Mar. Mar 19th, 2024

Lynne Ramsay nos presenta una cruda historia de violencia física y psicológica utilizando al hipnótico Joaquin Phoenix

Desmenuzar una cinta como la que presentó la escocesa Lynne Ramsay en el pasado Festival de Cannes, logrando el premio a mejor actor para Joaquin Phoenix y a guion escrito por ella misma, es quizás algo complejo. Y es que este filme basado en la novela de Jonathan Ames y titulado «En realidad, nunca estuviste aquí», presenta una estructura narrativa que si bien se mantiene coherente con la psicología de su protagonista, puede resutar algo compleja para el espectador que no se adecue al ritmo pausado y la metamorfosis formal del relato que construye.

Punto de vista

La cineasta nos presenta desde sus inicios la violenta, callada y atormentada existencia de Joe. Un hombre solitario que halla en la fuerza bruta y el sarcasmo su única válvula de escape de un trauma del pasado que se evidencia visualmente desde la fragmentación sincopada, rápida y chocante del montaje. La cámara se acerca al personaje y ahonda con vehemencia en golpear al espectador derrochando una aténtica intención de machacarlo en su búsqueda de lo explícito. La sucesión de planos cortos y próximos de un protagonista aletargado en un ambiente urbano norteamericano tan frío y distante como impersonal, nos puede rememorar vagamente a «La entrega» (Michael R. Rocksman, 2014). No obstante, este thriller de Ramsay no sienta unas bases argumentales tan simples, prefiere utilizar el motor que enciende el engranaje de la acción para bucear en la psique del personaje sobre el que gira el filme. Y es que mientras que la dirección insiste en los planos detalle de lo evidente, existe un punto de inflexión donde la cinta  se pierde en un universo personal y cofuso que, sin excederse en la hiperestilización, puede recordar a las últimas películas del danés Nicolas Winding Refn. Existe un viaje existencial donde la paranoia de Joe es reflejada por el punto de vista de Ramsey de una manera en la que es difícil saber discernir la fantasía de la realidad, el pasado del presente, el deseo del pánico. El resultado de este ejercicio es una película confusa que puede resultar extraña para el espectador, y que sin embargo es totalmente coherente con la vorágine vivida por su personaje. Intenta la cineasta contagiarnos con acierto de este desasosiego y escabroso tormento en el que se mueve el personaje al que estudia. No obstante, cabe destacar que si bien logra su objetivo, se le pueden encontrar algunas objeciones en su dirección. Mientras que en una de las secuencias la violencia en primer plano se puede antojar torpemente filmada desde su proximidad, en una segunda todo es mucho más elegantemente mostrado, y a la vez de manera más perturbadora, gracias al dinámico montaje elíptico en el que se muestra el carácter más animal y salvaje del personaje. También es justo señalar que la directora de «Tenemos que hablar de Kevin» (2011) encuentra una escena donde por un momento se aleja de frontalidad próxima del personaje para alejar la cámara y posteriormente introducirla dentro del agua. Una secuencia donde la cineasta se sumerge en un punto de vista estilizado y preciosista que nos regala la que seguramente sea la escena más bella y emocionante de esta extraña película. Un comentario propio de la autora que vuelve a aparecer en el epílogo, evienciando con saña el océano de incomprensión, insensibilización y soledad que asola a la sociedad estadounidenses contemporánea.

Frases destacadas:

«Todo está bien Joe. Todo está bien»

Tráiler de «En realidad, nunca estuviste aquí»:

Por Luis Suñer

Graduado en Humanidades, crítico de cine y muerto de hambre en general.

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