La cotidianidad de la nada familiar más hilarante viaja de París a Nueva York en la segunda entrega de la saga “Dos Días en” dirigida por la excéntrica Julie Delpy
Un arte tan autodestructivo como indulgente
Como ya hicieran otros tantos actores, Julie Delpy ha cruzado la línea entre la interpretación y la dirección para ofrecer al gran público un alter ego llamado Marion que se manifestó primero en Dos días en París y nuevamente con su secuela Dos días en Nueva York. En ambos casos, Delpy se centra en la nada cotidiana abriendo una ventana desde la que se contempla la degradación de la pareja, las complejas relaciones familiares o el choque cultural franco-americano. Un gusto por la sátira que resulta especialmente recargado cuando la autoconsciencia indie de Delpy se apodera de una saga más pretenciosa que brillante.
Dos días en Nueva York retoma la historia de Marion después de romper con Jack para rehacer su vida en Nueva York con Mingus (muy acertado Chris Rock), su enésimo novio. Julie Delpy inicia el argumento a partir de un final de cuento en el que los protagonistas empiezan comiendo perdices y acaban sufriendo una acidez que habitualmente no vemos. Para ello, la directora y actriz francesa hace cambiar y madurar al personaje de Marion en contenido y en continente. Atrás quedaron las fiestas hipster, su afrancesada habitación o su impulsiva libido. Ahora ella censura, es celosa, tiene dos hijos, camina perdida por Nueva York y muestra una compasión que se manifiesta en un arte tan autodestructivo como indulgente con sus propios traumas. Un cambio que se sostiene en el “Change has come” de Obama y en el salto de París a Nueva York.
La sombra de Woody Allen es alargada
Una confrontación cultural que se hipertrofia por los aburridos e intencionales clichés que hace gala el guion por medio de sus histriónicos personajes. Protagonistas que rehúyen de la formalidad y de la sutileza para dar paso a la hilaridad más absurda desmereciendo los diálogos y los gags que por momentos brillan de forma individual. Una comedia que no ofende pero que tampoco engancha al pretender reírse de unos tópicos que terminan por ahogar ese tic pretencioso que invade constantemente la escena. Una película que recibe la influencia inequívoca de Woody Allen y que se hace todavía más latente y molesto que en la primera entrega al devenir en un filme que resulta ser un cruce entre su predecesora, Los padres de él y la serie Cómo conocí a vuestra madre. Delpy termina por rendirse ante aquello que parodia recurriendo al chiste fácil y “vendiendo su alma” (literal en la película) al más agotador y pretencioso sketch donde tienen cabida el humor negro y hasta un innecesario cameo de Vincent Gallo.
Lo más interesante de Dos días en Nueva York es la mirada a la comedia romántica desde el punto de vista francés pero con el filtro de los prototipos hollywodienses. Es una película víctima de la excentricidad de su directora y protagonista que a pesar de demostrar cierto talento, lo desaprovecha al acentuar una historia manida desprovista de la gracia y lucidez de la entrega parisina.
Frases destacadas:
Marion: “Todo está bien”
Jeannot: “¿Y dónde me la voy cascar?”
Manu: “Hasta luego, Kumar”
Mingus: “Tus tonteos son muy serios”