La ópera prima de Nick Quinn titulada En la flor de la vida es un canto a la tercera edad que deja bastante que desear tanto en el fondo como en la forma.
Un joven y varón negro es el nuevo fichaje como rostro estrella de la televisión de una cadena francesa que hasta entonces contaba con Gaspard, de 63 años. Por este motivo Gaspard se encuentra incomodado y con un pie fuera de la cadena. Sabe que su hora ha llegado, y entender que éste es su relevo no hace menos duro el paso. Tras un pequeño gesto de burla y boicot por parte del mayor hacia el joven recibe del mismo una contestación rotunda, tal vez demasiado certera: “No, no eres un niño travieso, eres un viejo. Eres uno de los viejos progres de la Generación del 68 que tiran de nuestras vidas y lo único que nos dejasteis es una subida de impuestos, el cambio climático y la deuda. Y, francamente, los tiempos han cambiado”. Mientras esto ocurre en la vida profesional del prejubilado también presenciaremos unos intereses románticos que comparte con su muy anciano padre: dos hermosas mujeres a las que, en el caso menos flagrante, la diferencia de edad será de unos veinte años. Eso sí, la posición de poder, real y figurativa, simbólica y material en lo que respeta a roles y papeles, será siempre en beneficio de estos dos viejos cascarrabias.
El mensaje está claro: no se han de interpretar estos hechos del debut en la ficción de Nick Quin como algo a cuestionar, sino como algo a lo que acogerse, y con una hermosa pátina de nostalgia en beneficio de aquellos que hasta la fecha se han topado con las ventajas de un sistema de privilegios que los erguía: los blancos, los burgueses, los masculinos. No es esta la obra que procurará tomarle el pulso a las injusticias de la realidad social e histórica, sino un canto a aquella edad dorada que se nos marcha y marchita. Es, en realidad, una revisión al alza para maquillar aquellas zonas oscuras del sistema, y permitir a los aquí representados poder evadir el sentimiento de culpa y responsabilidad. Una bandeja de plata, una hermosa venda ya que, a fin de cuentas, no les quedarán más que cuatro días de disfrute. Y ya después que les quiten lo bailao.
En la flor de la vida deja mucho que desear, tanto a nivel cinematográfico como de contenido. Mientras la dirección evita cualquier lucimiento formal (batiburrillo de estilos que se intentaron corregir sin éxito en el montaje incluido) su contenido adolece de emoción o trascendencia, y el tema de la vejez no por menos explorado (que sí) se afronta sin ningún tipo innovación (que también) pretendiendo de una forma bastante burda arrastrar al mismo público que en su día disfrutó de Intocable (su referente más que directo, aunque no el único), pero no aportando nada que esta no hiciese ya mejor. Y es que ni sus actuaciones ni sus personajes, como mucho correctos, salvarán este título de la pila de películas perfectamente prescindibles. Es un filme que se sitúa en las antípodas de su título, y contemplar el transcurso de la cinta es como conocer el final que les deparará a estos poco entrañables ancianos: una progresiva debacle del potencial y de las expectativas que sólo nos dará un respiro con el fundido a negro.
Frases destacadas de En la flor de la vida:
Estoy en política porque desprecio el cinismo.
He mirado las audiencias, son decepcionantes.
Tu padre tiene un cabello muy bonito.
No, no eres un niño travieso, eres un viejo. Eres uno de los viejos progres de la Generación del 68 que tiran de nuestras vidas y lo único que nos dejasteis es una subida de impuestos, el cambio climático y la deuda. Y, francamente, los tiempos han cambiado
A nadie le gustan los viejos, a nadie.