«Destinos» de Stephan Komandarev cuenta la historia de seis taxistas en una Sofía empobrecida y a la que, la crisis, parece haberle arrebatado el futuro y la esperanza.
«Destinos» es una película sencilla en su puesta en escena pero que, sin embargo, nos trae un complejo fresco de una de las sociedades más desconocidas de Europa, la búlgara. Su capital, Sofía, es la muestra de lo que la crisis económica global ha traído a los países con menos recursos productivos. Una sociedad en la que los jóvenes y los talentosos han emigrado y sólo quedan los que no tienen salida y los que han sabido usar sus malas artes para enriquecerse manteniéndose en el capitalismo de amiguetes. Para ello Komandarev recurre a una película coral, con 6 taxistas protagonistas de su propia historia que vamos aprendiendo a través de los pasajes que cogen en una noche cualquiera.
El hilo conductor es la primera historia, en la que un pobre taxista nocturno que a su vez es un autónomo que tiene un taller, es chantajeado por un político corrupto y obligado a pagar un soborno del que no podrá salir si quiere seguir manteniendo su negocio. La deuda y la amenaza es tan grande, que asolado por el miedo de no poder darle un futuro a su hija, mata al político y se dispara en la cabeza quedando en coma. A raíz de ahí, Komandarev nos explica que no es un caso aislado, sino que muchos taxistas y trabajadores se encuentran en la misma situación económica que el anterior.
Cada una de estas historias son pedazos de vida que recogen un momento en el tiempo, hilados por la noticia sobre el asesinato comentada por la radio y que, gracias a las llamadas de los oyentes, refleja la postura social de un país en quiebra. Cada taxista y cada pasaje nos trae historias de sueños rotos, de esperanzas truncadas, de destinos a ninguna parte en la que se nos muestra la cara de una Bulgaria en la que el taxista es una especie de asistente social (es el primer trabajo que intentan coger todos los que se han quedado en paro, pero también son los encargados de llevar a la gente al Hospital ya que las ambulancias y los servicios sociales están colapsados). Pero lo que en otras manos sería un drama lacrimógeno, en las de Komandarev es un fresco social realista que bordea casi el falso documental (el 90% del metraje es dentro de un taxi y está medio basada en el caso real de un taxista que mató a un empresario hace unos dos años conmocionando a la sociedad búlgara) y que nos hace reflexionar sobre la crisis económica y la crisis de valores. Cada pasaje representa un estamento social, una prostituta, una joven, un médico que emigrará después de su última operación de transplante de corazón en Sofía, unos jóvenes de fiesta nihilista, un suicida, un antiguo dirigente comunista, un abogado o el hombre al que se le va a transplantar el corazón. Cada uno de ellos se enfrenta, o se confronta, con el conductor que les lleva en un contrapunto que ahonda en las circunstancias particulares que les ha llevado hasta esa noche y ese taxi. Es un diálogo con cada uno de nosotros, con cada uno de los estamentos de una sociedad a la que buscamos en los momentos de auxilio pero que no parece darnos respuesta.
Cinematográficamente Komandarev acerca esa «Noche en la Tierra» de Jarmusch con el neorrealismo italiano y con el cine social, con una puesta en escena que por lo aparentemente sencilla, oculta un enorme trabajo de dirección de actores y de guion, así como de actuación por parte del elenco. «Destinos» es una película clara, con un ritmo excelente y que no es en ningún momento monótona ni lacrimógena. Un largometraje necesario por lo que de reflexión y de catarsis tiene, no sólo para el pueblo búlgaro, sino para todos aquellos que han visto su vida trastocada por la reciente y, en algunos casos, perenne crisis económica. Háganse un favor y vayan a verla.