La ópera prima de László Nemes, antiguo ayudante de dirección de Bela Tarr, nos presenta la visión más veraz del Holocausto.
A la nuca de Saúl
“Obsérvese sin embargo en “Kapo” el plano en el que Riva se suicida abalanzándose sobre la alambrada eléctrica. Aquel que decide, en ese momento, hacer un travelling de aproximación para reencuadrar el cadáver en contrapicado, poniendo cuidado de inscribir exactamente la mano alzada en un ángulo de su encuadre final, ese individuo sólo merece el más profundo desprecio”. Estas son las durísimas declaraciones de Jacques Rivette (crítico y cineasta) en el número 120 de Cahiers du Cinéma publicado en junio de 1961 sobre “Kapo”, una película del italiano Gillo Pontecorvo acerca de los campos de concentración nazis. Muy sabida es la animadversión hacia según que cintas acerca del Holocausto por las voces más críticas. Jean-Luc Godard por su parte tiende a tan solo aceptar el crudo documental de su compañero de revista Alain Resnais “Noche y niebla” (1955). Y es que tocar algo que nació en el corazón de Europa y que supuso una crueldad casi inimaginable es difícil de llevar a la gran pantalla. Y este problema surge del tono y la voluntad formal. Hemos visto el tema tratado en infinidad de ocasiones, desde la búsqueda de la bondad en un ambiente infame y grisáceo concebido por Spielberg con “La lista de Schiendler” a la frialdad hierática de “El pianista” de Polanski pasando por la tanto alabada como salvajemente vapuleada “La vida es bella” del siempre chaplinesco Roberto Benigni.
El húngaro László Nemes, quien con su primer filme ya se ha hecho con el gran premio del jurado en el pasado festival de Cannes, abarca algo tan turbio y complejo desde una perspectiva diferente. En 4:3 decide seguir durante casi todas las secuencias de la película a su protagonista, adoptando en escasos momentos una visión subjetiva y siguiéndole la nuca en la mayoría de ocasiones, no sin dejarnos algún que otro primer plano que nos permite apreciar su evolución anímica dentro del relato. El ininterrumpido uso de planos secuencia de los que hace gala la dirección, nos deja ver el ajetreado ir y venir de su protagonista, sintiéndonos casi como alguien que le siga, viendo violencia y podredumbre por todos los costados, nunca fijándonos en ella, pero sí vislumbrándola, escuchando (extraordinario uso del sonido, sobre todo de las conversaciones y los susurros) todo tipo de asesinatos y sin prestar atención en nada que no sea el objetivo de Saúl.
Es así como nos hacemos a la idea del día a día viviendo en el epicentro del infierno, un lugar donde más vale mirar hacia otro lado para sobrevivir y en el que el acostumbramiento a la violencia evidencia la nihilización de quien no se siente estimulado por la naturaleza del genocidio organizado.
Sonderkommando
Muchos años tardó el pueblo judío a decidirse a hablar de la Shoá. El mero hecho de haber sobrevivido a un infierno como el que les tocó sufrir les enmudeció durante un tiempo mientras que muchos llegaron a suicidarse. La culpabilidad de quien ha visto morir a los suyos alcanzó dichos límites ya que muchos de ellos para poder subsistir dentro de los campos de concentración fueron usados por los soldados nazis como sonderkommados. Se trataba de judíos que eran obligados a colaborar en el funcionamiento del exterminio premeditado y organizado de sus propios congéneres. Esta es la situación que vive el protagonista de este filme, el judío húngaro Saúl, junto a un seguido de compañeros. Como hemos podido leer en muchas novelas que relatan la experiencia de recluidos en estos deleznables parajes, como por ejemplo K. L. Reich (1945-46) de Joaquim Amat-Piniella, “El hijo de Saúl” nos muestra el día a día de su protagonista, su relación con los sargentos alemanes, los problemas de comunicación con las diferentes lenguas, el secretismo con los compañeros o la lucha por adaptarse al medio mientras se hace necesario un objetivo marcado que mantenga un grado de esperanza o humanidad para no rendirse a la intención desmoralizante que tratan de irradiar los verdugos. Pero mientras vemos cierta determinación en Saúl, al espectador le invade la incertidumbre, porque vemos idas y venidas, a veces vemos que pasa y otras no, y nos sentimos confundidos ante la relación que guarda éste hacia su familia. Así pues no acabamos de saber de donde sale este hijo de Saúl o qué relación guarda con Ella, aunque las miradas y el acertado uso de la música diegética nos den muchas pistas.
No se ha abordado mucho en el cine pero se dieron muchos casos en el que los prisioneros judíos intentaron huir de los campos. Se trata de una tarea muy ardua, pero se conocen casos de algunos que lograron organizar sublevaciones y evasiones, muriendo casi todos sus participantes y logrando la libertad muy pocos de ellos. En “El hijo de Saúl” observamos el funcionamiento de los que conocen el campo de exterminio, y quizás por eso, empiecen a olerse que tras un tiempo trabajando para el enemigo, éste puede estar pensando en liberarse de ellos antes de que se familiaricen en demasía con los puntos débiles del lugar. La incertidumbre sobre la vida o la muerte son constantes, el ingenio por lograr pólvora o tomar una fotografía que muestre la realidad del lugar también. La lucha por la supervivencia tanto física como mental acaba por ser las constantes vitales de unos personajes abatidos pero inteligentes, capaces de ahondar en los resquicios que originan la maldad para escapar de ella.
Frases destacadas:
- Doctor húngaro: “Soy un prisionero igual que tú. Te doy cinco minutos con el cuerpo. Después tendré que quemarlo junto a los otros”.
- Saúl: “Rabino, ayúdeme. Quiero enterrar a alguien”.
- Rabino: “¿Enterrarlo? Reza por su alma”.
- Compañero: “Un rabino no te quitará el miedo”.
- Sargento nazi: “El húngaro es un idioma elegante. Al otro dejádmelo aquí”.
- Abraham: “No podemos esperar más. Necesitamos el paquete de Ella”.
- Compañero: “Abraham tiene razón, los próximos somos nosotros”.
- Saúl: “Es rabino. Lo he traído para los muertos”.
- Saúl: “Ya estamos muertos”.
- Compañero: “Traicionaste a los vivos por un muerto”.
Este otro mundo, ajeno a toda realidad, perfectamente industrializado, manejado por hombres de iglesia, himnarios y confesiones de comunión periódicas, alcanzado y construido por administradores que lograron pactos con los dirigentes cristianos y sus bendiciones, es la conclusión de dos mil años de persecución al pueblo de Jesús, María, Loa apóstoles, Los profetas, el Antiguo Testamento y el éxodo que nunca acaban de concluir. Previo o vaticinó Jesús este destino aciago de su pueblo en manos de los que se dicen seguidores del nuevo mandamiento. O será que el Gólgota continuo hasta nuestros días y los judíos son parte de nuestra redención. El pueblo que solo le queda esperar.
El hijo de Saúl, miedo de mirar, es la plástica del quiebre moral del cristianismo, Alemania era un fanal de él, el líder de la guerra nazi un cristiano, los predadores del suministro de insumos para el engranaje, la industria alemana que lucro en todas las formas de esclavitud. Este otro mundo, ajeno a toda realidad, perfectamente industrializado, manejado por hombres de iglesia, himnarios y confesiones de comunión periódicas, alcanzado y construido por administradores que lograron pactos con los dirigentes cristianos y sus bendiciones, es la conclusión de dos mil años de persecución al pueblo de Jesús, María, Los apóstoles, Los profetas, el Antiguo Testamento y el éxodo que nunca acaban de concluir. Previo o vaticinó Jesús este destino aciago de su pueblo en manos de los que se dicen seguidores del nuevo mandamiento. O será que el Gólgota continuo hasta nuestros días y los judíos son parte de nuestra redención. El pueblo que solo le queda esperar.