La lucha por el cese de las costumbres inmorales y machistas de la Etiopía rural.
Malas formas
“Difret” sería una de esas películas que resultan mucho más satisfactorias para el público que para la crítica. A priori, habiendo pasado por Berlín y viniendo de África, uno puede sentirse estimulado ante la irrupción de algo nuevo en nuestras carteleras. No es el caso de esta película producida ni más ni menos que por Angelina Jolie que pone en las manos del director africano Zeresenay Mehari, quien trata de filmar una historia real acontecida en Etiopia. Si bien la historia que relata es muy rica en detalles y logra denunciar y glorificar aquello que se propone, si nos paramos a analiza aspectos puramente cinematográficos, nos encontramos con una dirección de corte europeo contemporáneo, con su cámara al hombro y su búsqueda del realismo, buscando el gusto de los festivales europeos, y sin embargo, a medida que avanzan los acontecimientos, asistimos a un para nada disimulado uso excesivo de la música o de los ralentís para forzar una respuesta emocional que no necesitaría de estos artificios para hacer entrar en conciencia a sus espectadores. No resulta necesario un subrayado continuo en el devenir de la historia, marcando bien claramente las pautas y guiando al espectador hacía los derroteros planteados.
Una historia necesaria de contar
Abandonando el aspecto formal, siempre es bien recibido encontrarnos con un cine que nos acerque a otros mundos y culturas a través de la gran pantalla, que nos traslade a una realidad lejana desde las salas de cine. Hace poco disfrutamos de otra obra africana, esta vez rodada en Mauritania, “Timbuktú” de Abderrahmane Sissako, con la cual encontramos ciertos paralelismos inversos, tanto en forma como contenido. Mientras en la película que hoy nos atañe se excede en el uso del artificio continuamente, en la de Sissako, este recurso resulta totalmente lícito al trasladarse directamente a la respuesta emocional de unos jóvenes que buscan liberarse. El otro paralelismo inverso que encontramos es que mientras en “Timbuktú” un pueblo civilizado se encuentra con la llegada de la irracionalidad, aquí asistimos a la desesperanzadora incursión de la voz racional dentro de un sistema anclado en viejas e indignas costumbres.
“Difret” denuncia y reivindica, y lo hace de manera muy tajante, dos realidades etíopes, el machismo imperante en la Etiopia de provincias que logra contaminar los estratos judiciales del Estado y la lucha feminista lograda mediante la educación y el raciocinio. En este aspecto, la película se eleva como un largometraje indispensable a la hora de conocer la sinrazón que han tenido que vivir un sinfín de niñas etíopes. En la escena en la que una asamblea pueblerina (obviamente masculina) debate sobre el conflicto ocasionado en el inicio del filme, el secuestro de una niña de catorce años, su violación y el posterior asesinato del hombre por parte de la víctima, se trata desde una locura colectiva donde se achaca al peso de la tradición el hecho, para ellos legítimo, de raptar a las que serán sus futuras mujeres. Es en ese preciso instante donde el espectador se debate entre la posible exageración de su director y el miedo en creer en la normalización de una privación de los derechos humanos tan consumada. Por desgracia, es así. Esto se verá traducido en las complicaciones legales que tendrá la abogada que abanderará la causa de la niña y que se verá perjudicada, ninguneada y atacada por un sistema basado en tradiciones patriarcales. La abogada Meaza ya no sólo se revelará como una fiel defensora de la causa feminista, el juicio trascenderá hasta convertirse en una lucha donde habrá que imponer el poder de la ley y los derechos de los ciudadanos por encima de costumbres arcaicas y execrablemente abyectas.
No encontramos pues ante una versión mucho más dura de la lucha por la liberalización femenina del yugo machista que la que vimos en “Gett: el divorcio de Viviane Amsalem” (Ronit Elkabetz, Shlomi Elkabetz, Israel, 2014), pero con una estilización formal manipuladora que rompe la crudeza de ésta. Por otro lado, es justo mencionar que sí invita a la reflexión y da voz a aquellas mujeres que se valieron de los valores de la Justicia para acabar con una situación que, a día de hoy, está perseguida por la ley en Etiopía. Se podría resumir de manera bastante simple: “Difret” ofrece un mensaje muy interesante, pero tropieza en sus formas. Si el espectador obvia este último aspecto, disfrutará de un cine social combativo que da a conocer realidades lejanas.
Frases destacadas de «Difret»:
- Mujer maltratada: “Dice que me pega porque me quiere”.
- Meaza: “Si no quiere perder su trabajo, pórtese bien con su mujer”.
- Madre de Hirut: “Es culpa de su padre, por mandarla a la escuela. Si se hubiese quedado aquí no se la hubieran llevado”.
- Padre del violador: “Mi hijo la raptó, como manda la tradición”.
- Amigo del violador: “Debe ser castigada con la muerte”.
- Meaza: “La libertad es un derecho constitucional para todos. Eso incluye a las mujeres”.
- Hirut: “No siento que hayamos ganado nada”.