La última cinta de Bart Freundlich es el remake del drama homónimo danés que Susanne Bier dirigió en 2006.
Hoy en día no basta con que te guste ver películas para que se te pueda considerar un cinéfilo. Los galones te los debes ganar a base de demostrar que tus gustos cinematográficos concuerdan con los normativos y que tus conocimientos del séptimo arte son los suficientes como para darte el graduado en historia del cine directamente. Esta dictadura cinéfila, fomentada sobretodo por las redes sociales, nos impide poder disfrutar de un filme si no parte del potencial para ser considerado el mejor del año. Todo son obras maestras o filmes fallidos. Ya no existe el término medio. Eso ha hecho que una cinta de miedo tenga que ser algo más que eso o que la comedia tenga que ser el apellido de otro género para que sean valorables. Además, parece que estas obras maestras deben serlo a base de renegar del cine de los últimos 100 años. Todo tiene que respirar verdad. Ya no valen los artificios ni los sentimentalismos. Podremos decorar nuestra casa con Mr. Wonderful, pero el melodrama no puede salir de lasTV moviesde los domingos de Antena3. Esta plaga ha escalado hasta lo más alto. Los mismos que hace 20 años no se avergonzaban de votar a “Shakespeare enamorado” (John Madden, 1998), “Una mente maravillosa” (Ron Howard, 2001) o “Crash” (Paul Haggis, 2005) como la mejor película del año en los Oscars, ahora se ve obligado a votar a “Birdman” (Alejandro González Iñarritu, 2014), “Moonlight” (Barry Jenkins, 2016) o “Nomadland” (Chloé Zhao, 2020). Y no es por desmerecer a ninguna de ellas, pero estos últimos años, premios de la academia y de festivales de cine abogan más por satisfacer los gustos del cinéfilo con galones que del público medio.
Debido a esta tendencia, hoy en día es irremediable ver como términos como melodrama, que una vez fue sinónimo de éxito de taquilla, se ha convertido en un adjetivo descalificativo como también lo es tildar de infantil a las películas de animación. Y este miedo a ser calificado como melodrama, está llevando a que películas como “Después de la boda” huyan del término formalmente aunque la historia que nos narre sea o que pida. Dirigida por el realizador estadounidense Bart Freundlich, este filme es el remake de la cinta danesa homónima que en 2006 firmase Susanne Bier con Mads Mikkelsen como estrella protagonista y con el por entonces prometedor guionista/director Anders Thomas Jensen a cargo del libreto. Para el remake, Freundlich no solo cambia el país donde acontecen los hechos, si no también el género de los personajes. De este modo, el realizador demuestra de forma tan burda como efectiva que los roles de éxito y responsabilidad del filme original danés pueden ser interpretados por mujeres. En la cinta, Michelle Williams es la directora de un orfanato hindú que recibe la generosa donación por parte de una exitosa empresaria norteamericana, Julianne Moore (esposa del realizador). La única condición para recibir el dinero será acudir personalmente a entrevistarse con la empresaria, lo que abrirá la caja de Pandora de su pasado. Cierra el reparto principal Billy Crudup, otro fijo del cine del director como el marido artista y “florero” de Moore y Abby Quinn en el papel de la hija. Conforme avanza la historia, todo se va complicando y el nivel de tragedia aumentando. Unas bases firmes y potentes para construir un buen melodrama noventero pero contra el que Freundlich lucha en todo momento dejando a la cinta en tierra de nadie. La filmografía de realizador no es demasiado notable. Aunque dirige de forma solvente, sus filmes son bastante planos, sencillos, llenos de tópicos y con personajes estereotípicos. Ninguna de sus películas pasan del aprobado si bien te arreglan un buen domingo por la tarde. Es posible que “Después de la boda” sea su mejor filme, pero eso se debe a que, aunque simplifica el guion original de Jensen, sigue siendo suficientemente sólido y, sobre todo, a la gran interpretación de la triada de actores principales. Solo si hubiese abrazado el melodrama que promete ser la historia que nos cuenta, estaríamos frente a una película suficientemente destacable.
“Después de la boda” nos habla de la responsabilidad, del amor maternal y paternal por encima de cualquier otra representación del amor y del perdón. Del amor de pareja inmaduro y del adulto, del poder de la sinceridad, de la fuerza de la mentira y de la muerte. También nos habla del empoderamiento de la mujer en ese cambio de roles que hace con respecto al filme original. Pero curiosamente, pequeños detalles remanentes de los géneros originales de los personajes chirrían demostrando que hombres y mujeres, aun siendo igualmente validos, son diferentes y no vale un mero cambio de género. El filme de Freundlich habla de muchas cosas, y no es nada sutil ni profundo en ninguna de ellas. Pero ahí están. “Después de la boda” no logra salir de la mediocridad como película aunque solo ver como Michelle Williams puede cogerle el relevo a Mikkelsen, como Julianne Moore se come la pantalla en cada escena en la que sale demostrando una vez más ser una de las mejores actrices de su generación y como Crudup sabe brillar cuando está bien dirigido merece la pena su visionado.
Frases destacadas:
Theresa:“Siento mucho la espera. Debes de ser Isabel. Yo soy Theresa”
Isabel:“Apártate de mí.”
Oscar:“No recuerdo que fuera tan duro. O, si lo fue, no me lo dijiste.”
Trailer de “Después de la boda”: