Jean Pierre Jeunet sorprende con la historia de un científico de diez años que decide escaparse de casa para recoger un premio en la otra punta de los Estados Unidos.
De Jean Pierre Jeunet se puede asegurar sin temor que oscila peligrosamente entre una suerte de poesía cotidiana y una almibarada desmesura. Como ejemplo del lirismo comentado, figura «Amelie», obra que le lanzó a la fama y que, en mi caso, desterré hace años al limbo de las películas cuya revisión resulta prohibida, ya sea por un exceso de entusiasmo durante el primer visionado, o, simplemente, por la necesidad de mantener un agradable recuerdo de una cinta que probablemente esté sobrevalorada. No hace falta reflexionar en exceso para situar en el reverso endomingado del francés su penúltima obra: «Micmacs«, la historia de un tipo con una bala incrustada en su cerebro que pecaba de un tremendo barroquismo formal pretendidamente vacuo.
«El extraordinario viaje de T.S. Spivet« narra las vicisitudes de un niño prodigio que habita en un pueblo remoto de los Estados Unidos. Su madre, una científica recolectora de insectos y su padre, una especie de cowboy atrapado en el siglo XXI, funcionan como el primer contraste entre los muchos que aparecen durante el metraje. La ciudad y el campo; el sentimentalismo y la visceralidad; lo intelectual y lo pragmático. La película es también un viaje iniciático que, en este caso, está muy cerca de caer en los defectos propios del director comentados anteriormente, pero emerge finalmente como una apreciable road movie de búsqueda interior.
Es inevitable la comparación con la maravillosa «Moonrise Kingdom« de Wes Anderson. En ambas existe un afán por recuperar la infancia perdida, una apasionada apuesta por la creatividad primitiva alejada de la tecnología que nos convierte en autómatas. Entronca también con «La invención de Hugo«. Si la cinta de Scorsese homenajeaba a Mélies, en la de Jeunet, las persecuciones, o la forma de presentar a los modelos de autoridad, principalmente policías, como necios e ineptos malhechores, recuerda inevitablemente a la sensibilidad de Buster Keaton o incluso Chaplin.
Se agradece, en definitiva, que Jean Pierre Jeunet haya sido capaz de enterrar los vicios que arrastraba en la última etapa de su carrera para firmar una película tan equilibrada y llena de amor a la naturaleza, la infancia y la vida como «El extraordinario viaje de T.S. Spivet«.
Frases destacadas de «El extraordinario viaje de T.S. Spivet»:
- T. S: «Mi padre tenía el alma de un cowboy. Todas las noches se tomaba un vaso de whisky. Sorbía una vez exactamente cada 40 segundos«.
- T.S: «Lo increíble de las gotas de agua es que siempre siguen el camino con menos impedimentos. Los seres humanos hacen exactamente lo contrario«.
En los mejores trabajos de los directores considerados visionarios, como por ejemplo «El árbol de la vida» de Terrence Malik, «Tideland» de Terry Gilliam, «Eduardo manostijeras» de Tim Burton, «Los mundo de Coraline» de Henry Selick se podía percibir que sabían combinar perfectamente sensibilidad con crudeza en algunos casos, e ironía con ingenuidad en otros. No se podía decir que resultasen cursis o sentimentaloides, pero tampoco eran pesimistas. Cuando algunos de esos directores abrazaron los convencionalismos produjeron sus peores películas. En el caso de Gilliam esto último se produjo en «El rey pescador», «El secreto de los hermanos Green» y «El barón Munchausen». En el caso de Tim Burton se produjo en casi la totalidad de las películas que realizó desde el cambio de milenio, con la excepción de las excelentes «Big Fish, «La novia cadáver» y Frankenweenie». Por fortuna los directores anteriormente citados tienen en su haber más aciertos que fallos. No es este el caso del director francés. Yo, que soy fanático de «Delicatessen» y de «La ciudad de los niños perdidos» considero que esos dos films son los únicos buenos trabajos de Jeunet, y eso siendo indulgente. Aunque no puedo decir que «Micmacs» me guste, si abrió para mí la esperanza de que su cine se había «desacaramelizado», pensé que si seguía por ese camino tal vez un día volviese a realizar buena películas, pero no ha sido así. El caso es que si me libro de la indulgencia, este hombre nunca realizó una buena película, porque la autoría de sus 2 primeros largometrajes la compartía con Marc Caro. Viendo lo que vino después es de suponer que Caro era el contrapunto de la cursilería y ñoñez natural de Jeunet. Por eso, esos 2 excelentes film eran un mezcla tan perfecta de oscuridad y sensibilidad. En cuanto se libró de su compinche se convirtió en un director almibarado que a base de golpes de efectos tontos, slapstick y pequeñas ingeniosidades pretende sostener una película, pero no le sale. No es que sea un mal director, es que tiene predilección por las banalidades. Sinceramente, esa criatura bicéfala resultante de la unión de Marc Caro y Jean Pierre Jeunet está cerca de ser mi director favorito del cine francés, junto con Jacques Rivette, pero por libre no me convence en absoluto. Este último trabajo es en mi opinión un film tan vacío y tonto como todos sus trabajos en solitario.
Pues coincido contigo Félix, esta es una de las más flojas de Jeunet, y eso que soy muy fan de él. A mí particularmente me gusta mucho su estilo de narrar, y este filme me ha gustado el diseño de producción, pero la historia me ha parecido un poco blanda. No sé, no he enganchado nada con la película. Helena como siempre sobreactuada, y el niño a ratos está bien. Me gustó mucho más «Micmacs», se ha edulcorado mucho Jeunet.