La ignorancia crea miedo, el miedo genera odio… El odio es el arma más destructiva. Profunda reflexión del mundo de las guerras encubiertas estadounidenses.
Guerra contra el terror
Es verdaderamente complicado encontrar un punto de origen a la historia, ya que la lucha fanática por la seguridad ha sido siempre uno de los pilares básicos de la política estadounidense.
Dirty Wars inicia su trama en el año 2010 en Kabul, Afganistan. Una grabación nos muestra el asesinato a sangre fría de dos mujeres embarazadas, sucedido en su propia vivienda. Los culpables, los talibanes radicales. Hasta ahí no parecen existir ninguna confabulación ni misterio, pero las pruebas materiales evidencian lo contrario. Varios militares estadounidenses extraen los casquillos de las balas de unos cuerpos aún calientes. Lo que en apariencia puede parecer un exceso de autoridad, un cruel asesinato más, se acaba convirtiendo en una dura labor de investigación sobre los verdaderos culpables que se encuentran detrás de aberrantes crímenes de esa índole.
¿Por dónde comenzar la labor? Las largas listas de ataques comunicados de la OTAN sólo nos revelan una cantidad ingente de información sesgada y manipulada. Indagar en internet, en los grandes medios o examinar los avisos oficiales es equivalente a leer miles de páginas de un libro en blanco, hasta que una revelación va esclareciendo la laboriosa búsqueda. Las piezas del puzzle comienzan a encajar.
Oscuro auge del JSOC
Bajo el secretismo y la más absoluta reserva descubrimos un nuevo grupo militar norteamericano que se ha ido gestando en la sombra, aislado de cualquier poder o autoridad que lo controle y vigile, ha ido elaborando su misión con una capacidad de actuación que supera todos los límites imaginables. Esta corporación recibe el nombre de JSOC (Mando Conjunto de Operaciones Especiales), y se trata de una de las unidades militares más secretas y poderosas en la historia de América. En la más estricta confidencialidad ha ido desarrollando una de las operaciones antiterroristas más importantes del siglo, la Operación Gerónimo , que acabó con la muerte de Osama bin Laden en el pasado año 2011, cerca de Islamabad, Pakistán.
Tras este ovacionado acontecimiento, la reserva y el misterio circundantes a la organización se desploman. Todas las agencias de prensa y los medios audiovisuales estallan de noticias referidas a esta facción del ejercito, hasta el momento sumida en la clandestinidad. ¿Quién puede exigir ahora justicia contra los nuevos héroes nacionales, apoyados y amparados por todo el pueblo americano? ¿Debemos resignarnos y silenciar una verdad demostrada?.
Dirty Wars va más allá, penetra a fondo en las estrategias y la organización estadounidense, pero no resuelve la gran duda que casi todos los que vemos el documental tenemos, ¿Cómo y dónde inicio todo? No se clarifican los motivos. Quizás sea porque se trata de una cuestión irresoluble; cuanto más se averigua y descubre, más actores y campos de batalla salen a la luz. No es más que una rueda que gira indefinidamente sobre sí misma.
Gran labor periodística
Dirty Wars es un documental dirigido por Rick Rowley y escrito y presentado de la mano de Jeremy Scahill, un aclamado y reconocido periodista de investigación estadounidense, ganador del premio George Polk Book, corresponsal del programa Democracy Now! y un asiduo colaborador en The Nation. Es autor de la célebre novela Blackwater, y ahora también de Dirty Wars, libro sobre la que se basa el film. Ambas se centran en el uso de empresas militares privadas, que actúan paralelamente al gobierno. Scahill gracias a su incasable búsqueda de la verdad ha conseguido ganarse el prestigio y respeto, tanto dentro como fuera del continente americano.
La película fue estrenada este año en el Festival de Cine de Sundance, armando un gran revuelo y causando una expectación singular. El director acabó alzándose con el Premio a la Mejor Fotografía de Documental.
Narrada desde un punto de vista objetivo y distanciado, la investigación traslada a nuestro periodista hasta los lugares más remotos del planeta, Afganistán, Yemen o Somalia, serán tres de los puntos claves de su investigación. Al mismo tiempo que se van descifrando los hechos, también se va destapando la dolorosa y cruda realidad de esos pueblos, las desgarradoras consecuencias de una guerra inagotable.
Fobia islamista
Las imágenes a las que nos enfrentamos durante toda la película plasman la realidad del dolor humano, son imágenes duras, agresivas y violentas, pero al mismo tiempo necesarias e imprescindibles. Sólo de este modo podemos conocer la barbarie que se está acometiendo sin que el resto de la población se percate. Cuanto más conciencia toma nuestra mente de la veracidad de lo que está exponiendo, más sensación de frustración, sinrazón y desconsuelo encontramos. No es una película sobre la guerra o la violencia, es la vida real, millones de personas sufren cada día un odio exacerbado e injusto por su ideología y creencias.
Estados Unidos, país de la libertad por antonomasia, símbolo de la igualdad y la tolerancia absoluta, es el creador de una cadena de montaje cimentada en la incultura, el recelo y el miedo. La rabia se construye a través de la incomprensión, odiamos lo que somos incapaces de comprender, el desprecio por lo diferente nos muestra un pueblo que descansa en la más absoluta inconsciencia. La imagen que nos venden a diario del ideal americano es como símbolo de heroicidad, ellos son salvadores que recorren el mundo tratando de instaurar la paz. ¿Pero la paz de quienes? Cada vez más la visión de la prensa y los gobiernos se aleja de la cruda y despiadada realidad. El gran y poderoso ejército americano sigue instaurando una supuesta paz ficticia, crea conflictos donde sólo existe desigualdad, fomenta el odio sobre la ignorancia y siembra el terror sobre miles de familias inocentes.
Si el mundo es un tablero de ajedrez, estados unidos es el indiscutible rey, y el resto de gobiernos del mundo entero no somos más que meros peones en su macabro juego homicida.
¿El fin justifica los medios?
»Estamos listos para derramar nuestra sangre y enfrentarnos a ellos. Preferimos morir a quedarnos aquí sentados, sin hacer nada.»
El mundo musulmán se está radicalizando a pasos agigantados. La lucha contra el terror sólo conlleva y desemboca en un aumento del odio y un deseo irrevocable de venganza. Islámicos que antes sentían compasión y condenaban todo hecho terrorista, se unen cada vez más a esa práctica tan terrible como único medio para clamar justicia y hacerse oír. Quieren mostrar su insatisfacción ante la situación de sus conciudadanos. Si el ejército norteamericano degrada, pisotea y asesina a civiles ensañándose sin justificación ni motivo, no podemos pedir a las familias destrozadas y hundidas que se refugien y escuden en su propio dolor; irremediablemente tratarán de esparcir el terror, de inmolarse y unirse a la Yihad contra los americanos
Dirty Wars reconduce un gran tema de debate, que se sigue manteniendo en la actualidad, ¿Que prima más, la seguridad y protección del pueblo americano, o los medios ilícitos que se utilizan para conseguirla?. Miles de estadounidenses dan la espalda a hechos corroborados y sabidos por todos, cierran los ojos ante una injusticia incuestionable; ellos sólo buscan desesperadamente tranquilidad y seguridad, desentendiéndose de los inciertos procedimientos que se utilicen para lograrlo. Contemplan con impasibilidad e indolencia los millares de muertos que se producen cada día en la otra parte del planeta, Irak, Afganistan, Somalia, Siria… Cambian los lugares, surgen nuevos protagonistas, pero el sufrimiento y los abusos persisten con total impunidad. Nuestra cruel indiferencia hacia el dolor ajeno nos convierte en partícipes indirectos de la masacre. El hecho de que nuestras manos no viertan sangre ajena no nos exime de toda responsabilidad, debemos quitarnos la venda de la insensibilidad que nos impide solidarizarnos con el prójimo: es imposible revelar nada a unos ojos que no desean ver.
¿Cual es el futuro de tan dramática situación? Mientras el hombre siga siendo hombre seguirá matando, violando y cometiendo actos atroces, en realidad.. ¿Somos tan diferentes del resto de animales que pueblan la tierra?