Mar. Mar 19th, 2024

Medem regresa con un relato literario donde los personajes de tres familias están interconectados por un oscuro secreto.

Los Bellmunt, los Santaolaya y los mafiosos georgianos

En su decimotercer trabajo del cineasta Julio Medem, nos propone un crisol de historias de amor un tanto irregular. El filme comienza con el viaje de Rebeca y Marc a un viejo caserío de la familia de Marc, con el fin de escribir la historia que los une, es decir, contando las historias de sus madres y abuelos. A medida que vayan construyendo el árbol genealógico, irán poniendo negro sobre blanco los secretos y mentiras, los celos e infidelidades sobre los que se han ido construyendo 25 años de vida familiar. Al final, entre ambos acabarán por descubrir el gran misterio que ha marcado sus vidas.

El espectador que acuda a ver el último trabajo del gran autor vasco sentirá que el tiempo se ha detenido en la sala oscura. Es posiblemente el peor, desde el punto de vista argumental y actoral, a pesar de ser el más lineal y menos surrealista. Las coincidencias y casualidades parecen reinar por doquier en este crisol familiar. Además, visto lo visto, podía haber contado lo mismo en menos tiempo.

La fuerza de las imágenes de las películas de Medem requiere un grupo de actores que esté a la altura. El actor ha de tener una mirada arrebatadora, cautivadora, y además, saber hablar con los ojos. Debe poseer la capacidad de penetrar con la mirada el objetivo para llegar al corazón del espectador. A la par que su gestualidad debe ser muy marcada, llena de fuerza y contención. “El árbol de la sangre” posee un serio problema de casting. Úrsula Corbero y Álvaro Cervantes carecen de todas estas cualidades, y además, son la piedra angular desde el punto de vista narrativo, son el pilar de la función, toda la acción orbita sobre ellos. Por mucho que Medem se esfuerza, no consigue hacerlos brillar. Les vienen muy grande vestirse un personaje creado por Medem. Sobre todo, el fallo reside en Corberó que es incapaz de recitar con la sensualidad y la fuerza necesaria, las líneas de diálogo, porque hasta para eso Medem tiene un estilo muy especial de escribir.

Desnaturalizando su estilo

Sus personajes son los responsables de liderar la carga de suspense del relato. Medem confía en ellos, y deja sobre sus hombros esa responsabilidad, de tal forma que ellos deciden qué contar, cómo y cuándo. De esta forma el filme se vuelve muy literario, muy denso, y la narración cinematográfica no ayuda. Colisiona frontalmente el lirismo del drama con el relato de suspense.

Frente a la joven pareja de actores tenemos a una habitual del universo del cineasta. Najwa Nimri conoce perfectamente las claves que reinan su mundo y se hace con total comodidad con el papel de La Maca. Daniel Grao se lo pone fácil y hacen una pareja excelente, llena de verosimilitud. De Josep Maria Pou, Emilio Gutiérrez Caba, Luisa Gavasa y Ángela Molina solo podemos decir que están excelentes, que saben entregarse a este particular universo y lo hacen con suma profesionalidad. Joaquín Furriel hace que echemos muchísimo de menos a ese grande que es Carmelo Gómez. Tengo la total convicción que hubiera compuesto un Olmo más terrorífico, testosterónico y complejo. Carece del carisma y fuerza necesaria para componer a ese temible y seductor mafioso georgiano.

Siempre he venerado la audacia y valentía de uno de los pocos autores que tenemos en España, porque posee un estilo muy definido y concreto. Solo hay un par de momentos en que se vislumbra su magia y fuerza. Nos referimos a esa secuencia donde juega con los ojos y la luna. Es un momento precioso, extraordinario, muy Medem. O cuando los dos hermanos parecen dos venados enfrentados. En esas secuencias se fusionan la carga poética de su narrativa con la fuerza de la naturaleza y la verdadera personalidad de ambos personajes. También hay que destacar el magnífico trabajo de Lucas Vidal, que parece seguir los dictados de Alberto Iglesias, hace un formidable trabajo al intentar facilitar que el espectador se sumerja en la experiencia lírica y melodramática que nos propone el cineasta. Ensalzando las bellas imágenes fotografiadas por Kiko de la Rica. A pesar de su brillante banda sonora y excelente fotografía, un claro ejemplo de que no funciona “El árbol de la sangre» es la secuencia inicial donde Cervantes y Corberó abrazan el árbol y sus manos deben unirse para ser un todo.

Es evidente que Julio Medem necesita conectar con las nuevas generaciones, los productores confían en el tirón mediático de “La casa de papel”, pero Corberó no funciona ni como atracadora ni como escritora con secretos. De esta manera queda patente que cualquier actor no vale para encarnar un personaje de este calado, con unas aristas psicológicas muy marcadas. Así que lo que podría haber sido la obra más comercial de Medem, un drama familiar donde los personajes llevan una terrible carga en las entrañas, dirigida a un público mayoritario, acaba siendo un drama ciertamente pasional, a medio camino del todo y la nada, aburriendo al espectador.

Frases destacadas:

  • Rebeca: “Recuerda el pacto. Nada de política
  • Rebeca: “Víctor Mendoza fue un regalo para nuestras vidas
  • Maca: “Espero que no te molesten mis voces
  • Rebeca: “Mañana tendremos el árbol completo, con toda su sangre y verdad
  • Marc: “Noche de luna llena para todos
  • Maca: “Desde que naciste no he vuelto a ser La Maca
  • Rebeca: “Cuanto más lo siento, más te quiero
  • Marc: “Me mata pensar hasta dónde pudiste llegar para engañarme

Tráiler oficial de “El árbol de la sangre”

 

Por Alfredo Manteca

Periodismo UCM. Cinéfilo y cinefago compulsivo. Crecí con Kubrick, Hitchcock y Cronenberg.

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