Paolo Virzì cruza el charco para hacer un bonito retrato costumbrista sobre la vejez y el amor maduro donde Helen Mirren y Donald Sutherland se lucen.
Tras ganar la Espiga de Oro de la Seminci de 2016 con “Locas de alegría” (2016), el veterano realizador italiano Paolo Virzì hace las maletas y se embarca en “El viaje de su vida”. No son pocos los directores no americanos que, tras cosechar cierta fama en sus países de origen, deciden proseguir con su carrera cinematográfica en Hollywood (o, al menos, trabajar con actores sacados de la Meca del cine) con mayor o menor éxito. Alfred Hitchcock, Paul Verhoever, Lasse Hallström, Jan de Bont, Bernardo Bertolucci, Wong Kar-Wai, Park Chan-wook, Fernando Trueba, Alejandro Amenabar, J. A. Bayona o Nacho Vigalondo son solo una pequeña fracción de la infinita lista de realizadores que han coqueteado, en mayor o menor medida, con una industria que, todo sea dicho de paso, debe su fama al trabajo de directores, técnicos y actores en su mayoría extranjeros. Pero, ¿qué es lo que les llama la atención de Hollywood? ¿Fama? ¿Libertad creativa? ¿Mayor presupuesto? Son muchos los ejemplos de directores que se han quejado de lo difícil que es rodar en Estados Unidos. La presión por parte de los productores les impide desarrollar sus ideas. Incluso directores americanos como Woody Allen u Orson Welles tuvieron que venirse a Europa para poder desarrollar su cine. A pesar de todo ello, otros muchos realizadores, por muy veteranos que sean como es el caso de Virzì, siguen dejando sus países natales para rodar en el nuevo continente. Esta migración puede entenderse si, lo que se busca, es contar una historia si la cultura americana tiene algún peso en la trama, como en la reciente “Tres anuncios en las afueras” (2017) del irlandés Martin McDonagh. Pero en la cinta que nos atañe, no es el caso. Bien podría haberse desarrollado en la Italia natal de Virzì.
Ella (Helen Mirren) y John (Donald Sutherland) deciden emprender su último viaje en su caravana bautizada como “The leisure seeker” (título original de la película que en España han cambiado por el espantoso “El viaje de sus vidas”). Ella tiene un cáncer terminal y John un Alzehimer avanzado, pero no quieren pasar sus últimos días encerrados en casa subyugados por hijos y médicos. Desde Boston hasta Kay West (residencia de Ernest Hemingway), ambos disfrutarás de la compañía mutua recordando buenos y malos momentos. Una radiografía costumbrista, tierna y veraz del amor y la vejez.
Una road-movie sin viaje
Existen dos grandes males asociados al cine que tiene a la vejez como tema central: el sentimentalismo condescendiente y la nula originalidad. Si bien algunos realizadores luchan contra el primer mal mediante la normalización y la veracidad, como es el caso en “Amour” (Michael Haneke, 2012) o “Nebraska” (Alexander Payne, 2013), menos éxito se ha tenido en la innovación. Quizá el tema no se presta a ello o porque los realizadores que se aproximan a él no sienten la necesidad, pero es inútil buscar algo nuevo en ellas. “El viaje de sus vidas” es pues otra película más cuyo único objetivo es mostrarnos los últimos pasos en la vida mediante una historia costumbrista. Por otro lado, el cine sobre la senectud suele venir asociada a la enfermedad, con el Alzheimer y el cáncer como los casos más habituales. Virzì no puede evitar la tentación de asociarle la primera a John y la segunda a Ella pero, sorprendentemente, logra desestigmatizarlas y normalizadas huyendo de la compasión por los personajes que nos muestra, sin caer en el dramón lacrimógeno al que si que cayeron filmes como “Gran Torino” (Clint Eastwood, 2009) o “El diario de Noa” (Nick Cassavettes, 2004). Como guinda del pastel, el motor de esta historia es el amor. No un amor romántico, sino maduro y real. Un amor sólido, labrado durante años y puesto a prueba cada día. Sorprende ver como el director italiano juega con fuego sin quemarse. Con tantos ingredientes clásicos del drama más casposo, nos presenta un producto diametralmente opuesto a ello. Sin embargo, a pesar de todos estos logros, es inevitable que, por muy resolutiva y bonita que sea, la cinta acaba siendo completamente olvidable.
La estructura narrativa de “El viaje de sus vidas” es de típica road-movie. Además, muchas cintas de este tipo como “A propósito de Schmidt” (Alexander Payne, 2002) o “Somos los Miller” (Rawson Marschall Thurber, 2013), tienen una caravana como modo de locomoción, como es el caso del filme de Virzì. La principal ventaja de las road-movies es el símil fácil que se hace del viaje físico con el viaje interior de los personajes que lo emprenden, es decir, se facilita visualmente la evolución de los protagonistas. Sin embargo, desorienta mucho ver que en esta película, el viaje es completamente circunstancial. John y Ella ya han vivido todo lo que tenían que vivir, y lo que Virzì nos presenta es simplemente el día a día de una pareja de la tercera edad. Podrían no haber salido de casa y nada hubiese cambiado. Una road-movie que no se mueve del sitio. Una receta realmente sugerente y que coge de improviso.
Mirren y Sutherland
Si algo destaca en la película por encima de todo, son las actuaciones de Helen Mirren y Donald Sutherland. El actor canadiense está mejor que nunca haciendo una interpretación muy sostenida presentándonos el Alzheimer a través de pequeños gestos, sin grandes aspavientos. Esta actuación contrasta en gran medida con una más sentida e histriónica Mirren. La británica está majestuosa en el papel de Ella y, al ser una interpretación más vistosa, se ha llevado todos los laureles. Por ello, querría destacar el papel de Sutherland para que no caiga en el olvido. Pero ambos están sublimes. Hasta tal punto, que lo que parecía una inclusión de nombres conocidos para dar visibilidad a la película de Virzì, se acaba tornando en un vehículo de lucimiento para estos dos gigantes de la interpretación. Así, la dirección del italiano acaba diluyéndose y parece que Virzì acaba asumiendo estar en segundo plano.
“El viaje de sus vidas” es una película bonita sobre la vejez, la enfermedad y el amor. Pero son Mirren y Sutherland los que hacen de la cinta algo más que una buena radiografía de los últimos años de vida. Un filme correcto y disfrutable a pesar de ser fácilmente olvidable.
Frases destacadas:
- John: “Cariño, ¿te has tirado un pedo?”
- John: “Quiero una taza de té.”
- Ella: “Tus silencios nunca son perturbadores. Ni una vez en mi vida he pensado: necesito decir algo ahora mismo.”
- Ella: “No sé si soy una zorra o tu un hijo de puta.”