Claustrofóbica pesadilla en blanco y negro que nos sumerge en los recovecos de la locura humanaUn viaje a las sombras más recónditas de la frágil psicología humana. Un tour por la devastación personal enfrentada a la dureza de un entorno hostil y una compañía masculina que acaba por sacar lo peor de uno mismo. Esta es la premisa, más ambiental y atmosférica que narrativa, de la nueva cinta de Robert Eggers tras «La bruja» (2015).
Para lograr su objetivo, el cineasta transforma el dispostivo formal en una herramienta en pos de potenciar las sensaciones que impregna su historia. Lo hace mediante un enfoque clautrofóbico, encerrando a sus protagonistas en un formato cuadrado 1:1 y bañándolos en un blanco y negro tan lúgubre como su propia existencia. A partir de aquí el filme supondrá una sucesión de imágenes impactantes, de alto contenido estético. Le acompañan diferentes sonidos, a cual más desagradable, que dan vida a una sensación de angustia constante y que acaban por impregnarse dentro de la mente de los protagonistas.
Situada en una isla de Nueva Inglaterra en la última década del siglo XIX, el filme trata sobre dos trabajadores que se verán obligados a vivir en soledad durante cuatro semanas manteniendo un faro. Una historia que podría suponer el clásico relato de aprendizaje del puer y el senex y que sin embargo toma rutas totalmente distintas. En un primer momento, tomando el punto de vista del joven, Robert Pattinson, nos muestra en ausencia de diálogos la dura lucha contra la hostilidad del lugar. En cuanto surge la palabra, somos conscientes desde un primer momento de la auténtica falta de empatía que existe entre él y su superior, a quien da vida Willem Dafoe. Se inicia una relación de explotación, donde el viejo renuncia a la normas escritas y su recelo por cuidar del faro frustra al joven. A su vez, le obliga a realizar las tareas más tediosas, siendo un trabajo poco reconfortante y complicado de asumir. La lucha contra la mugre y la suciedad se torna en última instancia metafórica y nos relata la inestabilidad mental de los personajes. A su vez, nacen otras pasiones ocultas, como la obsesión por el onanismo y la perversión mental figurado en forma de sirenas pesadillescas.
Por su parte, el alcohol, único elemento de evasión y camadería, juega un doble papel en el asunto. Por un lado, es lo único que hará que ambos personajes entablen conversaciones personales, pero también les despistará de sus deberes y de su estado de alterta de cara al esperado relevo. Será también el detonante de las escenas más histéricas y salvajes.
El resultado de este cóctel será una película cuya puesta en escena, las composición angular sus planos, la posición de sus protagonistas y la hostilidad de la localización jugarán en todo momento en pos de la incomodidad del espectador. Un terror que se aboca a la experiencia física, que busca el asqueo, el desasosiego de su público desde la empatía con sus protagonistas. Un viaje a lo más salvaje del alma humana.
Frases destacadas:
- «¿Puedo confiar en ti?»