Faith Akin nos sumerge en la mente de Fritz Honka, un asesino en serie que aterrorizó Hamburgo hace más de 40 años.
Por fin ha llegado a España una de las películas más controvertidas de los últimos años. Tras su paso por festivales en 2019, retrasar y finalmente cancelar su distribución en salas, Filmin incorpora a su catálogo «El monstruo de St. Pauli«, un inquietante y desagradable relato no apto para estómagos sensibles.
Distrito de St. Pauli, Hamburgo, años 70. Un barrio de ambiente nocturno frecuentado por bebedores, prostitutas, adictos al juego y otras almas solitarias. A primera vista, Fritz “Fiete” Honka (Jonas Dassler) es un perdedor. El hombre de la cara deformada deambula por las noches buscando mujeres solitarias en el antro del barrio, “El guante dorado”. Nadie entre los asiduos sospecha que el aparentemente inofensivo Fiete, es en realidad un monstruo.
La fealdad
«El monstruo de St. Pauli» es una película que, a pesar de lo que pueda parecer en un principio, no juzga ni condena a sus personajes. Faith Akin se dedica a presentarnos la mala vida de Honka, quien deambula entre un bar de mala muerte, El Guante Dorado, y su casa. El primero de esos lugares es un punto de encuentro para todos los marginados de la ciudad, un lugar sucio a la par que pintoresco donde se concentran la mayor parte de momentos cómicos de la película (profundamente necesarios para relajar un poco la tensión del relato) y las mujeres que acaban siendo víctimas de nuestro protagonista. Por otro lado está su piso, una zona todavía más asquerosa que se convierte prácticamente en una morgue pero sin ningún tipo de higiene. La ambientación del lugar es tan efectiva que cuando nos acercamos a la mitad del filme podemos oler ese piso.
Estamos ante una cinta que se baña en una fealdad constante, en parte debido a la caracterización de sus personajes y escenarios, pero también por todo aquello que está dispuesta a contarnos. Akin se centra en las atrocidades de su protagonista, dejando que el devenir de lo acontecimientos ponga las cosas en su sitio. Todo eso sin olvidar que Honka tiene ciertos rasgos que lo humanizan, pero en ningún momento llegamos a sentir lástima por él ni interés por empatizar con alguien que mata simplemente porque puede. Gran parte del mérito es de Jonas Dassler, quien gracias a una efectiva caracterización que le permite parecerse mucho al Honka real, pone todo de su parte para convertirse en un personaje creíble dentro de su excentricidad, sabiendo llevar gran parte del peso de la película sin complicaciones.
Por todo ello, «El monstruo de St. Pauli» no es una película pensada para todos los paladares, pero sí que atrapará (y puede que fascinará) a todos aquellos que disfruten pasándolo mal y acercándose a psiques que no tienen que ver con la suya, hay cierto placer morboso en este filme y esa es su principal virtud. Su humor negro incomoda y provoca cierta risa nerviosa, lo que sumado a momentos ciertamente tensos y atroces nos dejarán con mal cuerpo durante bastante tiempo. Puede que «El monstruo de St. Pauli» sea mejor o peor, pero es ciertamente inolvidable.
Trailer de «El monstruo de St. Pauli»: