«El contable», la última película protagonizada por Ben Affleck, es un thriller con muchísima acción donde, sorprendentemente, la psicología es la verdadera protagonista.
Christian Wolff (Ben Affleck) es un astro de las matemáticas que, con una empresa tapadera, se dedica a asesorar en contabilidad a las organizaciones delictivas más peligrosas del mundo. Justo cuando el Departamento Jurídico del Ministerio de Hacienda de los Estados Unidos comienza a investigarle, encuentra un trabajo más seguro en la empresa tecnológica Living Robotics. Allí, la secretaria Dana Cunnings (Anna Kendrick) ha encontrado un desfase en las cuentas de millones de dólares y juntos deberán desenmarañar un mar de números hasta encontrar dónde se encuentra el fallo. Pero sus vidas, lejos de normalizarse, se vuelven cada vez más peligrosas.
Con esta trama, todo apunta a un thriller bien cargado de acción bastante convencional. Sin embargo, el último largometraje de Gavin O’Connor (“La venganza de Jane”) va un paso más allá, hilando la historia en base a la neurología y las relaciones personales de Wolff.
El autismo vuelve al cine
“¿Puede nuestro hijo llevar una vida normal?». Esta pregunta, planteada en una consulta de neurología, es la premisa bajo la que se desarrolla “El contable”. La respuesta del médico es clara y concisa: “defina normal”.
O’Connor tira de flashbacks para explicar la trayectoria vital de Christian Wolff. Este padece un trastorno del espectro autista por el que, pese a su exorbitada inteligencia, le cuesta socializar y comunicarse con la gente. Además, su infancia ha quedado marcada para siempre por un trauma familiar que motivará su existencia y su futuro profesional.
Su padre, oficial del Ejército, opta por darles a Christian y a su hermano una educación militar, tan estricta que llegan a sangrar en sus entrenamientos pese a ser tan sólo unos niños. De este modo, pretende evitar que la sociedad los ridiculice.
Si bien el papel interpretado en la edad adulta por Ben Affleck –y en la infancia por Seth Lee- está a años luz del Raymond Babbitt llevado a la gran pantalla por Dustin Hoffman en “Rain Man” (Barry Levinson, 1988), la gran virtud de esta película es incluir en un thriller comercial una discapacidad como es el autismo.
En esta ocasión, el director de «Argo» no destaca actoralmente, pero es capaz de ir desgranando con su actuación los motivos que llevan a su personaje a cometer atrocidades y codearse con los delincuentes más peligrosos del mundo. La educación que le ha dado su padre termina siendo, pese a las buenas intenciones de su progenitor –que tan sólo pretende evitar que hagan bullying a su hijo-, es uno de los detonantes de la acción de “El contable”. Por todo esto, Christian Wolff en nada se parece a los clásicos –y archiconocidos- asesinos fríos y calculadores de films como “Chacal” (Fred Zinnemann, 1973) o “Nikita” (Luc Besson, 1990).
El otro gran acierto es Anna Kendrick (“Up in the air”), que interpreta a Dana Cunnings, la secretaria de contabilidad de la empresa de robótica en la que trabaja el protagonista. La dulce compañera de Wolff guarda una gran similitud con María, la niña del cortometraje “Cuerdas” (Pedro Solís, 2014). Con frases como «da igual lo diferentes que seamos, todos queremos lo mismo», este personaje, lejos de mirar con miedo y condescendencia a la discapacidad, nos invita a abrazarla y normalizarla.
En definitiva, «El contable», sin ser una obra maestra, inserta en la subtrama un trasfondo social, lo que convierte un thriller entretenido que podría pasar sin pena ni gloria por las salas de cine en un ejercicio de reflexión sobre el autismo y la educación.
Frases destacadas de «El contable»
- Padre: «¿Puede nuestro hijo llevar una vida normal?».
- Neurólogo: «Defina normal».
- Lamar Black: «Lo que sea que descubrió le llevó al suicidio. Usted es muy bueno, señor Wolff, pero espero que nuestros caminos no se vuelvan a cruzar».
- Dana Cummings: «Da igual lo diferentes que seamos, todos queremos lo mismo».
- Padre: «La vida es una cadena de decisiones. La primera es elegir si ser víctima o no. La segunda, la lealtad. La familia es lo primero, para lo bueno y para lo malo».
- Padre: «Eres diferente. Tarde o temprano lo diferente asusta a la gente».
- Neurólogo: «Su hijo no es menos que nadie. Es diferente».