Carlos Sorin se acerca al thriller con una pequeña historia sobre trastornos mentales y dormir con el enemigo en “El gato desaparece”, su última película.
La acción se sitúa en Argentina. Una mujer, interpretada por Beatriz Spelzini, espera la vuelta de su marido (Luis Luque) que, tras una temporada internado en un centro psiquiátrico a raíz de un brote psicótico con episodios violentos, regresa a casa. Beatriz, a pesar de querer reencontrarse con su marido, no las tiene todas consigo. Algo en su interior sospecha que Luis puede volver no habiéndose recuperado del todo y teme una posible recaída. Una vez él ha vuelto al hogar los temores de Beatriz no hacen sino crecer y todo empeora cuando el gato de la familia, que siempre se había llevado bien con Luis, empieza a rechazar su compañía y poco después desaparece.
En 2003, antes de su “Walk the line” o “El tren de las 3:10”, James Mangold dirigió “Identidad”, un thriller heredero de Agatha Christie en el que se trataba por encima, de una forma muy fantástica y poco ortodoxa, el tema de las enfermedades mentales. El fin justificaba los medios: en realidad todo estaba al servicio de una historia de misterio, suspense y acción y en el fondo el trasfondo patológico no era más que una excusa para poder desarrollar un guión lleno de giros imposibles. La película de Sorín, sin haber tenido a “Identidad” en cuenta, utiliza también los trastornos mentales como telón de fondo de lo que en realidad es un thriller aunque en este caso la representación de las enfermedades es algo más realista y se trata de un thriller intimista que tiene lugar en gran parte en la mente de la protagonista.
La baza de ser una historia pequeña que juega “El gato desaparece” es también su mayor problema. Todo gira alrededor de las emociones y la creciente paranoia de la protagonista y aunque el esfuerzo por mantener el interés durante 90 minutos sin persecuciones, tiroteos o policía, elementos clásicos del thriller, se agradece, a ratos, por repetición de situaciones o por falta de nuevos estímulos, la narración llega a hacerse tediosa. Todo se complica si el espectador no consigue identificarse de algún modo con Beatriz.
Pero está claro que, de entre estos pocos elementos que “El gato desaparece” exprime al máximo con mayor o menor fortuna, destaca la interpretación de Beatriz Spelzini, protagonista absoluta de la cinta, a la que seguimos en su camino de incertidumbres, miedo y desconfianzas. Aunque ella soporta todo el peso de la trama es el personaje de Luis Luque, con un personaje misterioso del que nada sabemos en realidad, el resorte que lo hace posible. En definitiva, “El gato desaparece” es buen intento de cine de género lastrado por lo poquita cosa de su propuesta.
Frases destacadas de «El gato desaparece»:
Beatriz: «Tengo miedo. Si pasa otra vez yo no sé lo que hago»
Calificación: 5
En este caso, las querencias formales han jugado en contra, aunque has sido un pelín severo, teniendo en cuenta la «ligereza» (añádanse todas las comillas que se estimen oportunas) con que se dan puntos a ciertas cosas… (cosas, así, sin comillas). Creo, en todo caso, que la película tiene tufillo a Chabrol (me resulta difícil no imaginarme a la protagonista como una imitadora de Isabelle Huppert), a su vez, resto del aroma a Hitchcock, pero, no tanto por la atmósfera minimalista y casi despoblada y vacía típica de Sorín, sino por la falta de situaciones y de interacción con otros personajes que den más intensidad a la historia, a las dudas, a la doble percepción de lo que realmente está pasando, que juegue más con la duplicidad de la historia, la cosa se vuelve, sí, tediosa, y lo que es peor, previsible.
Por no reventar nada, y aquí dejo un SPOILER, también tiene mucho de uno de los cuentos más famosos de Edgar Allan Poe.