El hombre de acero parece estar formada por dos películas, dos enfoques, dos intentos totalmente opuestos de retomar la historia del mítico héroe.
El hombre de acero posee un prometedor comienzo
En el primer enfoque nos presenta unos espectaculares orígenes donde ambientación, interpretación y acción nos prometen una versión original y modernizada. Lo más destacable la maravillosa iluminación y la fantástica actuación de Michael Shannon que no tiene nada que envidiar al muy correcto Russell Crowe. En esta parte busca y consigue una explicación más fundamentada a una historia, que en su versión más conocida, resulta bastante simple e infantil para los gustos actuales.
Krypton aparece como un mundo real, creíble con un pasado y un trágico y breve futuro. Se detiene el tiempo suficiente para informarnos de las causas que llevan a su destrucción y asistimos al intento desesperado de sus dos protagonistas por salvarlo. Nos remite a momentos repetidos en la historia de las grandes civilizaciones y por ello su explicación resulta creíble, cercana y conocida. Así, ante el caos de una civilización que desaparece los ejércitos se alzan y los hombres de principios buscan finales aparentemente honrosos. Entre los primeros, el general Zod que permite crear un personaje sólido, muy aprovechado por Shannon, restando simpleza a los prototípicos “malos” característicos de estas películas. Entre los segundos, J- El, que salvando a su hijo y un misterioso código busca una solución que, si bien nos la presentan como la buena, veremos que al final es más cruel que la que intenta el general Zod en esta primera parte.
Que acaba por decepcionar al espectador…
La historia continua prometiendo al mostrar a Supermán como un misterioso y confuso joven en busca de su lugar en un mundo que sabe que no es el suyo. Desarrollo psicológico que podría enlazar con los inquietantes héroes del original retrato que ya nos presentó Snyder en Watchmen. En este aspecto, Henry Cavill logra transmitir toda la carga del héroe presentando una personalidad atractiva y novedosa. Nos muestra el mejor Supermán que destaca por encima de su indiscutible lucimiento físico.
Muy bien manejados los flash back a través de los que recrea una infancia perfectamente orquestada aunque donde comienzan a asomar los simplismos y absurdos que predominarán en la segunda parte. Destacable la muy lograda interpretación de Kevin Costner, a pesar de lo lineal de su papel, y de Diane Lane.
Incluso el contacto y descubrimiento de su pasado se mantiene en esa línea sólida. Pero a partir de su transformación, cuando volvemos a ver al Supermán de absurda capa, la historia desaparece, se convierte en una vulgar repetición del original, las interpretaciones decaen, predominan los estereotipos. El interesante joven se convierte en el empalagoso y acartonado héroe, la intrépida periodista en el detalle femenino amoroso de la historia, el malo pierde el norte y el Ejército hace el primo como siempre. Sólo sobresalen las trepidantes escenas de acción pero incluso en determinados momentos acaban siendo demasiado largas y aburridas. Y para confirmar esa tendencia decadente, el final termina de hundirla volviendo a recoger uno de los más emblemáticos y absurdos contenidos del original.