Paul Thomas Anderson logra de nuevo el milagro con la sinergia audiovisual de su útlimo trabajo
El título del nuevo trabajo de Paul Thomas Anderson, «El hilo invisible», no podría resultar más adecuado a la hora de describir su película. Y es que, como el modisto al que da vida un Daniel Day-Lewis, que abandona su carrera en un estado de gracia magnífico que siempre ha mantenido, el cineasta teje con inigualable cuidado y acierto imágenes y música en una costura audiovisual por momentos extansiante. Y es que no hay escena donde ambos elementos no casen con armonía, donde el valor visual de la cinta no nos inunde en su complejidad casi imposible. Y siempre ayudada de una banda sonora delicada, sutil y exquisita que acompaña cada una de las creaciones visuales de Paul Thomas Anderson, quien en esta ocasión actúa además como director de fotografía. La confluencia de todos los elementos mostrados ante el espectador irradian fuerza, absorción. Asistimos con nuestros sentidos a una sinfonía milagrosa, un pieza apabullante que parece haber sido confeccionada con un hilo invisible, sin mostrar sus engranajes, sin dejar una sola prueba de artificio. Porque la película del cineasta estadounidense se comporta del mismo modo que su protagonista, odiando la fealdad, las distracciones, concentrándose únicamente en la perfección formal de su obra. Y del mismo modo que este personaje, Reynolds, que confecciona sus vestidos acorde con las medidas y cualidades de aquellas a las que viste, la cinta parece envolver a la perfección al modisto, ajustándose a sus características, tejiendo un traje con un hilo invisible que lo cubra por completo.
Halo de muerte en vida
Dejando atrás su trilogía que abordaba la decadencia estadounidense del siglo XX, Paul Thomas Anderson ubica esta su nueva cinta también en un tiempo pasado, los años 50, pero esta vez en el Reino Unido. En esta ocasión la fuerza de su proyecto no profudizará en la maltrecha y distorsionada psicología de sus personajes para evidenciar un mal endémico social de un momento, sino que girará entorno a esta relación insana entre los dos protagonistas, encerrándoles en la mayor parte del metraje dentro de una casa que será más un lugar de trabajo que una estancia en la que cimentar su amor. El romance entre el prestigioso modisto maduro, soltero empedernido, y una joven camarara interpretada por Vicky Krieps, se vivirá desde una manera totalmente escalofriante. Las peculiaridades de él, su concentración y obsesión absoluta en su profesión, llevarán a esta joven a sentirse distanciada y olvidada. En este contexto, siempre incrementando la angustia con el tono visual y las partituras extradiegéticas constantes que impregnan el relato, se confeccionará un continuo torbellino de emociones reprimidas que llevarán el peso psicológico del filme. Los colores vivos, retazos visuales que nos recuerdan a la pasión de «Embriagado de amor» (2002), con una fotografía que nos obliga a imaginar la resurrección de Néstor Almendros, se apagan al deslucirse en la casa. Esta tensión acabará desbordando la personalidad de la joven Alma, quien desarrollará unos métodos sádicos e inhumanos de cobrar venganza, de lograr sus objetivos. En última instancia, la película será un tour de force entre ambos personajes, contando con la presencia de Cyril, hermana de Reynolds, metáfora humanizada de la represión comedida.
Frases destacadas de «El hilo invisible»:
- «En esta casa hay un halo de muerte en vida cuyo olor me empieza a incomodar»
- «Ya lo ha oído, quiere que se vaya a la mierda»
- «La casa Woodstock no puede permitir que una persona que se comporte así lleve uno de nuestros vestidos»
Tráiler de «El hilo invisible»: