Revisionismo, suspense y violencia se unen en el frío y tenso western que Andreas Prochaska ha llevado a escenarios europeos.
«El valle oscuro», la película de Andreas Prochaska (estrenada en 2014) que llega a nuestros cines este año, no hace sino fomentar una sensación de que algo se cuece lentamente respecto al western. Una sensación de que el crepúsculo, que oscureció tanto el género como su presencia, ha llegado a su fin con nuevas producciones que reflejan el crecimiento de un nuevo interés por él. Cabe destacar, siguiendo con esta idea, que no se trata de un interés cualquiera, sino de un interés fenomenológico que tuvo lugar hace ya mucho tiempo: el interés revisionista de los directores europeos por la cultura fundacional norteamericana.
La aparición de películas como «The Salvation» (Kristian Levring, 2014) o «Slow West» (John Maclean, 2015), han brindado una visión contemporánea del género durante los últimos años; la primera, muy marcada por una historia de venganza que se desarrolla en oscuros y difusos escenarios; la segunda, dando el papel protagonista a un personaje que carece de aquellos atributos que antaño daban una identidad al vaquero pero que, no obstante, insiste en desempeñar una tarea épica. Ambos ejemplos toman parte del imaginario del western y aportan nuevos elementos con los que llevar a cabo un proceso revisionista del género, tal y como hacen directores más reconocidos como Quentin Tarantino (gran influyente en el uso de la violencia que lleva a cabo Prochaska). «El valle oscuro», por su parte, a pesar de utilizar los elementos clave del western tradicional, muestra un imaginario propio, al llevar la trama a un escenario europeo que poco tiene que ver con que ofrecía el género durante los períodos clásico y moderno: El pueblo tradicional del western se erige en un paisaje frío que refleja la ausencia de lo que un día fue el lejano oeste, cambiando la inmensidad de los horizontes infinitos por la claustrofobia de unas montañas que rodean el asentamiento en el que tiene lugar el relato. No obstante, la hostilidad típica de este tipo de escenarios sigue vigente en el filme a causa del carácter hermético del territorio, cubriendo la impotencia visual que causa la descontextualización que bien puede sentir el espectador a priori.
Prochaska, que ha basado el filme en la novela de Thomas Willmann de nombre homónimo, nos presenta a un forastero (Sam Riley) que llega al escenario en cuestión con unos propósitos desconocidos, en una trama que pasa del tenso planteamiento al desenlace frenético, a través del uso de elementos que la tradición del género pone a disposición del director. En primer lugar, la figura del individuo ajeno al territorio, remite directamente a filmes como «Por un puñado de dólares», de Sergio Leone, en el que Joe (protagonista interpretado por Clint Eastwood) llega a un pueblo en el que dos familias enfrentadas pugnarán por sus servicios. En «El valle oscuro», Greider llega al territorio de los Alpes como un personaje totalmente desconocido y su presencia alerta a los miembros de la familia Brennen, que domina el lugar. Al igual que Leone, Prochaska hace uso de dicha figura puesto que propone mecanismos que permiten planificar una narración dilatada y cargada de tensión mediante el suspense que surge de los futuros acontecimientos que presentará la trama. Por otro lado, la falta de información respecto al personaje principal, genera sensaciones de empatía y distanciamiento difusas durante la primera parte del metraje, creando aun un mayor suspense respecto a la confianza que el espectador puede depositar en el protagonista de forma similar a la que llevaba a cabo Sam Peckinpah al convertir a sus personajes en bestias sin crear un héroe auténtico y definido tal y como sucede en filmes como «Grupo salvaje». No obstante, el filme de Andreas Prochaska no apunta hacia las cuestiones del director por antonomasia del western moderno americano, sino que, en ese sentido, es fiel a las convenciones clásicas del héroe y construye un carácter definido entorno a él a medida que avanza el relato, para llevar la trama hacia un sentido más cercano al maniqueísmo, habitual en el género, que hacia una visión crítica del mismo.
«El valle oscuro» descontextualiza el western para, poco a poco, hacer surgir todos aquellos aspectos encargados de darle una identidad mediante la influencia de los grandes representantes de esta categoría fílmica. Así, aunque el protagonista sea colocado en un escenario nada convencional, la esencia del género se manifiesta a cada instante tanto a nivel de sentido (es decir, a la hora de construirse bajo una interpretación determinada), como a nivel formal y narrativo. Como resultado, Prochaskas ofrece un western con una fotografía que, al cambiar el contenido, resulta novedosa e interesante, a la vez que impide que aquello que quiere representar pierda su naturaleza original, dando una nueva concepción visual al western que refleja de qué forma el género ha cambiado a lo largo de la historia a raíz de los revisionismos que tanto los directores anteriores, como sus coetáneos, han llevado a cabo.