Por fin llega a nuestras pantallas la hermosa historia animada de Isao Takahata
Isao Takahata, reivindicando la animación
Todos aquellos que amen al estudio de animación japonés Ghibli, seguro que aparte de al inmenso Hayao Miyazaki, quien anunció su retirada tras la bellísima “El viento se levanta” (2013), conocen el nombre del segundo pilar en el liderazgo de sus proyectos, es decir, a Isao Takahata, laureado tanto por sus series animadas “Marco, de los Apeninos a los Andes” (1976) y “Heidi” (1974), como por largometrajes de enorme calado en sus espectadores como la lacrimógena “La tumba de las luciérnagas” (1988). Se trata de un veterano artesano a la hora de dar vida y movimiento a sus dibujos que, con “El cuento de la princesa Kaguya”, nominada al Oscar a mejor película de animación el año pasado, de igual manera que lo está también este año “El recuerdo de Marnie” (Hiromasa Yonebayashi) del mismo estudio y que se estrenan simultáneamente en nuestro país, insiste en volcarse en toda una autoafirmación del propio oficio.
El director japonés decide ahondar de nuevo como en anteriores filmes en lo estrictamente autóctono y que a su vez se convierte en extrapolable al resto del mercado internacional por su contenido humanista y universal. En esta ocasión se inmiscuye en una antigua leyenda que nos transporta a un mundo pasado sin dejar de evidenciar en ningún momento lo artificioso del proyecto, es decir, llevando a cabo una animación consciente de lo que es, sublime en su sencillez y sin intención de asombrar por su verosimilitud o virtuosismo.
El cuento de la princesa Kaguya, de la vida
Isao Takahata fusiona a la perfección su preciosismo formal, juega con los trazos, los colores, sus personajes y el entorno en el que se mueve, moldeando su espacio dependiendo del subtexto del relato, regalándonos estimulantes decisiones como la secuencia de huida en la que acaba coqueteando con la abstracción de manera totalmente coherente y justificada. Y es que la historia que narra “El cuento de la princesa Kaguya” adopta infinidad de matices, desde su origen anclado en la tradición nipona nos inicia en todo un viaje emocional en el que se dan a conocer aquellos males endémicos tantas veces tratados en las ficciones japonesas que nos muestran el contraste entre el deber impuesto por el rol masculino y la utilización de la mujer como objeto de culto al que se le mutila su misma esencia humana y su libertad como individua. El trato de la adoración femenina como elemento de poder y deseo ligado a la posición económica, refleja las dolencias de un sistema regido por los prejuicios y el egoísmo. Al mismo tiempo, vivimos la alegría de vivir, el verdadero sentido de la existencia y un amor inmenso por el entorno natural en pos del impostado en la gran ciudad. La vida sencilla, alegre y veraz se antepone a los caprichos del mismísimo emperador, a las inclementes enseñanzas de quien quiere moldear un alma auténtica y de las equivocadas vocaciones de la figura paterna. Su visión budista de la naturaleza, sintiendo cada uno de sus elementos como parte del regalo de la vida en la Tierra, liga a la perfección con otros mensajes ecologistas de filmes de su colega Hayao Miyazaki como por ejemplo “La princesa Mononoke” (1997).
Esta maravillosa obra de la animación japonesa acaba por embellecer y sublimar desde la más emotiva de las poéticas personales cuales son las razones por las que merece la pena no renunciar jamás a las bondades que podemos disfrutar en libertad cuando se establece una comunión con la naturaleza y la vida.
Frases destacadas:
- Padre: “¡¿Cómo brote de bambú?! ¡Es una princesa!”
- Padre: “La llevaré a la ciudad y será una princesa de verdad. Aquí sólo puede ser una pobre chica de pueblo”.
- Lady Sagami: “Es muy extraño, cuando está conmigo parece que está jugando. Pero luego, aprende todo con rapidez”.
- Kaguya: “Una princesa puede gritar, sudar si se esfuerza. Y si no lo hace es que no es humana”.
- Kaguya: “Esta fiesta es en mi nombre, pero si he de estar aquí apartada, es como si no estuviera”.
- Kaguya: “Todo es falso. Este jardín es falso. Yo también soy falsa”.
- Kaguya: “Cuando el emperador me abrazó, mi corazón de manera involuntaria, gritó en silencio para que vinieran a buscarme”.
Tráiler de «El cuento de la princesa Kaguya»