El oscarizado guionista de «Crash», Paul Haggis, dirige de nuevo un guión propio lleno de mecanismos automáticos que buscan la lágrima fácil en el espectador.
Todo escritor necesita su musa, ¿será el amor?
Literatura y cine se mezclan de vez en cuando en el séptimo arte, unas dándonos maravillas como “Más extraño que la ficción” (Marc Foster, 2006). La última tendencia de los guionistas es crear mundos poliédricos, que funcionan como muñecas rusas, donde la realidad y la ficción tejen una red que intenta atrapar al espectador. Sirva de ejemplo la fallida “El ladrón de palabras” (Brian Klugman y Lee Sternthal, 2012) o la salvable “Bonsai” (Cristián Jiménez, 2011) o el malogrado caso que nos ocupa, el nuevo trabajo de Paul Haggis, “En tercera persona”.
“En tercera persona” es un ambicioso ejercicio que nos narra tres historias que discurren en paralelo en tres puntos concretos del globo terráqueo: París, Roma y Nueva York. Michael es un escritor que ha tocado techo ganando el Premio Pulitzer y ahora vive sus horas más bajas. El motivo es ha ido perdiendo poco a poco la inspiración, sus libros cada vez son de menor calidad. A ello se suma la perdida accidental de su hijo. Eso le lleva a romper la relación con su mujer y acaba refugiado en la suite de un hotel parisino. El objetivo es escribir un libro. Poco a poco irá encontrando inspiración en sus propias vivencias. En Roma está Scott, un espía industrial que se acaba de hacer con los diseños de las grandes casas de moda. Scott conocerá a Monika en un bar, una espléndida gitana que está a punto de reencontrarse con su hija. Pero le roban el dinero que debe entregar al traficante que trae a su hija y algo empuja a Scott a ayudarla. Y en Nueva York tenemos a Julia, una antigua actriz de telenovelas, se ve envuelta en una batalla legal por la custodia de su hijo de seis años con su exmarido Rick, que es un famoso artista neoyorquino. Sin dinero y con enormes gastos legales, no le queda más remedio que trabajar de camarera de piso en uno de los elegantes hoteles donde solía alojarse. Su abogada Theresa le ofrece una última oportunidad para hacer cambiar de opinión al tribunal y recuperar al hijo que adora.
En busca de la naturaleza del amor
El personaje de Anna Barr en uno de sus diálogos resume el grave problema de este guion: “Ahora tienes personajes al azar que ponen excusas por tu vida”. En efecto, Scott, Julia, Theresa o Monika son auténticas marionetas, que para los que hayan visto mucho cine ellos acabarán por darle al espectador sin quererlo las claves de su verdadero yo. Esto nos hace pensar que Haggis es un mal jugador de póker y no sabe esconder bien su jugada, porque se ve venir a la legua. Y encima el título elegido para la película, que todo sea dicho está perfectamente traducido, lo dice todo. Esta pretenciosa y aburrida historia de amor intenta bucear en el mundo de las relaciones de pareja para mostrarnos la naturaleza del amor. Esto no es algo nuevo tampoco, ya lo hizo de una manera más divertida, sucinta y acertada el realizador canadiense Denys Arcand en “La verdadera naturaleza del amor” (1993) o Ventura Pons en “El por qué de las cosas” (1995). Lo malo que Paul Haggis ya nos demostró a todos que no es Robert Altman, y el tiempo ha puesto en su sitio a la soporífera “Crash”, otro de los claros ejemplos de las innumerables injusticias de la Academia de Hollywood. Y ahora también nos deja claro que por mucho que trate de jugar en la liga de los hermanos Coen, tampoco lo consigue. Porque la exploración del mundo del autor y su catarsis creativa quedó mucho mejor retratada en esa obra maestra que es “Barton Fink” (1991).
Hasta nos han resultado muy convencionales los acordes de Dario Marianelli, del que siempre recordaremos su excelente trabajo para el filme “Expiación. Más allá de la pasión”. Toda obra coral se debe sustentar en un gran elenco, pero nuevamente este no es el caso. En términos generales las féminas devoran por completo a los hombres. Se hacen con la pantalla con gran solvencia. Liam Neeson hace lo que puede con su escritor atormentado, cayendo en una interpretación de cliché. Eso por no hablar de James Franco, que puede que sea su peor trabajo hasta la fecha. De Adrien Brody no decimos nada, porque hace mucho que este oscarizado actor no hace nada destacable. Nos ha encantado ver como Haggis recupera a dos excelentes actrices: María Bello y Kim Basinger. Y la mejor de todas es Mila Kunis, dando vida a esa madre que lucha por recuperar a su hijo contra viento y marea.
Frases destacadas de “En tercera persona”
- Robbie: “Mírame”
- Michael: “Es una broma, pero parece que no viaja más de un piso”
- Anna Barr: “El escritor necesita sus musas”
- Julia: “Solo quiero pasar desapercibida. Y nadie le presta atención a las criadas”.
- Elaine: “No es tu culpa. Eres un romántico. Amas el amor. Pero no tienes tiempo para la gente”
- Anna Barr: “Qué bien. Cuando algo se pone serio, recurre a un cliché reconfortante”.
- Anna Barr: “¿Sabes por qué ella elige hombres casados, Michael? Porque no tiene que preocuparse. No le pueden hacer daño. Y puede irse cuando quiere”.
- Anna Barr: “Se desespera por tener amor, hasta que lo consigue. Búscate a alguien que no te conozca”.
- Michael: “Blanco. El color de la confianza. Es el color de la fe. Y el color de las mentiras que se dice a sí mismo”
- Theresa: “Sigue intentando perdonarte. Yo nunca lo haré”
- Elaine: “Deja de buscar compasión, Michael”.
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