Natalie Dormer es la principal razón de peso para ver una película en la que ella es la única luz en un universo lleno de sombras.
Un argumento demasiado utilizado
Sara Price (Natalie Dormer) es una mujer estadounidense que viaja a Japón en busca de su hermana gemela Sara (interpretada por la propia Dormer), que ha desaparecido en el bosque de Aokigahara, que está en la base del Monte Fuji. Se trata de un lugar del que se entra pero del que nadie ha salido con vida. A pesar de las advertencias que recibe Sara para que no entre en el bosque, ella sigue adelante con sus planes. Lo que verá allí cambiará su vida para siempre…
Este concepto de buscar a un ser querido desaparecido empieza a resultar un poco repetitivo. Es un tipo de argumento que se está viendo con más frecuencia de la deseada últimamente. Es cierto que puede resultar idóneo para películas como la del caso que nos ocupa, pero no puedo evitar pensar que hay falta de originalidad en los guiones en algunas ocasiones.
Eso sí, no faltan algunos clichés tan típicos de este tipo de cine. Éstos van de los típicos personajes, el ambiguo compañero de viaje, las apariciones misteriosas, esos momentos que parecen que el protagonista pierda la cabeza, sin dejar en el tintero, la necesaria conexión mística que se produce a veces entre algunos personajes. Lo fundamental en este tipo de largometrajes está presente, aunque se echa de menos que arriesgue un poco más en este aspecto.
A medio camino entre lo clásico y lo moderno
“El bosque de los suicidios” se acerca en su concepto a las grandes películas de terror clásicas como las versiones clásicas de “Carrie” (Brian de Palma, 1976) o “La cosa” (John Carpenter, 1982), que a las modernas como las sagas “Saw” o “Destino Final”. En cintas como ésta lograr una buena ambientación es fundamental, y “El bosque de los suicidios” lo llega a conseguir en algunos momentos, logrando alcanzar esa sensación de que en cualquier momento puede pasar algo.
De todos modos, no logra transmitir ese miedo, esa angustia que transmitían las películas de terror de antaño, aunque el espectador no se librará de algunos sustos. Igualmente, tampoco llega a esos extremos de violencia extrema y el mostrar sangre por mostrarla tan típica de los ejemplos mencionados. Igualmente, sus creadores deciden ignorar el concepto de verosimilitud a cambio de regalarnos a una Dormer en camiseta durante gran parte del metraje para mayor alegría de nuestro cuerpo serrano, cuando en ese bosque te podrías estar casi congelando.
Un reto difícil
Interpretar dos personajes a la vez nunca ha sido fácil ni es un hecho innovador en la historia del cine. Sin ir más lejos, este último supuesto lo hemos visto recientemente en “Legend” (Brian Helgeland, 2015), con Tom Hardy. Natalie Dormer se enfrenta a este reto en “El bosque de los suicidios”, y el resultado no es tan brillante como en el ejemplo mencionado. A ver, es una actuación bastante correcta y con diferencia la mejor del filme, pero no acaba de cuajar tanto por el desarrollo de su personaje como por la historia en sí que es muy regulera. Todo ello le impide desarrollar sus buenas cualidades como actriz.
“El bosque de los suicidios” destaca por lograr una gran ambientación, que logra meter al espectador dentro de su inquietante atmósfera. Sin embargo, se echa de menos originalidad y frescura en el desarrollo, así como algunos detalles que hacen que le reste credibilidad. Es una pena, porque con el material que se tenía se podía haber sacado mucho más partido.
Frases destacadas de “El bosque de los suicidios”:
Sara: “Cuando a una de las dos le pasa algo, la otra lo percibe”
Sara: “Me necesita. Toma una mala decisión y yo le saco las castañas del fuego”
Recepcionista: “No salga del sendero”
Michi: “El bosque saca tu miedo, tu tristeza”
Hachiko: “No confiar en él”
Sara: “Ella mira el lado oscuro y yo aparto la vista”
Sara: “Si es algo malo no es real. Está en tu cabeza”