, estás presenciando un relato artificial y prefabricado.
Frases destacadas
- Davis: Dear Champion Vending Company: I put five quarters in your machine and proceeded to push B2, which should have given me peanut M&M’s. Regrettably, it did not. I found this upsetting, as I was very hungry, and also my wife had died ten minutes earlier.
- Davis: Fuck is a great word but If you use it too much then it just loses its value and you just sound stupid.
Chris: Fuck you.
Davis: Exactly. I feel nothing and you sound like an idiot. - Davis: Fuck Phil!
- Davis: Who the fuck drives a station wagon?
Trailer oficial