Diamantes Negros nos muestra una realidad desgarradora bajo el velo del fútbol: la trata de menores, engañados diariamente con convertirlos en ases del balón.
Niños africanos de unos 14 ó 15 años sueñan con ser un futbolistas de éxito en Europa y son engañados por una trama de tráfico de menores que exige a sus familias un alto precio para cumplir este objetivo. Una burbuja que desaparece como una pompa de jabón, dejando a los pequeños en la más absoluta ruina, vagabundeando en las calles de las principales ciudades europeas.
Esta podría parecer una historia perfectamente construída por un guionista de cine, pero es la cruda realidad para muchos jóvenes en África, América Latina o Asia. Save the Children calcula que en Europa unos 340.000 niños se encuentran en esta red de tráfico de seres humanos entrelazada con el mundo del fútbol internacional.
Sueños rotos, vidas destrozadas
El primer hombre sin escrúpulos que aparece en Diamantes Negros es Alfonso (Guillermo Toledo), un ojeador que llega a África y, tras ver un partido de fútbol en la pequeña aldea donde viven Amadou y Moussa, decide hablar con ellos y sus familias para llevarles a Europa y hacer realidad su sueño: ser estrellas del fútbol.
El primer problema aparece cuando les explica que deben pagar una cantidad muy elevado de dinero si quieren conseguir su objetivo. Para ello, sus familias deben recurrir a vender su casa e incluso, a uno de sus hijos. Una triquiñuela que repite y, si cabe empeora, Ramón (Carlos Bardem), un supuesto representante futbolístico que, ya en Europa, dará falsas esperanzas a Amadou. Todo ello para que, tras su viaje a España, su sueño quede diluido. Si sale bien, esas pruebas puede que se realicen en pequeños equipos locales o, en el peor de los casos, ni siquiera lleguen a producirse, dejando a los chicos lejos de su hogar, sin dinero y sin futuro.
Una violación flagrante de los Derechos Humanos
«Si mucha gente se mata en una patera tratando de cruzar el estrecho, ¿cómo van a resistirse a la invitación de un blanco bien vestido que te promete que vas a ser una estrella del fútbol?». De este modo explica el director, Miguel Alcantud, hasta qué punto esas imágenes de supuesta riqueza de Europa convence a los chicos africanos que creen que viajando aquí ningún sueño es inalcanzable.
Pero esos sueños se esfuman cuando se dan cuenta de que han sido víctimas de un engaño en el que se encuentran envueltos niños de entre 9 y 17 años, que sirven a supuestos representantes para lucrarse con su situación de pobreza extrema. Una violación de los derechos humanos que clubes de fútbol como el Real Madrid o el Barcelona FC, que no han querido participar en esta película, consienten y no solucionan.
La solución no es fácil, pues Save the Children asegura que en el año 1999 esta situación fue denunciada en la ONU, con escasa repercusión mediática y un resultado nulo. Para Carlos Bardem, este problema de trata de menores en el deporte supone un «tráfico de seres humanos y debería ser atajado desde el fútbol, que debería ocuparse de limpiarse a sí mismo, y debería ser atajado desde las autoridades».
Una gran película de denuncia social de un problema que muchos desconocíamos, de esas que hacen que el cine no sea un mero entretenimiento y lo convierte en cultura, en mayúsculas. Ojalá, como afirmaron los dos protagonistas malienses, Setigui Diallo y Hamidou Samaké, Diamantes Negros ayude a los niños del mundo a abrir los ojos ante una situación que es mucho más turbia de lo que parece a primera vista y visibilice un problema al que aún no se ha puesto punto y final.
Frases de Diamantes Negros:
Alfonso: «No olvidéis una cosa que es muy importante: no vais a jugar al fútbol, vais a estudiar. Vais a probar para algún equipo, pero no lo podéis decir, porque tenéis 16 años.»
Ramón: «Esto (el pasaporte) me lo queo yo. Si no lo tienes, no pueden deportarte. No saben dónde mandarte.»
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