Emmanuelle Devos y Pascal Elbé lideran el magnífico reparto de «El hijo del otro». Es una excelente aproximación al eterno conflicto entre judios y palestinos.
Una propuesta simple que genera un mundo de reflexiones
Un tema recurrente en el séptimo arte es la relación entre el pueblo judío y palestino. Muchas son las aproximaciones a esta problemática, pero nosotros queremos destacar esta magnífica, lucida y demoledora reflexión que plantea el guión firmado por Lorraine Lévy, Nathalie Saugeon y Noam Fitoussi titulado «El hijo del otro». Días después del visionado continúas encontrando mil y un detalles agudos e incisivos en la forma en que te lo cuentan y en la argumentación sólida de base.
Este robusto filme parte de una premisa muy simple. Todos los jóvenes judíos cuando van a cumplir los 18 años tienen que hacer el servicio militar obligatorio. Joseph es uno de ellos. Obviamente cuando vas a ingresar te hacen la correspondiente revisión médico, así será como descubra que sus padres no son sus padres. Orith da a luz a su retoño en plena Guerra del Golfo una noche durante un ataque de misiles scuds por parte de Irak. Por ese motivo se llevan a Joseph a un refugio, allí sin querer habrá un intercambio de niños. Así Orith y Alon, un coronel de las fuerzas armadas judías, acabarán criando en realidad al hijo de una pareja de palestinos, y Joseph tras un análisis de sangre deja de ser judío.
Cuando el encuadre resalta las magníficas frases del guión
Su sobrio guión lleno de frases a cual más ingeniosa y aguda, abre toda una serie de líneas argumentales y de problemas que quedan correctamente cerrados dentro de una lógica aplastante. Temas tan diversos como la identidad, un hijo es tuyo porque lo crías o porque nace de tus entrañas, cuál es el verdadero poder del vínculo materno-filial, quién soy, qué quiero, la sin razón de la religión y de un conflicto armado que lleva décadas de evolución y parece no tener fin, la posibilidad de la coexistencia pacífica entre el pueblo israelí y palestino porque en el fondo no hay diferencias, todos somos seres humanos que sufrimos, nos alegramos, que vivimos a fin de cuentas.
Al finalizar la proyección no podía parar de pensar en una canción del cantante británico Sting llamada “Russians”. En ella decía: “What might save us me and you, Is that the russians love their children too”. Esta viene a decir: “Lo que puede que nos salve, a mí y a ti, es que los rusos amen también a sus hijos”. Porque lo más triste de todo este conflicto es que están muriendo sus hijos, sus hermanos, sus padres. Es una pena, pero el odio y la violencia no llevan a ningún lado. El filme además pone de relevancia como criamos a nuestros hijos sobre un cúmulo de estereotipos y prejuicios sustentados en una anacrónica escala de valores y creencias.
Lo mejor de “El hijo del otro” es que Lorraine Lévy, como realizadora, nos brinda el encuadre perfecto y justo en cada momento para resaltar este brillante libreto repleto de diálogos genuinos y veraces, que llevan a brillar a un reparto magnífico, del que destacara uno sobre el resto sería una injusticia, porque todos realizan una inmensa labor. Llegados a este punto sólo queda decir una cosa: acudid al cine a ver este filme sobresaliente. No os defraudará.
Frases destacadas de “El hijo del otro”:
Orith: “La rutina puede ser muy agradable”.
Orith: “Joseph no se parece a nadie. Joseph es Joseph”.
Alon: “Cualquier madre lo habría notado”.
Bilal: “Como puedes ver, nuestro país sigue aprisionado y nuestra tierra dividida en dos”
Rabino: “El judaísmo no es una convicción, Joseph,sino un estado. Un estado espiritual atado a tu propia naturaleza”.
Leila: “Que Dios nos ayude a todos”
Yacine: “Intento encontrar un sentido a toda esta historia para no hundirme”.
Bilal: “Eres judío desde que naciste”.
Yacine: “Yo soy lo que quiero y quien quiero”.
Yacine: “Mira Isaac e Ismael, los dos hijos de Abraham”.
Yacine: “Soy mi peor enemigo y tengo que quererme igualmente”.
Joseph: “Ahora es como si no existiera. Ya no tengo derecho a sentirme judío y no me siento árabe”.
Joseph: “Mi identidad no es solo un certificado de nacimiento, también es la familia en la que crecí”.